La Casa-Taller de Marionetas de Pepe Otal en Barcelona, ha sido noticia titiritera las noches del 13 y el 14 de abril de 2018, por los dos actos que allí se han desarrollado: Uno, la presentación del libro ‘Diario del Marionetista Pepe Otal’ a cargo de Pep Gómez, y Dos, la celebración de un Cabaret típicamente otaliano titulado en este caso Cabaret Inmigrante.

El Diario de Pepe Otal

Lo es y no lo es, pues aunque las palabras recogidas en el libro pertenezcan la mayoría al finado titiritero de Albacete, ha sido escrito y recopilado por quién fue amigo e íntimo colaborador en su última época, el también titiritero y reconocido cocotólogo Pep Gómez.

David Castillo y Pep Gómez. Foto de Jesús Atienza.

Nos encontramos, en efecto, ante un libro que retrata los pensamientos y el quehacer diario de Pepe Otal, no de un modo exhaustivo, por supuesto, sino escogidos según el criterio del autor, Pep Gómez. Como explica en su contraportada, fue de mutuo acuerdo que Pep fuera poniendo sobre el papel las charlas informales que ambos mantenían en el día a día, una vez que Gómez le sugirió la idea de trasladar sus aventuras en un libro. Palabras, las recogidas por el autor, que giran sobre las temáticas variopintas que tenían ocupado al de Albacete, como era propio de alguien que sentía curiosidad por todo en este mundo, pero bastante centradas en sus últimos años en el aspecto de las relaciones con los amigos y las mujeres, en una época de gran actividad y febril trasiego, en los títeres, los viajes y las fiestas, pero también en lo que podríamos llamar su ‘actividad mujeriega’.

El libro en una mesa del Taller de Marionetas. Foto Casa-Taller de Marionetas de Pepe Otal.

Sabido es que Pepe Otal tuvo una merecida fama de Don Juan, un papel que cultivó a lo largo de la vida con especial ahínco, adorador como era del sexo opuesto al suyo, ejerciendo de enamorado conquistador y de burlador de corazones según manda la tradición, sin jamás ocultar a sus enamoradas el juego y el color de las cartas con las que jugaba.

Esta franqueza en manifestar su estilo de vida sin demasiadas trampas formaba parte de una filosofía de vida basada en la libertad y en el goce de los sentidos. Como es fácil imaginar, ello le reportó no pocos problemas, desencantos, desencuentros, enfados, ataques de celos, dolidas distancias, sonados episodios guiñolescos y riñas varias. Una situación que parece ser fue a más en sus últimos años de vida.

Pepe Otal en el bar-vestíbulo del Teatro Malic, con Mariona Masgrau al fondo.

Si he citado estas características del personaje, es porque son las que más destacan en el libro de Pep Gómez, aunque por supuesto no son las únicas. Creo que con este libro, el autor nos ha dado un retrato que se acerca mucho a la realidad de Pepe Otal. Nos muestra, con descarnado desenfado, una de las caras ocultas del titiritero, con pinceladas exactas y de impacto sobre opiniones y situaciones que desvelan la faceta otaliana más sufrida y canallesca, sin ocultar nombres, lugares y fechas.

Habría que añadir aquí la obviedad de que Pepe Otal disponía de otras muchas facetas sobre las que no se prodiga el libro de Pep Gómez, me refiero a esos trazos nobles de quién se sentía, y era visto por algunos, como una especie de hidalgo español, capaz de expresarse en un castellano rico y antiguo, respetuoso con las distancias, las diferencias y con las ideas por muy distintas que fueran a las suyas. Capaz de mostrar una paradójica fidelidad llena de respeto hacia sus amores, fueran o no burladas por su promiscua generosidad amatoria, así como hacia sus amigos. Nobleza, lealtad, hidalguía y respeto hacia el otro, son características que explican el número de amigos y de amantes que tuvo, en todos los ámbitos, géneros y clases sociales.

Y, como es propio de la profesión titiritera a la que pertenecía (más su complementaria marinera de ‘una novia en cada puerto’) que bebe de las eternas fuentes de la picaresca ancestral, todos estos rasgos de la más alta nobleza humana tuvieron, en el caso de Otal, su obligado contrapunto ‘popular’, en su sentido más rastrero y canalla, algunos de cuyos rasgos aparecen magistralmente resaltados en las páginas del Diario que nos ocupa.

Pepe Otal de joven, embarcado.

Oriundo de tierras manchegas, quizás quiso aunar Otal en una sola figura a los personajes de Don Quijote y de Sancho Panza, es decir, los nobles ideales junto a la prosaica lucha por la supervivencia, figuras a las que el de Albacete sumó la de Don Juan, un trío de voces profundamente españolas que Otal encarnó con vocacional vehemencia. Y lo hizo sin caer en la ironía levantina y catalana, de la que era ajeno, es decir, sin sonreir cuando las cosas se torcían y caían bastos.

Si a ello sumamos el código de honor de quién fue experimentado piloto de barco, torero de ocasión, fiel practicante de boxeo, cumplidor amante, inventor, escenógrafo, pintor, escultor, sastre, marionetista, autor, amigo de la Muerte, y amigo de sus amigos, la figura de Pepe Otal emerge como un personaje de una tal complejidad que explica la larga y profunda influencia dejada en su paso por la vida.

David Castillo y Pep Gómez. Foto de Jesús Atienza.

Debemos agradecer a Pep Gómez la iniciativa que tuvo en su día de recopilar las palabras textuales de Otal y su empeño de ponerlas en un libro. Sin dejarse llevar por los deseos mistificadores hacia las personas desaparecidas, Gómez nos deja cara a cara con las palabras y algunos de los pensamientos más íntimos del titiritero, no sin regodearse en la descarnada escabrosidad de algunos de ellos. Páginas magistrales las del primer capítulo, ‘Otal por Otal’, donde Gómez hila una presentación del diarista en primera persona, inmerso en el mundo, en las palabras y en el pensamiento otaliano, que acaba con la descripción de su último viaje ya como finado.

Pep Gómez, David Castillo y Luís Martín ‘Fellini’. Foto T.R.

También hay que agradecer al editor de la Colección Secreta, David Castillo, que actúa en este caso, cómo él mismo sugirió, de ‘infiltrado’ en las altas instancias de la cultura municipal para sacar a la luz textos ‘secretos’ como el publicado.

Ambos fueron los encargados de presentar el libro en el mismo Taller de Marionetas. Una presentación divertida y estrambótica, muy en la línea del hacer cocotológico de Gómez -al que vimos en forma, con ganas de estar en los escenarios- y del acratismo barcelonés de Castillo, mientras un público atento de jóvenes titiriteros y algunos de la vieja guardia les escuchaba entre risas, gestos de admiración, suspiros de añoranza y alguna carcajada. Y para rematar la jugada, se proyectó una deliciosa película sobre Pepe Otal, titulada «Por Amor al Arte», de Katrín Ólafsdóttir. Un homenaje íntimo, intenso y evocador a la figura del siempre añorado titiritero de Albacete.

Núria Mestres y Mercè Framis, en el Taller el día de la presentación. Foto T.R.

Cabaret Inmigrante

Al día siguiente de la presentación del libro, los actuales responsables-inquilinos de la Casa-Taller de Marionetas de Pepe Otal prepararon uno de sus excitantes cabarets dedicado este día al tema de la inmigración, bajo el lema ‘Ninguna persona es ilegal’. Una realidad muy presente en el propio taller, pues una mayoría de los jóvenes artistas y titiriteros que lo mantienen en activo provienen de otros países, duchos todos ellos en sortear las vicisitudes de los viajes, las fronteras, los papeleos, los permisos de residencia y la pura sobrevivencia económica. Sin ir más lejos, la misma sesión de cabaret estaba destinada a captar fondos para pagar una multa impuesta a Andrés Riobó, hermano de Mau, uno de los veteranos del Taller, al que detuvieron por tener el pasaporte chileno caducado. Un problema afortunadamente resuelto, tanto en lo legal como en lo económico.


El programa del Cabaret fue en esta ocasión especialmente rico en participantes, con la presencia de una nueva formación musical encargada de coser algunos de los diferentes números con sus intervenciones: la Banda Moon Wok, instalada en zona del Maresme, compuesta por el cantante y guitarrista turco Umut, la cantante y clarinetista tunecina-italiana Leila Ghorbel, y los italianos Agostino Aragno en el violín y Matteo Frau en la tuba, un conjunto internacional de muy logrado sonido mediterráneo, con un extraordinario dominio de los instrumentos. Un ejemplo precioso de asociación multicultural llevada por la necesidad y la vocación artística.

 La Banda Moon Wok, foto de Giorgia Fadda.

También actuó en la música las Rodríguez Sisters, dos cantantes que se acompañan con la guitarra y el raspador, geniales artistas habituales de la casa dotadas de una comicidad siempre llena de segundas y terceras intenciones.

Las Rodríguez Sisters con el immigrante Andrés Riobó. Foto de Joan Rosés.

Presentaron las Rodríguez en su primer número al ‘immigrante’ Andrés Riobó, al que dieron un par de maracas para que se pudiera ganar unos dinerillos (y con las que se desenvolvió  muy bien el chileno). Pusieron con ello ya desde el principio el tema del Cabaret sobre la mesa, con irónico desparpajo y desde la más fresca incorrección, propia de un lugar como el Taller, donde se va al grano sin hipocresías de ningún tipo.

Mau Riobó con su nuevo personaje. Foto de Joan Rosés.

Mau Riobó, en calidad de presentador, estrenó nuevo personaje, un esqueleto de altura humana, a modo de doble del titiritero, que hizo las delicias del público con el tipo de texto cáustico e inteligente que Mau suele usar en sus intervenciones. Quizás este personaje ha nacido por envidia a sus colegas de hilo, que cumplen en el Taller con esta costumbre endógena de tener cada uno su marioneta esqueleto, que proviene no sólo del propio Pepe Otal, contumaz enamorado de la Muerte, sino de quién fue su maestro, el señor Harry V.Tozer, que obligaba a sus alumnos a iniciarse en el arte del hilo con la construcción de un esqueleto de talla de madera, hueso por hueso, a modo de prueba iniciática titiritera. El esqueleto de Mau, soldado al cuerpo del actor que la mueve, mostró las enormes posibilidades del muñeco, con movimiento de boca de tipo muppet, dando voz a un personaje que por regla general se dedica sólo a bailar las músicas que le son afines. Más tarde, Mau sacó a su conocido y entrañable personaje el Gato Camilo, un habitual presentador de los Cabarets del Taller, siempre oportuno y cáustico en sus comentarios.

Mau y el Gato Camilo, foto de Giorgia Fadda.

Raquel Batet y Raúl García representaron la obra corta para títeres de Roberto Espina ‘El propietario’ con una gran maestría. Es admirable la versatilidad alcanzada por estos dos titiriteros en sus intervenciones, capaces de enfrentarse a papeles de todo tipo, ya sea como actrices o como titiriteros, siempre con pericia y con la distancia que requiere el género cabaretero. Denotan la concienzuda entrega que ponen en sus distintos trabajos, Raquel con la compañía Ele y Raúl con Títeres desde Abajo. Interpretaron la obra de Espina con gestualidad y dicción límpidas y sin los movimientos sobrantes que suelen enturbiar las representaciones de títeres. Más tarde repitieron con otro número en el que Raúl, vestido de policía municipal, exigía los papeles a una mujer que pide o vende en la calle, una marioneta de medida humana manipulada por Raquel. Un sketch muy logrado provisto de la misma limpieza antes apuntada.

Raquel Batet y su marioneta callejera. Foto de Joan Rosés.

La joven marionetista Nisa Quintana sacó a su títere de hilo el equilibrista Alfonsín, ducho en pasar la maroma, con una elegante ambientación escénica. Mostró muy buena presencia la manipuladora que supo sacarle al muñeco una labor excelente y al público cálidos y sinceros aplausos.

Nisa Quintana en plena representación. Foto de Joan Rosés.

La actriz y marionetista de hilo Laura Cortés -integrante femenina de la compañía Fills de Fusta- deleitó al público con varias intervenciones espléndidas de alto voltaje cómico de quién sabe tensar las cuerdas sin que estas lleguen a romperse. Seductora, elegante, mordaz y corrosiva, puso en su interpretación una de las notas más cabareteras de la noche, muy al estilo de los cafés-teatro españoles de otras épocas.

Laura Cortés, foto de Giorgia Fadda.

Pere Bigas sacó a cinco de sus marionetas de hilo del ciclo piratesco: el Brujo Papa África, el Pirata Trujillo, la Sirena, el señor Coco y la señora Muerte. Un clásico del Taller, en el que Bigas hace alarde de su manejo del hilo, con ritmos y músicas acordes con cada personaje. Lo mejor, aparte de los movimientos de la marioneta: la presencia y la actitud del manipulador, un signo de la casa, como luego veríamos en otras intervenciones: distancia, donaire, empatía relajada hacia la marioneta y empatía secreta respecto al público. Horas de calle y muchas horas de ensayo.

 Pere Bigas con su esqueleto. Foto de Jesús Atienza.

La actriz chilena Gabriela Sandoval Chacón, de la compañía Penélope y Aquiles, interpretó al personaje alocado de su obra ‘Todo sobre Penélope’, una mujer que espera a alguien junto a un enorme cubo de basura. De sus desechos acaba construyendo la figura del varón al que imaginamos estaba esperando. Un precioso juego de desdoblamiento muy logrado por la actriz con cuatro trapos, una gabardina y un envase de plástico. Dotada de una enorme comicidad y un despliegue extraordinario de facultades, fue una de las sorpresas de la noche, que el público aplaudió a rabiar.

Gabriela en plena función. Foto de T.R.

También intervino el veterano marionetista Jordi Bertran con el Fakir, un personaje que lleva consigo desde hace muchos años y al que le saca un enorme jugo en el escenario. Cabaretero al cien por cien, Bertran se puso al público en el bolsillo con los gags habituales del muñeco: una escalofriante aguja clavada en la nariz, y su cuerpo partido en dos haciendo cada parte lo que le da la gana. Pura levitación titiritera.

María Planas sacó su marioneta de hilo, un guitarrista, que actuó en concierto con otro guitarrista, humano en este caso y llamado Andrés Riobó, muy buen músico por cierto. Demostró Planas un gran dominio del hilo y, sobre todo, haber logrado en poco tiempo una magnífica presencia en el escenario. Se le nota la práctica efectuada junto a Jordi Bertran y junto a los marionetistas del Taller. Su agradable presencia como manipuladora, con un cuerpo que sabe estar detrás de la marioneta pero que a su vez manifiesta una potencialidad cómica y actoral de alto voltaje, promete futuras sorpresas. Al final, también Andrés sacó una marioneta, en lo que seguramente era su estreno público como titiritero.

Andrés Riobó y María Planas en plena actuación. Foto de Giorgia Fadda.

Y tras otras intervenciones de Mau, Laura Cortés y las Rodríguez Sisters, remató la noche otaliana la actriz-titiritera de Polonia Ola Muchin, a modo de plato final del Cabaret, con su número de un mago marioneta que lleva colgada al cuerpo y que la actriz anima con sus movimientos. Un trabajo excelente e impecable, ya comentado en Putxinel·li (ver aquí), de esta actriz que sabe cómo electrizar al público sin una sola palabra, sólo con sus gestos, ritmos, guiños, gags muy estudiados y un muñeco eficaz y resultón.

Ola Muchin con su muñeco. Foto de Joan Rosés.

Con su número, Ola Muchin levantó al respetable hacia la apoteosis cabaretera para llevarlo a los saludos del Raska-Yú, la canción que es utilizada por el Taller para que todos los actuantes salgan al escenario, muchos de ellos con sus respectivas marionetas esqueleto, y saluden mientras bailan la música del fox-trot que Bonet de San Pedro inventó en 1943. Algunas veces, siguiendo una tradición que se remonta a los cabarets de Títeres y Poesía de cuando vivía Pepe Otal, el Raska-Yú sirve para que los artistas, mientras saludan, se quiten la ropa y se queden en pelotas. Una manera de indicar que ellos también son esqueletos, como las marionetas que manipulan, pero aún con la carne fresca o ajada de los vivos. Guiño iniciático del mundo de los títeres que los actores del Cabaret Inmigrante dejaron en este día para otra ocasión.

Bailando el Rasca-Yú. Foto de Giorgia Fadda.

Los artistas saludan al final del espectáculo. Foto de Joan Rosés.

Vean esta versión del Raska-Yú con la Orquesta Mondragón en 1982 y con la voz del mismo Bonet de San Pedro: