(Foto Dimitri Salvi.)
Abrió sus puertas este pasado viernes 5 de julio de 2019 el Museo del Burattino (Museo del Títere) situado en el magnífico Palacio della Provincia di Bergamo, en la ciudad del mismo nombre. Se trata de la realización de un sueño de la Fundación Benedetto Ravasio que desde su existencia, ha buscado disponer de un espacio público donde guardar, preservar, estudiar y exhibir las ricas colecciones de títeres populares de la región, empezando por las propias de la familia Ravasio pero también otras muchas colecciones que existen en la zona, sin duda una de las más ricas de Europa en patrimonio titiritero.
Conocí a la familia Ravasio en octubre de 2014, cuando acudí a Bérgamo instigado por Bruno Ghislandi, entonces secretario de la Fundación Benedetto Ravasio (ver aquí). Ghislandi me preparó todo un recorrido por la ciudad al encuentro de los distintos titiriteros centrados en el personaje local por excelencia, el allí tan popular y querido Gioppino. Y la primera y fundamental visita fue para conocer a la señora Giuseppina Cazzaniga , más conocida como Pina Ravasio (1917-2015), viuda de Benedetto, quien me recibió en su casa junto a su hijo Sergio. Rodeada de sus títeres más queridos, me mostró con orgullo el Premio Mariona Masgrau que le había otorgado el Festival de Títeres de Bilbao.
Conocer a Pina y a su hijo Sergio Ravasio, fue uno de los momentos cumbres de este viaje, una oportunidad única de conocer a una maestra que procedía de otra época pero que conservaba intactas toda la fuerza y la vocación titiritera de alguien que ha vivido con pasión el oficio en una de las tradiciones más ricas y fundamentales, como es la del norte de Italia con el repertorio intacto de tantas obras procedentes de la Comedia del Arte (ver aquí los distintos artículos dedicados a esta visita) .
Ya entonces me habló Sergio Ravasio con pasión de su deseo de poder ofrecer al público local e internacional el ingente material escénico de sus padres mediante un museo en el centro de la ciudad, donde también se pudieran recoger otras colecciones existentes. Este deseo se ha realizado por fin cinco años después, con un proyecto sostenido por todo lo alto tanto por la ciudad como por la región, además de una suma de patrocinadores privados que han ayudado a materializarlo.
Bérgamo, la ciudad de Arlequino, Brighella y Gioppino.
La centralidad de Bérgamo, situada al pie de los Alpes entre Venecia y Milán, se concreta en el campo de los títeres por ser la ciudad que ha dado a nacer a tres de las personalidades más importantes de la tradición titiritera italiana. Para empezar, dos de las máscaras fundamentales de la Comedia del Arte, los zanni Arlequino y Brighella, y, ya en el siglo XIX, al poderoso y más moderno Gioppino, el de los tres gofios. Y mientras los dos primeros se desplazaron de Bérgamo a otras ciudades, con la conocida adopción de Arlequino por parte de Venecia, Gioppino quedó circunscrito a su localidad de nacimiento, convertido en un personaje que de algún modo resumía algunas de las características propias de la población común, en el campo y en la ciudad.
Sin duda, este museo no existiría sin la presencia de Gioppino, el personaje que ha vertebrado el teatro popular tradicional ‘clásico’ de la región de Bérgamo.
Gioppino es el catalizador vital que ha sustentado el vínculo de la población con sus titiriteros, del mismo modo que lo hacía Fagiolino en Bolonia, Gianduja en Turín, Meneghino en Milán, Arlequino en Venecia, o el mismo Pulcinella en Nápoles y en tantas otros lugares de Italia. Pero mientras en muchas de estas ciudades, sus personajes han languidecido hasta su práctica extinción -no así Fagiolino ni Arlequino, aún bien activos, ni tampoco Gianduja-, Gioppino sigue la mar de vivo, con numerosas compañías que le son fieles y una presencia constante en el imaginario colectivo de la población local.
De ahí que el nuevo Museo del Burattino haya dedicado una especial atención a la figura de Gioppino, como indica por otra parte que a la hora de cortar la cinta en la ceremonia de abertura, detrás de los cuatro personalidades protocolarias asomara la cabeza de un radiante Gioppino, en manos de uno de los maestros que lo manejan en la actualidad, Daniele Cortesi.
También explica que las autoridades políticas de la ciudad y de la provincia se hayan inclinado tan positivamente a la idea de la Fundación Benedetto Ravasio, conscientes como son de la popularidad de la tradición titiritera y del profundo significado de identidad colectiva del personaje de Gioppino.
Un museo que se suma al también recientemente abierto Atelier Sarina en la ciudad de Tortona, dedicado a la obra del gran maestro Giuseppe Sarina (ver aquí), al Museo de Gianduja que existe en Turín (ver aquí), y también a las distintas exposiciones realizadas por Orto Teatro y Walter Broggini, en Pordenone y Cordenons, en la región del Friuli, dedicadas a las ‘máscaras’ italianas (ver aquí) así como al arquetipo europeo de Polichinela (ver aquí).
Inauguración del Museo del Burattino.
No se inauguran cada día nuevos museos de títeres en el mundo, de ahí que valga la pena atender a los procesos protocolarios de cada caso, pues no dejan de ser el modo con el que los poderes locales y los responsables del mismo oficializan el proyecto y le dan valor institucional .
Antes de dejar pasar al numeroso público que se había congregado en el Palacio della Provincia para ver el museo, tuvo lugar una ceremonia institucional en una de las salas del cuarto piso del palacio, preparada a modo de salón de actos. En la mesa presidencial, estaban los políticos representantes de la ciudad y de la región, los responsables de la Fundación Benedetto Ravasio, el joven Luca Loglio y su Presidente, Sergio Ravasio, más la coordinadora científica, Chiara Bettinelli, y el director de escena y escenógrafo Diego Bonifaccio.
Hubo parlamentos a cargo de todos los ocupantes de la mesa. Sorprendió a este cronista la visión estratégica, tanto de los responsables del Museo como de los cargos electos presentes, con una concepción muy avanzada de lo que debe ser hoy en día un Museo: un lugar abierto al futuro y a la práctica social de la materia museística, los títeres en este caso. Es decir, complementar la exhibición con programaciones, con la esencial participación de las escuelas -se hizo mucho hincapié en abrir el museo y darlo a conocer a los niños -, con trabajos adicionales de investigación, archivo y conservación, sin olvidar la importancia del aspecto histórico y patrimonial de las colecciones, verdaderas obras maestras de arte popular y teatral de la región.
Se explicó que además de las piezas propiedad de la Fundación Ravasio, procedentes del trabajo de Pina y Benedetto Ravasio, el Museo contenía obras de las siguientes familias: Milesi, Cortesi, Lesa, Scuri y Angelini. Esta amplitud de prestaciones garantiza la riqueza de la exposición, y permite ordenar las piezas según temáticas y personajes.
Todos los participantes fueron muy conscientes de la excepcionalidad del momento: dedicar un museo a los títeres de la ciudad y provincia , es reconocer el importante valor artístico, histórico, escénico y patrimonial de los títeres populares, una arte que permite tejer líneas transversales de pertenencia colectiva a través del tiempo y de la geografía. Y por encima de lo local, late en todo el teatro de títeres popular la todavía más importante transversalidad europea, pues los arquetipos polichinescos que representan la mayoría de estos personajes son comunes y se encuentran en todas las culturas del continente. Es decir, un ejemplo de diversidad que une, o de unidad de lo diverso.
Una consideración muy presente en los directores y responsables del Museo, tal como vimos más adelante al entrar en la sala de exposición, al recibirnos un magnífico mapa de Europa con todos los personajes polichinescos representados y una muy buena indicación de su procedencia. En este sentido, los museos tienen hoy en día la responsabilidad de marcar los denominadores comunes de todas estas tradiciones, a fin de tejer las correspondientes redes culturales de la unión europea de la diversidad, que tanta falta nos hacen.
Proseguiremos en ulteriores crónicas a describir el Museo y a hablar de la actuación que pudo verse al día siguiente en la Piazzzeta Santo Sipirito de Bérgamo, del espectáculo de títeres ‘Il mistero del fantasma barbuto’, de Zanubrio Marionetas.