(Feria de los Imposibles, de Civi Civiac)
Concluimos con esta crónica el repaso a los distintos espectáculos que pudimos ver (no todos, por supuesto) en el Festival Internacional de Teatro de Feria de Zaragoza, durante las Fiestas del Pilar 2019, más conocido como Parque de las Marionetas que tiene lugar en el Parque Grande José Antonio Labordeta (para ver todas las crónicas, clicar aquí).
Micro-Shakespeare, de Laitrum Teatro.
He aquí una propuesta ideal para el Parque de las Marionetas, al encajar como anillo al dedo con la concepción de teatro de feria que el Festival quiere dar al conjunto de los espectáculos ofrecidos. Hemos dicho espectáculos, pero en realidad Micro-Shakespeare está constituido por cinco pequeños teatrillos para instalar en un espacio abierto en el que una persona del público hace de intérprete, y una o dos más hacen de espectadores. Cada caja contiene una obra distinta de Shakespeare: Hamlet, Macbeth, Romeo y Julieta, La Tempestad y Sueño de una Noche de Verano.
Quién manipula e interpreta con los objetos que hay en la caja-escenario, sigue las estrictas instrucciones de un audio que sólo él escucha. Los que asumen el rol de espectadores, escuchan otro audio en el que se les explica una destilación radical de la obra a través de objetos y con los movimientos ejecutados por el manipulador.
Los autores de la propuesta, el clown Toti Toronell y el artista visual Quim Domene, llevan ya una larga trayectoria en este tipo de trabajos, lo que explica la sofisticación de Micro-Shakespeare. La actual propuesta es fruto de un encargo recibido por el National Theatre of Great Britain para su festival ‘Watch this Space’.
Tendríamos que remontarnos a la histórica compañía Assondelli e Stecchetone, una de las pioneras del teatro de objetos en Europa, para encontrar antecedentes a este tipo de trabajo, tan cercano a su vez a las cajas Lambe-Lambe, hoy con tanta predicación (ver aquí), aunque en la modalidad practicada por Laitrum se consigue una muy interesante interacción entre los espectadores participantes.
Con Micro-Shakespeare, Toti Toronell y Quim Domene han sofisticado las cajas interactivas a cotas muy altas, ofreciendo un producto idóneo de entretenimiento que aúna el juego participativo con la historia del teatro y la literatura dramática vista a través de los objetos. Durante su estancia en el Parque Grande de Zaragoza, Laitrum Teatro, con la asistencia de los dos actores-ayudantes Jordi Borràs y Txell Bosch, ha tenido una colas enormes de familias y espectadores de todo tipo ansiosos de conocer los misterios ejecutantes de un teatro que aún haciéndose a la vista de todo el mundo, sólo es perceptible por los que oyen sus audios y los aplican. Yo mismo visioné el teatrillo de Hamlet, quedando muy satisfecho de la experiencia y con ganas de asistir a las demás representaciones.
El Princi-Pato (El príncipe envidioso) de Marmore/Panduro.
Presentado en la Carpa Bagdad, el barracón más grande del Parque, la obra que tuvo el honor de ganar el premio al mejor espectáculo, llevaba por título El Princi-Pato (El príncipe envidioso), una colaboración de las dos productoras extremeñas Marmore y Panduro con la Junta de Extremadura, y con la dirección escénica de Ález Díaz.
Dos actrices fueron las agraciadas intérpretes manipuladores de la obra, Ana García y Nuria Cuadrado, quienes, aún siendo la primera vez que movían títeres, bordaron su actuación gracias a sus buenas dotes teatrales y a ser exquisitamente sensibles a la ‘alteridad’ que requiere la manipulación de títeres, esos dobles-otros que exigen protagonismo.
En el Parque de las Marionetas vimos una reducción de la obra, de modo que la hora que debe durar en su versión original, se quedó en los veinte minutos de rigor que exigen las barracas de feria. Esta compresión, muy bien ejecutada por los responsables del montaje, puso una lente de aumento en lo que podríamos llamar los ‘trazos elípticos’ de la obra, que en su normal despliegue aparecerían en dosis pautadas y reducidas, y aquí las vimos aumentadas por el efecto de compresión. Este aumento de lo invisible se manifestó en una simplificación de las causas y los porqués de acciones y desenlaces, priorizando por ejemplo los aspectos más sentimentales del argumento, una pequeña distorsión que sin embargo no fue óbice para que el público siguiera encantado la trama de la historia, con el súbito cambio del príncipe impertinente a príncipe educado y por fin presentable en sociedad.
La entrega de los espectadores fue total, atrapados por la simpática historia y por el buen hacer de las dos actrices, más una muy cuidada dirección escénica de las mismas. Los aplausos así lo testimoniaron.
Menudos cuentos, de Maricuela.
María Molina es la actriz y clown que se esconde bajo el nombre de Maricuela, una increíble contadora de cuentos provista de una gracia, frescura y desparpajo que desde el primer minuto se pone al espectador en el bolsillo. La base es la gran presencia que tiene, con una expresión que se ríe de sí misma y del mundo entero, o al menos esta es la imagen que nos da.
Pero lo más bonito es ver como entra en el mundo mágico y absurdo de los cuentos con una normalidad apabullante, como si estar en estos espacios de ambigüedad entre lo real y lo imaginario fuera lo más normal del mundo, un estado de cada día. La conexión con los niños es inmediata y los mayores nos dejamos llevar a este plano de tensiones contradictorias con ganas, ansiosos como estamos siempre de salir de la realidad banal/racional y entrar en lo absurdo de lo poético, y viceversa.
Luego Maricuela abre una maleta y nos parece lógico que de ella vayan saliendo cuentos, objetos disparatados pero de rotunda normalidad para los niños, canciones que surgen llenas de espontánea frescura, y personajes siempre vivos, como todos los objetos que saca.
Las abuelas que asistían a la representación, junto con los niños, fueron quizás las que más gozaron de la misma, riéndose a carcajadas en unos casos, o cantando las viejas canciones con una seguridad total en las letras. Los demás vivimos asombrados aquel viaje a los mundos mágicos de los cuentos.
El mismo asombro parecía sentir la propia artista, la actriz María Molina que, al final de la representación, quizás se preguntaba quién era esa Maricuela que la había transportado donde los cuentos nacen y los niños se sienten tan cómodos…
La Feria de los Imposibles y la Carpa de Magia, de Civi Civiac.
Cada año los asistentes al Parque de las Marionetas pueden deleitarse en la agradable zona sombreada por un bosquecillo de pinos, con la presencia de la pequeña carpa del mago aragonés Ismael Civiac. Allí ofrece espectáculos con el público instalado en gradas que semejan las de un pequeño circo de bolsillo, abierta por arriba.
Y junto a la carpa, siempre suele disponer Civi Civiac de un conjunto de instalaciones para el solaz de grandes y mayores, una feria de maravillas o de Imposibles, como ha sido este año. Pequeñas atracciones donde se distorsiona la percepción -espejos cóncavos, convexos, fragmentados- y donde padres y niños pueden experimentar con distintas opciones. Una mano que surge de una caja te invita a que tú le des la mano, y al hacerlo, se levanta solo un sombrero que hay encima de la caja. Sorpresas y maravillas para todos los gustos.
Lo interesante es el universo que se crea en la esplanada de los pinos, entre las funciones de magia y las maravillas de lo Imposible. Supe en esta ocasión que Ismael Civiac proviene de un importante linaje de magos, pues sus padres, Eduardo Civiac y Estrella Lordán, fueron artistas de escenario ejerciendo de magos por todo el país y el mundo entero, colegas de otros artistas como el faquir Kirman, el gran Li-Chang, Juan Tamariz, Enric Magoo o Sindra Khan, entre otros muchos. Hoy, Ismael y su hermano David, con la ayuda siempre de sus padres, jubilados pero prestos a crear nuevos trucos y nuevas maravillas imposibles, continúan la labor familiar ampliándola con estas aportaciones de Feria tan logradas.
Los resultados son excelentes y el futuro sólo les puede deparar fortuna y nuevas maravillas.