(Mariso García, con un personaje de ‘Huellas’)
Es preciso detenernos, en la serie de entrevistas realizadas para el Estudio del Sector del Teatro de Títeres, Visual y de Objetos, en aquellos titiriteros y titiriteras que pertenecen hoy a una generación que podríamos definir como de una primera madurez, es decir, jóvenes aún pero ya con más de veinte años de experiencia y que han llegado a la madurez del oficio, con todavía una larga carrera por delante.
Es el caso de Mariso García, de la compañía Periferia Teatro de Títeres, que ocupa un magnífico lugar en el ecosistema titiritero de las regiones levantinas, y en especial de la Comunidad Autónoma de Murcia. Una región que, como veremos a lo largo de esta entrevista, goza de unas peculiaridades únicas, caracterizadas básicamente por una buena presencia de compañías, un festival importante, unos altos índices de actividad, una calidad arduamente conseguida en el aprendizaje de los años, y un muy bien nivel de sintonía personal de sus participantes, que ha hecho posible que Murcia sea la única ciudad del país que dispone de un festival organizado por la Unima local desde hace ya… ¡18 años!
Es necesario citar aquí a los pioneros de esta realidad hoy asentada y reconocida: la compañía Los Claveles, de Paca García y Aniceto Roca, que empezaron su andadura primero con la compañía La Bicicleta y luego ya con la actual Los Claveles, dos personajes históricos claves para entender la historia murciana de los títeres, figuras a las que esperamos en breve poder dedicarles nuestra atención. Y junto a ellos, dos titiriteros de Barcelona que llegaron a Murcia en los años 80 para quedarse y animar con su presencia el entonces incipiente panorama de la región: Juan Manuel Quiñonero, creador de Periferia Teatro y pareja de Mariso García, y Luís Ferrer, de la compañía Títeres Tiritando.
Dicho esto, vamos a centrarnos en el personaje epicentro de esta entrevista, Mariso García, quien, junto con Quiñonero, son los artífices de los distintos espectáculos que Periferia ha ido creando a lo largo de las últimas décadas, con numerosos premios a sus espaldas y atractivas giras internacionales.
Habría que indicar aquí el buen gusto y la delicadeza con los que Periferia presenta sus espectáculos, una realidad que les ha permitido actuar con gran éxito en los más importantes festivales del género en todo el mundo. Espectáculos como Vuela Pluma, Huellas, Pingüin, Guyi Guyi, para solo indicar algunos, son ejemplos de este estilo primoroso y sensible, capaz de gustar a niños y mayores por un igual. Junto a las ideas y a los guiones, siempre muy medidos y pensados, brilla la delicadeza y la sensibilidad de la manipulación, una tarea en la que suelen estar la misma Mariso García junto, en los últimos espectáculos, a Iris Pascual, pues hace tiempo que Juan Manuel Quiñonero dejó el trabajo de escenario para dedicarse a la dirección y la construcción.
Los Orígenes
TR- Le pregunto a Mariso por sus inicios en el teatro.
MG- Empecé a hacer teatro, como actriz en proyectos que podríamos llamar ‘de vanguardia’, allá en los años 80, con 16-17 años, en Murcia, la ciudad donde nací.
El interés por los títeres, en mi caso, se manifestó a partir de la llegada de gente de Barcelona a Murcia, concretamente la de Juan Manuel Quiñonero y Luís Ferrer (ambos llegados en 1984), que se instalan aquí. Juan Manuel Quiñonero venía directamente de la Escuela de Títeres del Institut del Teatre de Barcelona, que dirigía entonces Josep María Carbonell, con Andreu Vallvé y más tarde con Alfred Casas.
Estudié interpretación en la Escuela de Arte Dramático de Murcia, que entonces daba interpretación y dirección, es allí también donde conocí a Dora Cantero, que estudiaba dirección.
A los títeres me acerco bajo la mano de Luís Ferrer, que me ofrece trabajar en su compañía con marionetas de hilo, a mis 18-19 años, cuando ya llevaba unos cuantos haciendo teatro. Entré directamente sin saber nada, como se solía hacer en aquella época. Recuerdo que junto a Luís estaba un gran artista, Pedro Gálvez, titiritero, actor y director, autor de unas marionetas muy bonitas, con varilla en la cabeza, y allí empecé. Me viene a la memoria una de sus marionetas, con un hermoso y muy trabajado vestido lleno de espejitos. Cuando los focos le daban en según qué posición, la luz se reflejaba por todo el teatro, creando una bonita metáfora del corazón partido, algo que me enganchó.
Después, me llamó Juan Manuel, entonces creador de sus marionetas e intérprete, para trabajar con Periferia. Nos fusionamos con mi compañía, que se llamaba Skándalo Teatro, para hacer teatro de calle con marionetas. Así empezó nuestra andadura.
No sería hasta más tarde, ya en 93-94, cuando empiezo a formarme con más profundidad e intención, en el terreno de los títeres. Básico para mí fue el curso que hice con Margareta Nicolescu, en Valencia. Allí conocí al sector valenciano, muy importante para nosotros, pues siempre ha tenido un gran dinamismo, personas como Alberto Cebreiro, Edu Borja, Empar Claramunt…, esenciales en mi formación. Por otra parte, el curso con Nicolescu fue un antes y un después, pues allí aprendí nuevos enfoques y maneras de entender el teatro de títeres. Igualmente, nos dio unas herramientas indispensables para la dirección y para la dramaturgia de los títeres. Aún hoy pienso en cosas que me decía.
También me influyó mucho ver en Sevilla a la compañía Bululú, del argentino Horacio Peralta, y al gran Dondoro, de Japón. Quedé literalmente fascinada, y me dije, eso es lo mío.
Bambalina ha sido otra compañía fundamental para mí, con el Quijote vi por primera vez eso de salir del retablo, y jugar con la doble imagen de la marioneta y el actor, algo que encontré fascinante. Los Policarpo fueron muy innovadores y unos referentes para la región. Por no hablar del curso que hice en el TOPIC de Tolosa con Neville Tranter, de la compañía holandesa Stuffed Puppet. Fue brutal.
Yo debo decir que sigo en la escuela, intento cada año hacer uno u otro curso. Ahora mismo, antes de la pandemia, estaba en Barcelona en un curso con Xavi Bobés en la Sala Beckett, una maravilla, donde descubrí una amplitud conceptual tremenda.
He hecho cursos también con Stephen Mottram, un maestro genial, con Natasha Belova, y con la compañía Arketal de Marsella, de cuya práctica salieron los muñecos del espectáculo Huellas.
TR- ¿Cuándo fue tu entrada más decisiva en la creación?
MG- Fue en el año 92, con un espectáculo que marcó un cambio en la compañía, Viaje al Corazón de la Tierra, una obra que duró diez años, con este trabajo empezamos a ser más conscientes, más profesionales, a buscar la excelencia, a tener más en cuenta al público.
Quizás la obra más emblemática y que nos dio a conocer en circuitos más amplios e internacionales, fue Pingüin. Con él actuamos mucho en Cataluña, recorrimos el mercado nacional y el internacional. Bélgica, Méjico, Colombia, recibimos muchos premios con Pingüin. Eso fue en el año 2000. Todavía lo hacemos ahora, un montaje que ya lleva 20 años encima.
Cada producción es diferente. Últimamente hemos trabajado con colaboradores externos. En Guyi Guyi, Huellas y Vuelpluma trabajamos con un gran artista plástico de nuestra región, Alfredo Guillamón. En la cuestión sonora, ha sido fantástica la colaboración con el gran músico Pedro Guirao.
Dora Cantero, con la que tenemos muchos puntos en común, entró en la obra Poco Sueño, en 2005, como intérprete, con la que nos dieron el premio Fetén ese año. Dora estuvo ocho años en Periferia, coincidió también con el período en que yo estuve embarazada. Con ella hicimos una larga gira de un mes en Japón, invitados por el Teatro Puk, con el espectáculo Guyi Guyi.
TR- ¿Cómo ves el actual momento de los títeres en relación a otras épocas anteriores?
MG- Lo que veo es que ahora se ha enriquecido mucho el mundo de los títeres, quizás por ese proceso general de la globalización, que nos da a conocer tantas cosas de todo el mundo, tantos estilos diferentes, técnicas, posibilidades. Cuando empecé, todavía en Murcia vivíamos bajo la inercia de una dictadura, pues los cambios y las nuevas iniciativas que surgían en las grandes capitales aún no habían llegado. Entonces, en Murcia, sólo estaban Los Claveles, que empezaron a partir de un curso que organizó Alberto Cebreiro. Allí empieza la Bicicleta que luego se convertiría en Los Claveles. Más tarde llegaron Juan Manuel y Luís Ferrer de Barcelona. La llegada de Joan Font, de Comediants, que hizo un curso en Murcia, hizo que se apuntaran personas tan valiosas como Ángel Salcedo, Carmen Navarro, gente que venía de la Universidad.
Cómo te decía, entonces aquí no había nada, el teatro de títeres era muy precario, ahora la creatividad se ha disparado, existen muchos más espacios, eventos consolidados, como el Festival y diversas programaciones, y el teatro de títeres se ha abierto a otras artes, bebe de otras fuentes, el arte plástico, la música, la danza….
También se ha creado un público con los años que antes no existía. El Festival ha hecho mucho en esta cuestión. Creo que los titiriteros hoy somos muy conscientes de esta enorme abertura que caracteriza nuestra modalidad teatral, la generación que viene mama de esta abertura y busca otros caminos. Surgen ahora muchas nuevas compañías con una inquietud grande.
Hoy mucha gente llega ya formada, proceden de las escuelas de teatro, así como de otros mundos, otros lenguajes. Veo una creatividad potente, mucho más que cuando empecé.
Los Circuitos
TR- ¿Cómo está el tema de los circuitos en Murcia?
MG- Tras el colapso que representó la crisis del 2008, por la que, aquí en Murcia, llegamos a una situación insólita de presupuesto cero, las cosas han ido evolucionando para mejor desde entonces. Hay que decir que ello ha sido posible por el compromiso de las compañías y por el hecho de habernos asociado y haber peleado por ello.
Para nosotros, las crisis han sido siempre unos acicates que nos han hecho crecer y madurar, por pura supervivencia. En el 93, después de la Expo, nos obligamos a salir fuera, donde aprendimos muchas cosas. Igualmente, tras el 2008, en que no existía ninguna ayuda de ningún tipo, nos vimos obligados a salir, a buscarnos la vida, y especialmente buscamos cómo conseguir que el espectador saliera de la obra contento, satisfecho, con ganas de más. Entonces, la creatividad se agranda, tienes que afinar sí o sí. Las dos crisis nos obligaron a crecer. El hecho de no tener ayudas, de estar incómodo, te obliga a salir de ti mismo, a buscarte la vida.
Esta crisis del Covid-19 es diferente. Nos hemos quedado sin público, ¡ha desaparecido! Esto es algo que no conocíamos. Habrá que ver si esta crisis viene para quedarse… Y ahí estamos, inventando ya. Buscando soluciones para sobrevivir. Para ello, considero que tenemos buenas herramientas, los titiriteros somos capaces de inventar y crear mundos diferentes y vivir de ellos. Esto es algo insólito, muy importante y que tenemos que valorar.
Los circuitos… En el teatro no somos ajenos a lo que ocurre alrededor. Hubo una época en la que los grandes intermediarios se hacían con todo. De algún modo, tuvimos que luchar, pues los circuitos estaban en manos de unos pocos. Esto se empezó a revisar.
Con la crisis del 2008, la bajada fue brutal, muchas compañías desparecieron, en el mercado del teatro no se daba margen a la experimentación, al riesgo, a la prueba-error. También pasó con los investigadores, que tuvieron que salir del país. Es algo que ocurrió en toda España.
Hubo también una especie de censura que allanó los contenidos. Un ejemplo claro fue el episodio de los titiriteros presos en Madrid. A nivel social, no se podía hablar libremente, era una censura que se respiraba en el ambiente, los maestros, programadores, en las familias, las instituciones… ¡Cuidado con lo que dices, que no se me queje nadie, no vaya a tener problemas!, decían o pensaban muchos de los responsables de las programaciones.
Todo eso es por supuesto fruto de la polarización política que se vive en el país. He trabajado mucho en el País Vasco, y recuerdo que en un momento cuando estaba tan polarizado, por la cuestión de ETA, que no se podía hablar. Esto está pasando ahora con la realidad política que estamos viviendo. Ha ido a más. A mí me gusta hablar, y noto que la gente se está polarizando, y eso hace que la libertad de expresión baje. En Cataluña también ocurre. Antes se podía hablar de todo, ahora tienes que mirar alrededor para ver quien hay, pues en seguida te señalan…
Los Festivales
TR- Hablemos ahora de los Festivales. ¿Qué importancia y qué valor les das?
MG- Los festivales de marionetas son muy importantes. Cayeron algunos con la crisis, pero hubo un gran momento y la mayoría se siguen manteniendo. Es básico para nosotros que la población pueda ver los espectáculos nuevos y de calidad, y para eso están los festivales. Atrapar a gente de la calle que no van a un teatro para ver títeres, es fundamental. En Murcia, con la experiencia de 18 años del Festival, puedo hablar de ello, y la realidad es que me voy encontrando que en cada edición hay un público nuevo que incluso no es de teatro, que acude para ver espectáculos de marionetas y que se sorprenden de encontrarse con lo que hay. Podemos decir que aquí se ha creado un público. Ahora hay programadores que programan títeres para adultos o para escuelas o familias, fuera del Festival. Y con la creación de programaciones estables, se potencia al festival. Aquí se ha conseguido. Frágil como todo, pero real y tangible.
Existe hoy una red de siete teatros de la ciudad más el Auditorio, todos muy proclives a nosotros. Hay una complicidad con ellos, el Festival está abierto y muy unido a la ciudad y a sus instituciones. Viene gente de las escuelas de teatro. Llenos de 100% en las últimas ediciones. Salas privadas y públicas, como Pupa Clown, un teatro de cabaret de la periferia llamado “La Madriguera”, el Teatro Circo y el Teatro Romea, también participa, y luego la red de los seis auditorios, en los pueblos anexos, las pedanías, y cinco ayuntamientos en la región que también participan en el Festival. Igualmente hacemos cosas de calle, que estamos consolidando.
El Festival lo ha conseguido. Quizás ha ayudado que sea en una ciudad pequeña como Murcia.
Todo eso comenzó hace años con los Viernes Títeres, cuando aún estábamos en la Unima Valencia, una programación hecha con nuestro esfuerzo, cada viernes una sesión para escuelas y luego para público abierto. Éramos los mismos que ahora: Paca y Aniceto, Ángel Salcedo, Carmen Navarro, Luís Ferrer, Juan Manuel y yo… Esto duró ocho años, y por aquí pasó toda la profesión del país. Esto nos enriqueció y ya creó un público. Un germen de lo que sería luego el Festival. Ocho años más los dieciocho del Festival de programación regular. Este es el gran logo que hemos conseguido desde la Unima Murcia, un verdadero sello.
Por suerte, lo importante son las personas, no los partidos. Aquí, aún gobernando la derecha, se ha declarado hace poco la Cultura como Bien de Primera Necesidad, y lo ha hecho un ayuntamiento del PP. Hemos conseguido, ahora con el COVID-19, mucho apoyo local, del Ayuntamiento y de la Autonomía, logros conseguidos gracias a la asociación profesional de Murcia: hemos creado una comisión de emergencia, y no hemos parado ni un solo día. Sin Murcia Escena, que agrupa a todo el sector del espectáculo de la región, no habríamos logrado todo lo que hemos conseguido.
Regresando al Festival, hemos organizado talleres de formación desde el mismo, en determinados momentos, algo que nos gustaría retomar, pues aquí no hay ninguna escuela. Y lo bueno es que nos lo pide gente de Bellas Artes, de Arte Dramático y de Artes y Oficios. De hecho, con esta última escuela desde Periferia hemos realizado un acuerdo de colaboración para que los estudiantes que lo pidan puedan acudir a nuestro taller.
Sobre los festivales, yo tengo la suerte de haber actuado en casi todos y por ello he conocido la gran diversidad de los que hay. Me gustan mucho los que apuestan por lo popular, es decir, que implican a la gente de la localidad, como pueden ser los de Segovia, Redondela, el Titirijai, el Parque de las Marionetas de Zaragoza, todos ellos muy populares, y cada uno con su personalidad propia. Lo bueno es que inciden en la realidad especial de cada lugar. Cuando esto sucede, es fantástico, como recuerdo haber visto en Redondela, donde todo el mundo lleva con orgullo la camiseta del Festival.
Sobre las ferias, son importantísimas para el sector, aunque a veces crean sentimientos encontrados. Son muy necesarias de cara a los profesionales, pero también a veces no se entiende porque a los artistas se les trata laboralmente de manera diferente a los que tienen poder de compra, con el argumento de que es un sitio para vender. No me gusta que haya diferencias, ciertas condiciones de trabajo, no las apoyo. Creo que deberíamos sentarnos juntos artistas, programadores y distribuidoras, para encontrar puntos en común, conseguir eficacia y que no se deje atrás a nadie, afín de lograr que las ferias sean de verdad un mercado donde se compran los espectáculos. Veo que se está trabajando en este sentido y que cada vez más los profesionales del sector lo tienen mas claro.
La Formación
TR- Hablemos ahora sobre la Formación.
MG- Creo que lo bueno sería usar las estructuras ya existentes de las escuelas de teatro, y crear un apartado específico dedicado al teatro de títeres, de objetos o visual, como hubo y creo que aún existe en el Institut del Teatre de Barcelona, con una línea específica para nuestra especialidad.
En Murcia hay una Escuela Superior de Arte Dramático, donde aún no se enseñan los títeres ni el teatro visual o de objetos, pero estamos, creo, a punto de conseguirlo, de que haya una formación de títeres. Para eso el Festival ha sido muy bueno, los profesores vienen y quieren que eso entre en la escuela. Tarde o temprano va a caer. Yo di un taller que duró un cuatrimestre, de allí salió gente joven con ganas de marioneta, pero no se abren plazas. Durante un tiempo, hubo profesionales en activo que iban a dar pequeñas clases, eso fue muy interesante, entramos varios, luego desapareció. Eso fue muy bueno.
Si no hay formación, no hay regeneración, y sin eso, nuestro arte muere.
También se ha hablado con Bellas Artes y con Artes y Oficios. Con esta última escuela, hemos abierto una línea para trabajos de fin de carrera, en la que las empresas como nosotros pueden participar. Estamos estudiando un convenio para que vengan a hacer el trabajo de fin de carrera en nuestro taller.
Fíjate en el caso de la Escuela de Teatro de Albacete, que duró apenas 4 años, y lo fantástico que fue, con toda la gente que salió de allí, pero ya no hay nada.
Yo muchos años di clases de teatro, de interpretación, a gente joven, y luego a profesionales. También me pidieron que enseñara en la línea de marionetas. Pero yo sola no puedo. Si hay una institución que nos llama, esto sería lo ideal y necesario. Creo que estamos a punto de que esto empiece a suceder.
Las escuelas de verano de la Unima son muy importantes. Creo que deberían abrirse a la gente de teatro. Como en el curso que hice con Xavi Bobés, en el que todos los participantes venían de otras disciplinas escénicas y plásticas.
Como también es importante que haya artistas de otras disciplinas que vengan a enseñar en nuestro campo, esto nos enriquece, y más ahora, que vamos a necesitar más la imagen, lo visual.
Y en Murcia, tenemos muy buenas compañías que podrían participar en todas estas operaciones. Fíjate ahora el magnífico trabajo innovador que ha hecho Jesús Nieto de Onírica Mecánica en La Abadía de Madrid.
Museos
TR- Sobre los museos, ¿cómo los ves?
MG- Son necesarios, sobre todo cuando están vivos. Una referencia es el TOPIC. El TOPIC hace mucho para el desarrollo de la marioneta a todos los niveles.
Cuando estuve en el Museo Gadagne, de Lyon, en Francia, me gustó mucho una parte que tenía que no he visto en otro lugar, una especie de interacciones por las que, a través de unas pantallas, tu agarrabas un títere o un objeto, y un actor te proponía un juego, algo que tenía que ver con la manipulación, había objetos más abstractos, otros más realistas, cada video era como una pequeña clase, me pareció muy divertido. Aparte de la recopilación histórica que presentaba, que es necesario, por supuesto, como patrimonio cultural, conservarlo, exhibirlo y explicarlo bien.
En Toulouse, en un pueblo, durante el Festival Marionetissimo, vi una gran exposición de marionetas de sombras, que me impresionó. Una casa museo dedicada a las sombras. Ver cómo el chico que nos hizo la visita guiada iba explicando la evolución de este tipo de teatro, fue algo maravilloso, porque había alguien que te lo hacía vivir.
Lo importante es llegar al público, para que el museo no sea una vitrina quieta, no puede ser un museo arqueológico, tiene que tener vida. Los museos tienen que tener teatro y creación, un programa que forme jóvenes, trabajos para gente mayor, que el museo se abra a todos los sectores, aparte también del atractivo turístico que pueda tener, como pasa con el TOPIC de Tolosa.
También el Museo de Lisboa me pareció muy bonito. Lo visité en agosto y me impresionó mucho. Una colección de marionetas chinas impactante.
Las Organizaciones
TR- Hablemos ahora sobre las organizaciones.
MG- Nosotros estamos en todas. Muy activos en Unima Murcia. También estamos en la asociación profesional de la región, Murcia a Escena, de la que formo parte de la junta directiva, desde que hubo la crisis del 2008. También estoy en Teveo, Sara, la presidenta, es también de Murcia. Las veo necesarias e imprescindibles, vitales. Luego, que unas funcionen mejor o peor es otro asunto, quizás habría que revisar cosas, pero su papel es necesario, del mismo modo que debe existir UGT y CCOO. Somos personas que tenemos que defender nuestros intereses. Ahora lo hemos visto con la crisis del COVID-19, si no estamos asociados no se consigue nada. A pesar del trabajo que conlleva, creo que ha valido la pena haber conseguido que los actores tengan un paro, una conquista arrancada al Ministerio. Como los cambios que hemos logrado en los contratos, en los derechos laborales. Tener lo mismo que tienen las demás capas sociales.
Las organizaciones sirven para potenciar proyectos artísticos, pero lo más importante es defender al sector, defendernos laboralmente.
El post-COVID-19
TR- ¿Cómo saldremos del COVID-19?
MG- Yo qué sé…. Como te decía antes, para nosotros cada crisis ha sido un acicate. Veremos que nos depara esta.
La verdad es que aún no sé cómo andará… Ahora mismo, lo que hacemos es sobrevivir al parón, estoy contenta porque las medidas del gobierno han tenido en cuenta a los autónomos, a los artistas, y hay una preocupación para volver a los teatros, a las plazas. Y a la vez, me encuentro buscando otras maneras de llegar al público.
Yo estuve enferma los primeros días de la pandemia, aún no sé lo que tuve, y en ese aislamiento, me preocupaban mucho los niños encerrados. Entonces, empecé a mandarle contenidos digitales que me pedían mis sobrinas, a contarle cuentos por teléfono, como yo hacía con mi hijo cuando salía de gira. Luego, de mi sobrina pasaron a pedírmelo otras familias, y empecé a grabar cuentos en el móvil, cuentos leídos. Se empezó a apuntar gente mayor, grupos de personas que viven solas, y cada noche les mando un cuento, que yo leo, con un pequeño ritual al principio.
Esto me ha dado ideas, un poder de comunicación nuevo, en el que no hay marionetas, todo es sonido. Hasta ahora lo he hecho de una manera muy artesanal, pero estoy mirando de conseguir un buen micro, de hacerlo añadiendo algunos sonidos, y lo voy a presentar como un proyecto artístico social, para los diferentes perfiles que me lo están pidiendo.
Estoy tan inmersa en eso, para que la voz no muriera, que ahora voy por ahí, y no tengo nada más en la cabeza, para ver si puedo escapar de este mundo virtual de las pantallas, que no controlo y me cansa, por eso estoy mirando eso de trabajar solo con el sonido, sin imagen, solo con la imaginación, con un audio que va de tú a tú, buscando que la imaginación sea el teatro, como cuando se susurraba al oído. Así dejamos descansar la vista, agotada de tanto mirar pantallas… Como ves, busco por otro lado. Cada día tengo que explicar un cuento. Ahí me voy a meter. Luego, ya volveremos a los teatros. Así voy inventando otras formas.