Esteban Villarrocha con Roberto Espina en San Marcos Sierra, Argentina, 2016.

Murió Roberto Espina, pero su obra sigue ahí para regocijo de lectores, espectadores y titiriteros. Y para situar al autor que se ha ido, nada mejor que recurrir a una de las personas que, desde España,  más le conoció. Esteban Villarrocha Ardisa, director gerente del Teatro Arbolé de Zaragoza y editor de las colecciones Titirilibros y Librititeros (ver aquí) fue, además de un defensor de sus obras  y editor de algunas de ellas, un gran amigo suyo. Publicamos en este artículo dos prólogos escritos por Villarrocha a dos títulos de Espina: ‘Obras Incompletas de Roberto Espina’ y ‘La República del Caballo Muerto’.

¡Un caballo!, ¡Un caballo! Mi reino por un caballo.
El Viaje de un teatrante
Obras Incompletas de Roberto Espina

Roberto Espina escritor, dramaturgo, ensayista, conferenciante, titiritero, conversador, muchas actividades y difícil separar una faceta de otra, pero todas giran en torno al Teatro. Él en sí mismo es puro teatro, siempre parece estar en escena. Creo que en los últimos años no ha dejado de representar su espectáculo: El viaje de un teatrante, dicen que fue su última aparición en escena, yo creo que sigue en escena, representándola cada día.

Roberto es la prueba palpable de que el Teatro, a veces, es más que una forma de vida, es la vida. Él sabe que para hacer teatro basta que exista una presencia humana, un lugar y alguien que mire, que desee escuchar y creer. Roberto hace teatro, escribe teatro, enseña teatro todo el tiempo. El tiene su lugar y su público incondicional.

Ilustración de Tomás Espina para el libro ‘La República del Caballo Muerto’.

En su blog (ver aquí) le presentan así:

Nació en Buenos Aires en el año 1926, actualmente vive en Río Ceballos, Córdoba. En 1951 participa junto a otros jóvenes de la fundación del Teatro Escuela Fray Mocho, cuyo conductor e inspirado creador fue Oscar Ferrigno. En 1956 crea el Teatro Los Comediantes de la Ruta, con el cual recorre el país realizando espectáculos y dictando cursos y conferencias. este andar itinerante no le abandonará nunca. Desde esas primeras presentaciones con Fray Mocho a sus últimas apariciones en El Viaje de un teatrante serán muchos kilómetros. Y entre función y función surgirá su obra literaria.

Yo prefiero presentarlo con el comienzo de una de sus obras: El propietario.

B: Usted, ¿qué hace parado en este lugar?
A: (Feliz) Y… estoy parado.

Y parado parece estar en su montaña de Río Ceballos, pero nada más lejos de esa falta de movilidad, hay una quietud en movimiento. Ese señor A, parado en aquel lugar, es un personaje que parece sacado de la De la Comedia dell´Arte para trabajar en un película de los Hermanos Marx. Así es Roberto Espina. Un mimo con un gran sentido del humor y un buen uso de la palabra. Parece contradictorio, pero Roberto es contradictorio. Como decía T.S. Eliot en un mundo de fugitivos escoger la dirección contraria puede parecer una evasión. Así creo reconocer a Roberto Espina, siempre en dirección contraria.

Siempre he sentido cierta curiosidad por averiguar más de este titiritero que yo considero uno de los grandes del teatro del absurdo y  que ha sabido unir ese planteamiento a la denominada escuela del teatro de la crueldad, tan extendido en Europa en el S. XX.

Roberto es un Ionesco dedicado a los títeres, un Artaud de la ruta, y como Ionesco jugaba con sus dedos antes de aprender a hablar. Siendo este uno de los momentos más teatrales  que recuerda.

Como Artaud, Roberto tiene una vasta obra que explora la mayoría de los géneros literarios, utilizándolos todos para hacer el camino hacia un arte absoluto y «total».

Al leer el teatro escrito por Roberto Espina encontramos un lenguaje teatral absolutamente contemporáneo que te atrapa con intensidad. Con una utilización del dialogo poéticamente logrado. La frase banal e insustancial se reproduce del modo más real. Parece teatro insustancial, sin argumento, poblado de sueños y pesadillas, pero es un teatro profundo e ideológico.

Roberto Espina con Quique Dimauro y Miguel Oyarzun en Río Ceballos en la casa de la montaña. Foto de Esteban Villarrocha.

Algunas veces no se definen los personajes, no parecen reconocibles, están llenos de una angustia que para Roberto es indisoluble de la condición humana, son personajes que se reducen al yo solitario o a la nada. Ilustran la tristeza de la condición humana y lo absurdo de la existencia.

En su teatro el orden, la libertad, la justicia, la psicología y el lenguaje son parte de una realidad decepcionante, que con su literatura austera  y disciplinada sazonada de humor corrosivo y alegrada con un poco de jerga y chanza se hace manifestación escénica.

El Teatro del Absurdo tiende  a la fantasía, al sueño y a la pesadilla sin ver la realidad objetiva, trágico es lo humano y cómico lo inhumano, así se reproducen en la obra de Roberto. Él, como Oscar Wilde, ha encontrado la ventaja de jugar con fuego, que no es otra, que aprender a quemarse.

En las obras que tenemos en las manos se crean modelos cómicos, tristes, patéticos, macabros, humillantes, angustiosos o violentos… pero sin perder el rigor de los elementos escénicos, su teatro a veces se limita a mostrar escenas de las vida de unos fantoches, trasformados en público Voyeur.

En muchas de sus obras tanto para títeres como para actores aparece lo salvaje y la duda ante un universo inexplicable. Muchas veces Roberto me ha recordado a mi paisano Luis Buñuel, sus películas tienen mucho en común con el teatro de Roberto.

Todos sabemos que el arte y la literatura seria son muy indiscretos porque se preguntan por las más hondas intimidades de nuestra existencia, eso hacen los textos reunidos en este libro: preguntar sobre el ser humano y su quehacer en el mundo.

Estoy seguro que Roberto no se arrepiente en absoluto  de haber corrido todos los riesgos que ha corrido con su labor de teatrante, porque de verdad creo que el teatro es aquello que más le importa. Al leer estas obras una vez más he llegado a la conclusión de Nabakov: El buen lector, el lector admirable no se identifica con los personajes del libro, sino con el escritor que compuso el libro.

Valgan estas obras incompletas para que las gentes conozcan el nombre de Roberto Espina, y que sus obras nos siguán ofreciendo muchas noches de buen teatro.

Y ahora:

¡Bienvenidos al Teatro!

Esteban Villarrocha Ardisa
Teatro Arbolé de Zaragoza (España)


PROLOGO AL LIBRO DE ROBERTO ESPINA

LA REPÚBLICA DEL CABALLO MUERTO

Yo no elegí los títeres
Los títeres me eligieron a mí

Cuando trato de explicar la obra de Roberto Espina se me viene a la memoria esta frase; es la mejor manera de situar a Roberto Espina en el mundo titiritero; su obra extensa goza de una gran vigencia. Ahora bien, hablamos de un hombre que no solo ha escrito, hecho y manipulado muñecos, sino que ha interpretado, ha investigado y ha utilizado para fines, algunas veces perversos, este arte. Ha trascendido el oficio dándole una dimensión literaria que ningún crítico literario puede negar.

Ilustración de Tomás Espina para el libro ‘La República del Caballo Muerto’.

Roberto Espina, dramaturgo, actor, mimo, dinamizador cultural, no eligió los títeres, los títeres le eligieron a él; allá por los años 50, Roberto recorría los caminos con Fray Mocho y se encontró con los Hermanos Dimauro (Héctor y Eduardo), en aquel encuentro con los mellizos Dimauro los títeres eligieron a Roberto, de esto estoy convencido, aun a sabiendas, que no hay elección libre, y esta, ni lo fue por parte de Roberto, ni de los títeres, ni mucho menos de los hermanos Dimauro. Los títeres son caprichosos, viajeros y pendencieros, su elección implica una manera de vivir y hacer (o NO HACER).

Elegir en la vida no es trabajo fácil, es el resultado de un acto voluntario, y la voluntad cada vez esta más condicionada; esto me recuerda que quizás la mejor manera de elegir hoy, es siguiendo la teoría, que un día me explicó Roberto en el puerto de Buenos Aires, durante una huelga general, la teoría del NO HACER, que no es la del no dejar hacer, costumbre muy arraigada en estos tiempos.

El NO HACER es una forma de vida, es un sentimiento ácrata, dinamitero, provocador, a veces absurdo, es en suma un sentimiento juglaresco y titiritero. Este NO HACER en literatura sería el teatro del absurdo, el realismo sucio. Creo que cualquiera de los personajes creados por Samuel Beckett o el mismo Eugène Ionesco eligen sus actos siguiendo esta teoría; al igual que muchos de los personajes de las obras de Roberto.

Ilustración de Tomás Espina para el libro ‘La República del Caballo Muerto’.

La teoría del NO HACER es una forma de HACER, que desborda el sentimiento perverso del arte como mercancía para el consumo, es una forma de hacer desde la ética, desde el compromiso social e individual, es una forma de interpretar la vida más allá de lo puramente formal, lo transcendente como esencial, lo transgresor. La teoría del NO HACER es algo que Roberto Espina ha generado con su trayectoria vital, desde sus primeras actuaciones con Fray Mocho hasta sus ultimas apariciones en escena con El viaje del teatrante, siempre haciendo desde El NO HACER.

Parece una contradicción y nada más lejos de la realidad, NO HACER, haciendo y dejando hacer, destruir para construir, educar, formar para NO HACER desde la tolerancia, asumiendo el papel de provocador, de disidente insobornable, para mi es, no parar de hacer y esto es lo que ha hecho Roberto Espina a lo largo de su vida.

Que sirva esto de presentación de uno de los dramaturgos más importantes de América Latina, ahora, haré una confesión: Yo, el que esto escribe, nunca he tenido la tentación de meterme en un retablo de títeres, por lo tanto mi contacto con los títeres no es manual, lo que me permite ver los textos para títeres de otra manera. No manipulo, pero si me dejo manipular por la pasión, el ritmo y el encanto de los muñecos. Aunque confieso que estoy mas cerca de la escritura que de la puesta en escena, por esto cada día doy más valor al texto, ojo, puede haber textos sin palabras.

Tras confesar mi debilidad por la lectura, por lo tanto por la escritura y sus soportes, trataré de presentar estas dos obras para Títeres: obras que presentamos hoy en la colección titirilibros, y que son dos formas muy diferentes de presentarnos la teoría del NO HACER.

Por un lado La República del caballo muerto, texto emblemático y que muy pocas veces se ha visto en escena en su totalidad, texto que recorría hasta hoy las manos de los titiriteros en unas fotocopias distribuidas por el propio Roberto. Texto que debe ser conservado en su totalidad y no separar las historias a la hora de representar, aunque nos parezca posible, su grandeza literaria esta en su totalidad.Ilustración de Tomás Espina para el libro ‘La República del Caballo Muerto’.

Ilustración de Tomás Espina para el libro ‘La República del Caballo Muerto’.

El Propietario, El ser o no ser, los Buenos Modales, Osobuco a la parrilla y El Tiraniza representan en los textos para títeres escritos en Castellano uno de sus más grandes logros. Recogiendo la tradición europea del absurdo, no olvidan el realismo mágico latinoamericano y contienen gotas del realismo sucio.  Texto que aunque se presenta por primera vez impreso en su totalidad esperamos que pronto sea lectura obligatoria, la fuerza y calidad del texto aparece en cada historia y se distingue el inconfundible estilo de Roberto Espina, imágenes de soledad, situaciones absurdas, asesinatos suicidas, la muerte, el humor negro; imágenes que se mantendrán en toda su producción posterior.

Por otro lado Alocada Avaricia, versión titiritera de El Avaro de Moliere, que en esta ocasión prescinde de lo superfluo, va al grano con gran economía narrativa, se cuenta lo esencial, buscando el juego titiritero. Texto que mantiene la esencia del de Moliere e introduce el ritmo de los muñecos, las acciones, los diálogos fluidos, el toque negro y a veces cruel. Texto que, estoy seguro, pronto gozará de la aceptación de los profesionales de los títeres.

Presentadas las dos obras para títeres del maestro Espina, cabe preguntarse otra vez sobre la teoría del NO HACER.

Posiblemente esta aptitud ante la vida: El NO HACER; a Roberto Espina le ha llevado a un olvido inmerecido en el mundo editorial. Hoy, el Teatro Arbolé,  puede publicar estas obras de Roberto Espina, y es un placer, pero lo que realmente nos place es contar con Roberto Espina en la lista de amigos. No quiero terminar esta presentación con un reproche, es triste no ver reconocido el trabajo literario de Roberto Espina en el último lugar donde actuó Argentina. Creo y no es una exageración que Roberto Espina está al nivel de la gran literatura del siglo XX.

Terminar diciendo que esta presentación llena de contradicciones: HACER, NO HACER, MANIPULAR, DEJARSE MANIPULAR, etc. Se escribe con la pasión del aprendiz de brujo.

Esteban Villarrocha Ardisa
Teatro Arbolé de Zaragoza (España)