(Fotografías de Enrique Lanz)
Hace exactamente 15 años, un dieciséis de diciembre del año 2004, se estrenó en el Gran Teatre del Liceu de Barcelona Soñando el Carnaval de los Animales, espectáculo de gran formato de la compañía granadina Etcétera, coproducido con este teatro y que contó con el apoyo de la Junta de Andalucía.
Una década y media después esta obra se sigue programando en los principales teatros de España. El pasado domingo 9 de diciembre se presentó en el Auditorio Municipal de Girona dentro de la programación de Temporada Alta, el Festival de Artes Escénicas de Girona y Salt.
El éxito de esta obra responde a la armonía de todos los elementos que la componen. Enrique Lanz consigue hilar una dramaturgia y ordenar una puesta en escena idónea para captar el interés de un público diverso, y, además, logra sostener un equilibrio perfecto entre todos los recursos escénicos y la interpretación de la suite musical “El Carnaval de los animales” de Camille Saint-Saëns.
Llegamos al teatro y la obra ya se ha iniciado, de forma discreta, el movimiento en escena nos indica que los músicos están preparándose para empezar un concierto. Dudamos, ¿ha empezado? Y este enfoque del inicio del espectáculo nos permite familiarizarnos con el sonido de los instrumentos musicales y sus intérpretes.
La iluminación también entra en el juego y sin que casi podamos percibirlo, ya estamos dentro de una historia. Aparece un fauno bebé, y escuchamos el “Preludio a la siesta de un fauno” de Debussy. Es a través de este personaje mágico que nos vamos adentrando en un sueño fantástico.
Este personaje, cuyo cuerpo está a medio hacer, conmueve y enternece, y con esa dulzura que evoca, nos dejamos llevar por diferentes escenarios donde aparecen animales a escala real que no dejan de sorprender por su naturalismo. Sin embargo, estos personajes conocidos por toda la audiencia son tan “reales” gracias a ese espacio que deja la puesta en escena para imaginar. El espectador disfruta no sólo de un concierto sino de una dramaturgia que lo interpela y lo invita a completar con su ingenio lo que vemos. Con toques de humor, disfrutamos de un recorrido por mundos singulares, incluso conseguimos estar debajo del agua y conocer sus acuáticos habitantes.
Un punto fuerte del espectáculo es la facilidad de los músicos para estar en escena y formar parte de la acción. Son todos ellos, once en total, quienes acompañan al fauno en su fantasía, y quiénes viven aquello que él sueña. La relación de los músicos con los títeres es orgánica y la fluidez de la puesta en escena se nutre de la interpretación musical que marca el ritmo de cada acción.
La iluminación es otro elemento clave, diseñada por María Doménech. Soñando el Carnaval de los Animales, demanda perfección y detalle en la iluminación de los títeres, además de invisibilidad para quienes los manipulan, de esta forma los personajes se mueven ante nuestros ojos, pero no conseguimos discernir el trabajo riguroso de los titiriteros que hay detrás de ellos.
La imaginación de Enrique Lanz, como la del fauno, no tiene límites, y aquello que resulta espectacular es el resultado de un pensamiento artesano que combina y coordina una música sublime con movimientos de poleas, cuerdas, contrapesos, y esa capacidad de coreografiar los movimientos de dieciocho personas en escena.
Soñando el Carnaval de los Animales, cuyo proceso de creación tuvo una duración de año y medio, es el resultado de una investigación en búsqueda de nuevas técnicas y lenguajes escénicos, que sin duda no serían encontrados sin un conocimiento profundo de la poética de los títeres, un teatro que hace posible lo imposible. Este montaje está provisto de todos los ingredientes para seguir en escena y convertirse en un referente para futuras generaciones de titiriteros.