(Títere del espectáculo ‘En la canasta’, de Ulularia Teatro)

Hace días que empezó en VI Festival Iberoamericano de Teatro para niños y niñas que organiza cada año el Teatro Arbolé, de Zaragoza (ver aquí), un festival que con los años ha traído a España algunas de las más importantes compañías de títeres de Iberoamérica. Por supuesto, también participan las compañías locales y españolas.

Para este año 2018, Arbolé ha decidido dedicar el Festival a las Mujeres Titiriteras, sumándose a la preocupación que existe en la sociedad sobre el problema de la diferenciación de género, en la que la parte femenina suele ser la perjudicada. Es sin embargo relevante que cada día sea mayor la presencia de mujeres titiriteras en el mundo, incluso imponiéndose en los porcentajes en muchos lugares.

Imagen del Festival.

Con ganas de afrontar estas nuevas realidades, el Festival Iberoamericano de Arbolé ha convocado un encentro de Titiriteras abierto al público y a la profesión para tratar las problemáticas que les atañen y buscar líneas de cambio y de desarrollo de la normalidad buscada.

En este primer artículo dedicado al Festival hablaremos de los dos primeros espectáculos vistos por este cronista, ‘La Isla del Tesoro’ de Iñaki Juáreaz, de Teatro Arbolé, y »En una canasta’ de Maria Laura Gallo, de la compañía argentina de Córdoba Ulularia Teatro. Igualmente, sobre el Encuentro entre Mujeres Titiriteras.

‘La Isla del Tesoro’, por Iñaki Juarez, del Teatro Arbolé

El gran acierto de la puesta en escena de este título entrañable de Robert Louis Stevenson es haberla realizado desde el entusiasmo y la devoción que provoca su lectura. Nos encontramos ante una obra que suele despertar entusiasmos ya desde la edad juvenil y que continúa en la edad adulta (tal es mi caso y también, por lo que pude deducir, de Iñaki Juárez). Por ello, es de cajón que si queremos hablar de ella, no desde la academia, el análisis o la historia de la literatura, sino desde la vivencia de la aventura que induce el leerla, sólo es posible hacerlo si partimos de esta devoción incondicional hacia los personajes de Silver y Jim,  más todos los demás miembros de su tripulación literaria.

La tripulación de Sílver. Títeres de ‘La Isla del Tesoro’.

Esta incondicionalidad hacia la obra permite a Iñaki Juárez presentarse ante el público  vestido de pirata y acarreando un pesado baúl: encarna a Billy Bones, el viejo pirata que llega a la taberna El Almirante Benbow, donde Jim Hawkins, el hijo del tabernero, lo atenderá y pescará, tras la muerte del viejo bucanero, el buscado mapa del tesoro, el mismo que el Capitán Flint escondió en una isla perdida en medio del Océano.

El actor pronto se distancia de Bond, una vez éste ha muerto, y se convierte en ‘aquel que explica la historia’, encargado de manipular a los diferentes personajes y darles su voz. Un capítulo importante son las marionetas, creadas con materiales encontrados en una playa -la de Cambrils según me sopló su autor-, todo tipo de objetos y materiales que el mar, tras ingerirlos y pasarlos por sus implacables sistemas de erosión,  gusta escupir en los días de tempestad y olas revueltas: residuos del mundo de la naturaleza y de las civilizaciones humanas digeridos por el estómago de la Vida y de la Muerte, lanzados luego en las arenas de una playa.

Ben Gunn. Títere de ‘La Isla del Tesoro’.

Con estos materiales que incorporan todo  el dramatismo de los ciclos vitales en el planeta, ha construido Juárez sus títeres, figuras hieráticas la mayoría, aunque algunas con sus articulaciones -como Silver, con su muleta-, de acorde con la dramaturgia de la obra, que apela a la imaginación del espectador, bien excitada por las palabras de Stevenson, y por las voces de los piratas y las de Jim y sus amigos.

Sílver, con el loro Flint n el ombro. Títere de ‘La Isla del Tesoro’.

Sin salirse un ápice de la novela, tras reducirla a su espina esencial, Iñaki Juárez nos seduce y nos hace ver lo que cuenta no sólo gracias a los títeres, sino también con la voz, de la que muestra un absoluto dominio fruto de años de oficio y de darle al títere en todos los escenarios y públicos inimaginables. Lograr que sean creíbles voces tan dispares como las de Jim Hawkins y John Sílver, más toda la extensa gama de los demás prsonajes, es uno de los grandes méritos de la obra.

Sirviéndose de cortes en la acción, para dejar intervenir al narrador o ‘contador’ de la historia, el titiritero puede avanzar y salir victorioso ante la complejidad de la novela, resolviendo todas las secuencias importantes y sus desenlaces, para lo que recurre a la pura acción titiritera, tal como se haría en un romancero de ciego pero que en vez de servirse de las imágenes planas de los romances ilustrados, se sirve de los muñecos resultado de ensamblar los residuos de una épica marinera.

Iñaki Juárez con John Sílver el Lergo. A la izquierda, Ben Gunn.

Los espectadores quedan atrapados desde el primer minuto por la presencia y la voz del maestro contador-titiritero, y la tremenda historia de la Isla del Tesoro se va desplegando ante nuestros ojos, en un escenario que, por la simple magia del buen teatro, se ha convertido en un espacio ensanchado de nuestra imaginación.

Para los que ya conocen el libro, la función ha sido el regodeo de dejarse atrapar de nuevo por las palabras y las imágenes de una de las novelas más vividas y emocionantes de nuestra historia de lectores. Para los públicos jóvenes que aún no la han leído, les queda el misterioso entusiasmo de alguien que, atrapado por la fuerza imaginaria de una historia, se complace en hacerlo visible y vivible en un escenario a través del arte de los títeres.


Finalmente, Iñaki Juárez nos desvela el gran secreto de la obra: el verdadero tesoro que se encuentra en el baúl de Bond es la imaginación, mágicamente encapsulada en la novela de Stevenson. Precioso colofón de una de las obras más sentidas de Arbolé.

»En una canasta’, de Maria Laura Gallo, de Ulularia Teatro

Con dirección de Carlos Piñero y muñecos y escenografía de Laura Demarco, pudimos ver este excelente trabajo de María Laura Gallo, creadora de una obra que parece dirigida a los más chicos, pero que resulta sumamente atractiva y engancha a los espectadores de todas las edades.

María Laura Gallo en plena representación.

Impacta la limpieza y la concisión con las que se ha elaborado la obra, que sabe ir a lo esencial, al resaltar los elementos constitutivos -la cuna, la luna, la niña, el hambre- y dejar que la historia en sí pueda desplegarse casi sin palabras, acompañada de una banda sonora muy cuidada en la que destaca la conocida nana que popularizó en su día Violeta Parra.

Un espacio para lo que se ha dado en llamar ‘títeres de mesa’ que permite a la actriz María Laura Gallo entrar y salir de la obra y del escenario, sin nunca perder contacto directo con el público, encarnando así un ‘tercer lugar’ adecuado para conformar, junto al público y a los títeres, el triángulo característico del teatro de marionetas, en el que la comunicación entre el espectador y el actor se realiza a través del tercer elemento que es el muñeco. Un juego pues a tres, de distancias y acercamientos,  que da vida a esta fábula sobre el nacimiento, el origen, la identidad y la primera infancia.

El uso de libros ilustrados de los que se despliegan -los llamados pop up– crea pequeños apartes que ayudan a dar con este tono de distanciamiento y de contención de la obra, uno de sus principales aciertos. Sobre todo en una obra cuyo contenido, puesto en otras manos, podría caer fácilmente en los abismos de la impudicia sentimental.

Personaje de la obra.

Es interesante constatar cómo nos encontramos en un espacio ya post-familiar, es decir, en una sociedad que pone en cuestión algunas de las columnas principales del edificio social: la familia. En efecto, el orden natural de nuestra sociedad todavía impregnada de los ciclos agrarios y de la estructura tribal que da tanta importancia al origen y a la identidad que se hereda, entró en crisis con la modernidad y las nuevas culturas urbanas, que escapan a la temporalidad rural y a las estaciones naturales. Hoy en día, cualquiera puede nacer en cualquier parte, y los recién nacidos se ven muchas veces confrontados a situaciones de total desamparo, sin que a la familia le haya sucedido aún ningún sustituto. Pronto, las nuevas técnicas de reproducción asistida alejarán todavía más las relaciones paternas y maternas, lo que obligará a replantear conceptos básicos de nuestro funcionamiento social.

La niña en la canasta.

Es en este contexto de cambio cultural donde la obra ‘En una canasta’ se sitúa, para proponernos una visión de apuesta por la naturaleza y por la unión global de la vida, una especie de panteísmo natural en el que humanos y demás seres vivos compartimos lo esencial: la generación de nueva vida a través de la procreación, con una tendencia instintiva a proteger a cualquier recién nacido, sea flor, pájaro, lobito o un bebé humano. La obra nos dice: la vida es eso, nacer y morir, y en medio, luchar para sobrevivir. Y frente a los lados oscuros de todo lo que sale mal y quiere hacer el mal, una apuesta por la colaboración, la empatía y la generosidad como elementos éticos básicos para garantizar la vida y su triunfo sobre estos aspectos ‘oscuros’ que buscan acabar con ella.

No hay duda que se trata de una apuesta ‘femenina’,  como si la mujer, en su necesidad de liberarse de los esquemas patriarcales que la han tenido sujeta en nuestras civilizaciones anteriores, necesitara acudir a este panteísmo de la empatía y la colaboración sistémica de la vida consigo misma, para deshacerse de las dependencias paternales y masculinas, siempre pendientes de los asuntos de pertenencia que sustentan la identidad. La identidad que busca la mujer necesita liberarse de estas ligaciones y para ello propone, en esta obra, anclarse en algo más fundamental y básico, en aquello que sustenta la vida -especialmente en las especies de los mamíferos aunque no sólo- y en los impulsos básicos de empatía y colaboración entre seres vivos.

María Laura Gallo con sus personajes.

El estilo de concisión de ‘En la canasta’ enlaza muy bien con estos contenidos y sus resonancias -pues cuando se va a lo esencial y básico, sobran las palabras y todo debe tender a una organicidad necesaria-. Están en este sentido muy logrados los muñecos, realizados por Laura Demarco, hechos con los materiales propios o cercanos a la misma canasta que centra la historia.

La obra encandiló a los más pequeños. Y a los más mayores, dejó sabores de inquietantes novedades en algunos de los asuntos claves de nuestra civilización, hoy en caída libre y profunda fase de cambios.

Mesa de titiriteras sobre la Mujer en el Teatro de Títeres

A la llamada de los responsables del Teatro Arbolé para realizar un encuentro de mujeres titiriteras, acudieron algunos de los nombres claves de la profesión en Zaragoza, así como las artistas básicamente de Argentina que se encuentran actuando estos días en el Festival Iberoamericano del Teatro Arbolé.

Algunas de las participantes en la librería del Teatro Arbolé.

Se presentó la veterana marionetista Elena Millán, así como su ayudante Sandra Revuelto, joven titiritera local con ansias de conocer el oficio. También Sol Jiménez, histórica actriz y titiritera de Aragón, que ha colaborado con multitud de compañías y que tiene en estos momentos interesantes espectáculos como solista. Del mismo Teatro Arbolé asistieron las dos hijas titiriteras de uno de los directores, Iñaki Juárez. Nos referimos a Alicia y Julia Juárez, dos promesas jóvenes de mucho talento que desde niñas mamaron el arte de los títeres en casa. Por supuesto, también estaban Esteban Villarocha e Iñaki Juárez, en calidad de anfitriones y directores del Festival. De Agentina, participaron las representantes de algunas de las compañías participantes, todas ellas de la ciudad de Córdoba, como María Laura Gallo y Lucía Miani, de Ulularia Teatro, Carolina Vaca Narvaja, de la compañía Tres Tigres, y Laura Ferro de Títeres Chachakun. Igualmente estaba el titiritero Fernando Martínez, de Títeres Sin Cabeza, y otros interesados en la materia.

El encuentro, que fue presentado y moderado con mucho acierto por Alicia Juárez, se celebró en un ambiente informal y amistoso, en el que se expusieron las opiniones que sobre la materia tenían las participantes.

Dijo Alicia Juárez que en estos temas cabe hablar de tres aspectos: pasado, presente y futuro.

Pasado.

Del pasado, todo el mundo estuvo de acuerdo en la importancia de rescatar las figuras titiriteras femeninas que contiene y ‘esconde’ la Historia, desde las parejas de tantos titiriteros que tuvieron una gran relevancia en el interior de las ‘salas de máquina’ (vestuario, talla, pintura, organización y manipulación escondida), sin que jamás constaran en los programas ni en los saludos, hasta las figuras conocidas existentes en los distintos ámbitos geográficos pero desconocidas en el resto del mundo. Reivindicar estos nombres constituye un deber ineludible para dar a entender que la presencia femenina ha sido muy importante en las labores del mundo titiritero.

He aquí algunos ejemplos de nombres importantes:

La inglesa Charlote Charke (1713-1760), mujer que vivió casi toda su vida travestida en hombre, quien fue conocida actriz y autora de su época (escribió su propia autobiografía), y que tuvo a lo largo de su vida estrechas relaciones con Punch, el polichinela inglés.

El caso de Giuseppina ‘Pina’ Cazzaniga, más conocida como Pina Ravasio, quien fue esposa del titiritero Benedetto Ravasio (1915-1990). Una mujer de enorme talento que continuó actuando sola hasta los noventa años.

La señora Pina Ravasio con Margi en primer plano, la madre de Gioppino.

En México está el caso de Mireya Cueto (1922-2013), gran titiritera y personaje clave de la cultura mexicana de su época.

Mireya Cueto.

En Cuba tenemos a Carucha Camejo (1927-2012), veterana y legendaria titiritera fundadora, junto con sus hermanos Pepe, Bertica y Perucho, del Teatro de Guiñol en Cuba.

En Europa está Sophie Taeuber-Arp (1889-1943), pintora, escultora y titiritera suiza que fue esposa de Jean Arp, y que participó en el movimiento dadaísta con sus intervenciones como titiritera en el Cabaret Voltaire.

Sophie Taeuber-Arp con sus marionetas.

En Rusia está el caso de la artista rusa Alexandra Exter, autora de unas extraordinarias marionetas de corte cubista y futurista, quien trabajó en Moscú junto a la también titiritera y artista de vanguardia Ljubov Popova (1889-1924).

Marioneta de Alexandra Exter.

En Portugal, sobresalen dos figuras femeninas a mediados del siglo XX: Maria Emília Perestrelo y Lidia da Fonseca. La primera trabajó con muñecos de tela de impactante expresión, utilizados para la televisión. La segunda, creadora de la compañía Teatro de Branca-Flor, fue un personaje importantísimo para la historia de los títeres portugueses de la segunda mitad del siglo XX.

A destacar la figura indispensable de la titiritera rumana Margareta Nicolescu, directora en su juventud del Teatro Tandarica de Bucarest, creadora del Institut International de la Marionnette y del Festival Mondial de Charleville-Mézières.

En Inglaterra brilla la figura de Penny Francis, creadora del Puppet Centre en 1974. Penny Francis fue la directora del importante Festival de 1979, uno de los más grandes jamás realizados en Londres, y últimamente ha publicado el libro “Puppetry: a Reader in Theatre Practice”, donde expone sus vastos conocimientos sobre la materia.

En Italia, toca hablar de Maria Signorelli (1908-1992), iniciada en los títeres en 1937 de la mano de la suiza Maria Amstad. En 1947, una vez acabada la Segunda Guerra Mundial, crea su propia compañía, L’Opera dei Burattini, con la que trabajó hasta su muerte.

Maria Signorelli con una marioneta de su colección.

En España, la primera mujer titiritera con proyección mediática fue la austríaca Herta Frankel (1913-1996), llegada después de la Segunda Guerra Mundial con la llamada Compañía de los Vieneses (Arthur Kaps, Gustavo Re y Franz Johan). En 1948 debuta con marionetas en Grandes Artistas en Pequeño Tamaño. Sus marionetas fueron las primera en aparecer en TVE.

Herta Frankel.

Casos aislados que esconden una frondosa realidad titiritera ‘en femenino’ a descubrir.

(Los nombres citados se han extraído del artículo sobre Mujeres Titiriteras publicado en la revista Con la A, ver aquí)

Presente.

Hubo consenso en afirmar que hoy en día las cosas están cambiando y que la presencia de mujeres titiriteras es cada día mayor. En algunos países, incluso ganan por goleada a los titiriteros masculinos (Japón, Irtán…). Sin embargo, algunas de las titiriteras presentes destacaron la importancia de elaborar discursos y sensibilidades diferentes a los esquemas patriarcales de siempre.

Por ejemplo, si nos fijamos en los títeres populares de la tradición: ¿debe seguirse con las mentalidades de los polichinelas europeos, por lo general personajes groseros, muchas veces misóginos empedernidos cuando no machistas de la peor ralea…? ¿Y si esta tradición es la que proviene de autores tan consagrados como Valle-Inclán o García Lorca…? Hubo aquí confrontación de opiniones entre representantes masculinos y femeninos, lo que animó mucho el encuentro: para unos la tradición es algo intocable, o por lo menos, algo que debe ser respetado, especialmente si son textos de alto valor literario. Para otros, no hay duda que la Tradición puede ser retocada cuando no directamente cambiada y subvertida. Se expusieron algunos casos.

Paz Tatay y su particular Don Cristobál Polichinela. Foto de Jesús Atienza.

Las titiriteras argentinas mostraron aquí estar a bastante distancia de las posiciones más inmovilistas de los españoles: si hay que cambiar cosas, se cambian. La sensibilidad feminista ha crecido en América a raíz de las últimas luchas sobre la materia. Y algunas de las actitudes más tradicionales ya no son admitidas ni asumibles.

Todo el mundo estuvo de acuerdo en considerar que la discusión sobre el respeto que merecen textos y tradiciones es indispensable y positiva, tanto si uno se decanta hacia un extremo como hacia el otro. La discusión pone el tema sobre la mesa y obliga a aplicar autoconciencia sobre la cuestión, lo que es de una gran importancia.

Futuro.

También aquí hubo consenso en afirmar que el futuro está abierto a lo femenino, no sólo en los títeres sino en tantas otras cuestiones de la vida. Lo bueno del futuro es que debe ser creado, pues está todavía por hacer, y lo creativo pendiente excita siempre la imaginación de los que se dedican al cultivo de las artes.

Finalmente, lo que importa son los contenidos y las formas en las que estos encarnan. Es decir, lo que importa es la creatividad.

Imagen de ‘Chambre Noire’, de la compañía Plexus Polaire, con Yngvild Aspeli – foto © Benoit Schupp.

Ahí interviene ese carácter de proyección y desdoblamiento que tiene el teatro de marionetas, por el cual los títeres y las distintas figuras usadas suelen ser proyecciones directas o indirectas de los titiriteros. Y no cabe duda que si las creadoras son mujeres, sus proyecciones tomarán formas y direcciones propias, distintas a las que se tomaban desde las perspectivas patriarcales de antaño -y, por supuesto, del presente en tantos lugares y casos del mundo-.

Algo que ya puede constatarse en las prácticas contemporáneas. Un ejemplo sería el mismo espectáculo antes comentado, ‘En la canasta’, de Ulularia Teatro, que toca la temática femenina con elegante distancia y sutileza. Otro espectáculo que me atrevería a situar en este nuevo contexto de una sensibilidad distinta y peculiarmente femenina, sería ‘After Tchekhov’, de la compañía ruso francesa Semolet, óbra basada en Las Tres Hermanas del autor ruso con dirección y dramaturgia de Anna Ivanova, interpretada con tres jóvenes actrices rusas que residen en Europa Occidental, sin palabras y con la ayuda de objetos (ver aquí). Y de tantos otros espectáculos de los que se producen hoy en el mundo.

Las tres actrices de ‘After Tchekhov’.

Las titiriteras presentes en el encuentro, especialmente las más jóvenes, mostraron, en algunos casos, su radicalidad militante, lo que mostró la importancia de las distancias generacionales, en especial cuando la confrontación es con los titiriteros machos. El encuentro tuvo, ya en las derivas posteriores regadas con vino en el bar de al lado, jugosos momentos de enardecimiento femenino, que calentó el ambiente y subió en muchos enteros el interés y la necesidad de mesas redondas de este tipo. Algo que todos los presentes constataron con la enorme satisfacción de haber participado en un evento que miraba con tanto empeño hacia el futuro.