( A galiña dos ovos de ouro, de Art-Monium)
Continuamos con nuestra crónica sobre el Festival Galicreques de Santiago de Compostela, con mención de cinco de los espectáculos vistos: Titiritada Cabaret, Viaje a la luna, de Tries Titelles, Los músicos de Bremen, del Teatro de Marionetas La Estrella, A galiña dos ovos de ouro, de Art-Monium, y Cinco historias para una man, de Spaguetti Títeres.
Titiritada Cabaret.
Pudo verse el viernes 18, a las 22h de la noche, en la Carpa de la Alameda, un espacio protegido de las lluvias que cayeron toda la semana en Santiago, un cabaret de marionetas organizado por las generaciones titiriteras más jóvenes, aunque también actuaron algunos artistas ya avanzados en su edad.
Dio gusto ver a jóvenes actores apasionados por el mundo de los títeres, organizar un programa cabaretero de números cortos y variados, con el encabezamiento de Rafa Rey, en el papel de presentador y jefe de ceremonias, el punto final de Borja Insua, y los dos músicos de La Pelela Títeres, de la Patagonia argentina, Andrés Durán (bandoneón) y Santiago Aguirre (guitarra y canto), encargados de hilar las diferentes secuencias teatrales, tras una fascinante introducción tanguera mientras el público se instalaba en la sala
Rafa Rey, provisto de una inspirada gestualidad y jugando con un sombrero que al agachar la cabeza se convertía en una máscara habladora, introdujo el acto, dando paso a un dúo compuesto por Olaya Suárez y su compañera Laura, encargadas de animar a cuatro manos un muñeco que surge de una simple capa y una lámpara de pie cuya pantalla cónica se convierte en la cabeza del personaje. Interactuaron con un tercer actor, Arturo Carvajo, con escenas muy logradas de un ejercicio clásico al que las cuatro manos de las dos manipuladoras le sacaron mucho jugo.
Actuó luego el grupo Teatro Crudo, de Madrid, Pilar y Carlos hoy instalados en Santiago, con un número de manipulación de piezas de porixpán.
La Historia de un Barrendero fue unos de los momentos álgidos de la noche, a cargo de Mad Compass, con Rafa, Elisa y Matías, un número sobre los deshechos con una especie de monstruo que no es más que una bolsa surgida de un cubo de la basura. Una profesión, la de barrendero, cada día más necesaria en nuestra actual civilización. Los manipuladores, de agraciada y lograda presencia, cumplieron con mucho tino su función.
Mazzu Teatro bordó una actuación de magia muy lograda, y el cocotólogo barcelonés Pep Gómez, figura asaz conocida por la profesión, encandiló a los presentes con sus pequeños números de papiroflexia narrativo/disparatados según el estilo único del que hace gala Gómez, una especie de surrealismo desvergonzado y cargado de disparates y onirismos varios, que sabe reírse del mundo y de sí mismo.
Remató la faena Borja Insua con Barriga Verde, mediante una pieza ejecutada con el arrebato característico del titiritero gallego, en la que la cachiporra pagó su deuda al engreído militarote, que no pudo con el público ni por supuesto con Barriga verde. Los presentes gozamos, como ya es habitual en sus sesiones, con el magnífico himno de la Legión, El Novio de la Muerte.
Viaje a la luna, de Tries Titelles.
En el teatro de la Fundación SGAE de Santiago, pudimos ver otra de las sorpresas del Festival, este homenaje al pionero cinematográfico Georges Méliès realizado por la compañía Tries Titelles, de la localidad de Potries, en la comarca del Safor (Circ de la Safor), provincia de Valencia. Una compañía dirigida por Josep Escribà y muy especial, al estar compuesta por un elenco de unas quince personas, entre actores/manipuladores, tramoyistas, músicos y técnicos.
Ejemplo del rico tejido cultural-asociativo que se mantiene orgullosamente vivo en Valencia, con tanta actividad musical y teatral única, creo yo, en todo el país, la compañía tiene en su haber un espectáculo también realizado con marionetas dedicado a la vida de San Blas, el patrón de la ciudad, que cuenta con una fiesta considerada de Interés Turístico de Valencia y Bien de Relevancia Local. Llamada Porrat de San Blas, se celebra su onomástica en febrero cuando es común que los fieles acudan a la iglesia parroquial para pasar la reliquia del santo, allí conservada, por la garganta, al ser la especialidad del santo protegernos de las afecciones de garganta.
En Santiago presentaron un espectáculo en el que se reproducen los fotogramas enteros de la película de Méliès Viaje a la luna pero con decorados reales, obra del reconocido artista valenciano Federico Romaguera, de una gran belleza y preciosa factura, que se van sucediendo al avanzar la historia, siendo los personajes unas marionetas de varilla e hilo que recuerdan a los Tirisiti, la tradición local titiritera hoy mantenida en Alcoi con su Belén del Tirisiti, tanto por el formato de los muñecos como por la voz, pues hablan con la misma lengüeta o silbato que se usa en Alcoi, y con el mismo ritmo e intencionalidad cómica. La única diferencia es que aquí se manipulan desde arriba y no desde abajo, como es el caso del Belén.
Un gran logro es esta combinación de elementos inspirados en la tradición local con un teatro de corte clásico de decorados y elementos plásticos móviles, y una temática como es el primer cine de la historia, que tan cercano estaba de los espectáculos de sombras y de marionetas de la época, que solían representarse en los mismos barracones ambulantes.
Verdadero bombón titiritero, a caballo entre la tradición de los títeres populares y el refinamiento plástico de una arqueología teatral a la manera de los clásicos teatrillos burgueses de primorosos decorados y muchas manos, el Viaje a la Luna de Tries Titelles sorprendió a profanos y entendidos, un verdadero lujo que los espectadores de Santiago supieron apreciar y aprovechar al máximo, llenando todas sus sesiones. ¡Chapeau!
Los músicos de Bremen, de Teatro de Marionetas La Estrella.
En la Carpa de la Alameda, tras varias actuaciones en localidades periféricas de Santiago, pudimos ver este espectáculo de La Estrella de Valencia, uno de los clásicos de la compañía, del que ya hablé en una anterior ocasión (ver aquí).
Fue reconfortante ver el retorno de Maite Miralles a los escenarios, tras la muerte de Gabi Fariza en septiembre, y verla en forma y bien decidida a enfrentarse a los retos de la vida y de la compañía de la que es y ha sido el puntal plástico-artístico. Junto a ella, actuó su hijo David Fariza, demostrando ambos el gran oficio que la compañía ha alcanzado tras tantos años de luchas y experiencias de todo tipo. Los músicos de Bremen atraparon al numeroso público que abarrotaba la Carpa, en un último domingo del Festival sin lluvia,
Con sus cambios constantes de personaje gracias al uso de las máscaras y una gestualidad basada en el clown, la obra adquiere un ritmo trepidante, con las voces siempre impecables de ambos titiriteros, sus hermosos y funcionales títeres, y un doble lenguaje dirigido tanto a los niños como a los mayores. Como dije en una anterior ocasión:
‘La Estrella no se contenta con un argumento fácil, sino que da vueltas al tema de los Músicos de Bremen, una obra de rabiosa actualidad que hace referencia a la necesidad forzosa de migrar y al mal recibimiento que sufren. Se cambia la casa de los bandidos por la casa de unos cochinillos, con lo que se introduce el elemento disparatado de los cerditos en la historia, del que los titiriteros valencianos le sacan un gran provecho’.
Los aplausos del público y la avalancha de niños que acudieron al escenario al acabar la obra, indicaron el éxito rotundo de La Estrella.
A galiña dos ovos de ouro, de Art-Monium.
Y mientras La Estrella cerraba sus sesiones en Santiago en la Carpa, en la misma Alameda, junto a su hermoso Quiosco de Música, se preparaba un ser estrafalario y sorprendente, una gallina de más de dos metros de alto, que por lo visto era la de los huevos de oro.
Cubierta con hojas de castaño en vez de plumas, obra del director-actor y titiritero Topo Vidal, la gallina tiene por misión pasearse por la calle con unos músicos que la acompañan bien armados de tambores y gaitas, mientras va soltando sus huevos de oro, de profundo sabor a naranja, que se reparten entre el público.
Una forma de pasacalle en la que se da a esta simpática ave doméstica todo el protagonismo que merece. Hermosa e impactante, la gallina se paseó por las calles de Santiago anunciando a las familias que llenaban a aquellas horas del domingo la ciudad, los restantes títulos por verse del Festival.
Una imagen, la de la gallina, destinada a quedarse por mucho tiempo en las retinas sensibles de niños y padres.
Cinco historias para una man, de Spaguetti Títeres.
También en la carpa, pudimos ver por la mañana a la compañía de Galicia Spaguetti Títeres, compuesta por el veterano titiritero Arturo Pérez Cabral y el joven Ton Arenas, con un espectáculo sin palabras titulado Cinco historias para una man. Cinco obritas escritas por este gran titiritero argentino que es Guaira Castilla, hoy asentado en su ciudad natal, Salta.
Cinco historias, que en realidad se concretaron en cuatro: O soño, A Goteira, Historia con flores y O impó. Cuatro pequeñas joyas que los de Spaguetti interpretaron con sabia delicadeza, como es propio en obras que buscan sobre todo ese humor poético y refinado que caracteriza el trabajo de Guaira Castilla.
Se dice rápido, pero no es nada fácil lograr el temple necesario en la manipulación para refrenar los siempre demasiado excitados ímpetus de los titiriteros, especialmente los poseídos por el nervio ibérico. El estilo de estas obras nos habla de una visión distanciada e irónica del mundo, que Arturo Pérez Cabral ha hecho suya, como si fuera uno de esos gallegos que, tras viajar por todo el mundo, regresa a su aldea y se dedica a la contemplación alejada de la vida y sus avatares, con una silenciosa sonrisa colgado en los labios. Un estilo que ha sabido transmitir a Ton Arenas, titiritero de Madrid afincado en Galicia que demostró en su espectáculo solista con la compañía Mircromina el buen dominio que tiene del oficio.
Precioso fue el episodio A Goteira, convertido en un pequeño concierto de percusión, lo que eleva la acción hacia una refinada poética de la pobreza. Cada una de las historias nos sumerge en pequeños mundos de imposibles y de poéticas sorpresas, como el dedicado al hipo, de un humor sedoso de arrulladora risa.
Un espectáculo que gustó mucho al público y encandiló a los titiriteros asistentes.