En anteriores artículos hemos diseccionado el mundo de La Estrella, esta compañía de Valencia creada por Gabi Fariza y Maite Miralles, analizando primero su origen y sus características humanas, y luego su decidida vocación de empresarios teatrales con la abertura de más de cinco salas sólo en la ciudad de Valencia. En el presente artículo, vamos a centrarnos en sus espectáculos, concretamente en dos de ellos que ilustran el quehacer actual de la compañía, los que presentan estos días uno en la Sala Cabanyal y el otro en La Petxina.
Merchandising del Teatro de la Estrella en la Sala Cabanyal.
Quizás antes sea necesario referirse al modelo que en los años 80 creó Gabi Fariza primero con su espectáculo ‘Jugo de Juguetes’ y luego con ‘El Circo Malvarrosa’, dos puntos de partida que sentaron las bases del trabajo posterior de la compañía, basado en cuatro columnas principales: la figura del payaso que ya desde sus primeras apariciones en el Retiro encarnaría Gabi Fariza, con el nombre de Bombalino; los juguetes de su obra inicial que pronto se transformarían en marionetas; la figura del Director que habla pero no se le ve, una especie de alter ego del payaso que suele salir en sus espectáculos, y que da un tremendo juego dramatúrgico a la obra; y en cuarto lugar, la figura del segundo payaso, Cuchufleta, encarnado por Maite Miralles, que permitió pasar del trabajo solista a la pareja típica de payasos. Esta incorporación determinó además un importante salto cualitativo en la calidad y riqueza de los objetos, decorados y marionetas, gracias a la nota colorista y al oficio artístico de Miralles, pintora reconocida y con conocimientos académicos sobre la materia.
Este esquema dramático servirá de guía y base al trabajo posterior de La Estrella, adaptándose a las necesidades y a los rasgos peculiares de cada obra, que Gabi Fariza, en calidad de director, realiza con mano sabia.
‘Cantando bajo la Estrella, el Musical’, en la Sala Cabanyal
Con este título, Gabi Fariza ha creado un verdadero musical para niños y mayores basado en las canciones populares de siempre, tales como ‘La tarara’, ‘Vamos a contar mentiras’, ‘el señor don gato’, entre otras muchas más. Son canciones que conocemos pero que a la vez ignoramos y solemos olvidar, agobiados como estamos por los hits de moda y las ‘canciones del verano’. Igualmente, los niños hoy en día están bombardeados por cancioncillas que sobretodo buscan satisfacer la buena conciencia de padres y maestros, de una simplicidad que roza la estupidez humana, olvidándose muy a menudo de los temas tradicionales con sus letras, que a veces dicen barbaridades pero que constituyen uno de los cojines más importantes de nuestra cultura.
En este sentido, la labor que efectúa La Estrella es parecida a la realizada por los Titiriteros de Binéfar, ambos empeñados en rescatar y dignificar este legado de cuentos y canciones populares donde se esconden los verdaderos tesoros que compartimos, de la lengua y de la imaginación.
Ana Burguet, Lucía Aíbar y Gabi Fariza con Tomasín.
La Estrella ha incorporado para esta obra a dos intérpretes jóvenes, Ana Burguet en el papel de la payasa Pardaleta, y Lucía Aíbar, en el de Trampolina. Un acierto total pues las dos actrices, con un dominio excelente del cuerpo y de la voz, han conseguido un estilo fresco, dinámico e inteligente como pareja de payasas, de modo que, bien interiorizados sus papeles, muestran una comodidad tal que les abre las puertas a las improvisaciones y, lo que es más importante, a incorporar al público en el espectáculo. El ritmo es audaz y trepidante, y se aprovechan las canciones más emotivas y de mayor carga tradicional para alcanzar momentos de gran intensidad dramática. Y lo que empieza como un simple juego de cantar canciones, se convierte en un espectáculo en el que niños y mayores entran agarrados por el pescuezo en el mundo de los temas y los arquetipos populares.
Para ello, no dudan en apoyarse en títeres, juguetes, marionetas o muñecos de ventriloquía como Tomasín, figura emblemática de La Estrella, pues nació en el viaje realizado por Gabi Fariza y Maite Miralles por Centroamérica, y ha salido varias veces por televisión. También interviene el personaje elíptico del Director, cuya voz suena entra telones y bambalinas, ya sea para cortar la desmesura hacia el exceso de las dos payasas, reconducir el espectáculo o introducir variantes en el guión.
Una obra, como vemos, prototípica del estilo de la Estrella que consigue dispararse hacia cotas de gran altura interpretativa y de emoción dramática gracias a la humanidad de las dos actrices y al tono digno que consiguen dar a las canciones.
El público aplaudió a rabiar, con más de alguna lágrima en los ojos de algunas mamás, abuelos o abuelas, impactadas de revivir junto a sus hijos y nietos letras y canciones que pertenecen al acervo popular más profundo de nuestra sociedad.
‘Los Tres Cerditos’, en La Petxina
Pude ver en la Sala Petxina la puesta en escena de La Estrella del cuento ‘Los Tres Cerditos’, un clásico del repertorio popular que también se ha convertido en un clásico de la compañía, uno de los títulos más queridos por el público, que le profesa una fidelidad a prueba de bombas.
Lo interpretan los dos payasos Coscorrito, encarnado por David Fariza, y Cuchufleta, a cargo de Maite Miralles, más el imprescindible tercer personaje invisible que interviene de vez en cuando sin que se le vea, la voz en off del Director.
Maite Miralles, David Fariza y el Lobo.
El espectáculo es perfecto en su estructura de las tres columnas dramatúrgicas antes mencionadas: los dos payasos que conducen la acción, la voz del Director que la supervisa, y la parte visual y plástica encarnada por las marionetas y el mismo teatro que sirve de decorado y telón de fondo. El conjunto está hilado por las payasadas de los dos intérpretes, siempre ocurrentes y bien dosificadas, por las canciones que marcan momentos de atención detenida y en las que pueden participar niños y mayores, y los distintos saltos de registro entre el actor, el títere, el Director y el muñeco, que permiten que el ritmo nunca decaiga y la obra fluya con nervio y popular donaire.
Momento estelar es y será siempre en este cuento la aparición del Lobo, que aquí va saltando de escala hasta convertirse en un gigantesco y monstruoso títere de los que abren mucho la boca, para sorpresa de los niños, que siempre lo imaginan más cateto y llevadero.
Los dos actores, David Fariza y Maite Miralles, bordan su actuación en los roles de Coscorrito y Cuchufltea, para deleite de los niños y de sus acompañantes, que al acabar el público estalla en aplausos contento de haber reconocido lo que ya conocen por la lectura o por haber visto con anterioridad la obra. Pero así ocurre con los cuentos clásicos, cuando están bien contados: los niños nunca se cansan de oírlos, como si en cada ocasión quisieran desentrañar cuales son los secretos más recónditos de la historia, por qué el Lobo se quiere comer a los Cerditos, y cómo estos consiguen salvarse, a pesar de la poca previsión que al menos dos de ellos muestran.
Como colofón, aplausos entregados y los niños sin querer separarse del escenario, al que acuden para ver de cerca a los actores y a las marionetas, acariciar al Lobo (sólo los más valientes y atrevidos) y hacerse una foto con ellos.
Y en las dos sesiones, ambos teatros llenos hasta la bandera. Un indicio de que la fórmula de La Estrella, impecable en su ejecución, funciona como un reloj: entre el comienzo y el final, una hora de inmersión en las profundidades de nuestra cultura popular. ¡Chapó!