(Imagen de ‘Aduanas’, producción 3 Américas)
Vamos a dedicar esta tercera crónica del Titirijai al proyecto Aduanas (Fronteras en portugués, Customs en inglés), creado por el equipo director de Unima Internacional en 2017 para celebrar el 90 aniversario de la organización mundial de los titiriteros. Su objetivo era por un lado implicar a la juventud, y por el otro lado, integrar formación, creación e intercambio, ‘elementos fundamentales en el mundo de las artes escénicas’, como muy acertadamente indica el programa del evento.
Un proyecto asaz ambicioso, ya que implica a titiriteros de los 4 continentes -lo que acabó dando nombre a la idea- y que tuvo que lidiar con la repentina aparición del COVID-19, que dificultó los procesos y retrasó los resultados, aunque no por ello dejaron de llegar a buen puerto, en su tempestuosa navegación, las cuatro obras resultantes.
Un proceso complejo, que se inició con la convocatoria de un concurso para escoger un único texto, que debería ser interpretado por los equipos de cada continente. El texto ganador fue Aduanas, escrito por el joven autor y titiritero Marcos Nicolaiewski, de Brasil. Por otra parte, cuatro directores fueron propuestos para responsabilizarse de los procesos de creación: Sylvie Baillon, de Amiens, Francia, para la versión europea; Sarah Nolen, de los Estados Unidos, para la versión americana; Patricia Gomis, para la versión africana; y Guo Yu, para la versión Asia-Pacífico.
Pudimos ver en el Titirijai dos de las versiones, la europea, que ya se estrenó en septiembre en el Festival Mundial de Charleville-Mézières, y la americana, que finalmente pudo presentarse aquí, en Tolosa.
El texto
El texto escogido por la Unima Internacional fue escrito por Marcos Nicolaiewski, como antes se ha indicado, una obra planteada para teatro de objetos y casi sin palabras, donde la acción estaba descrita en las acotaciones o la didascalia, como se dice en tantos países. Al acontecer toda la acción en un control de pasaportes, centró de inmediato la temática en este asunto hoy tan actual de las fronteras, de los límites, objeto siempre de una eterna pugna entre los que gustan de ellas y los que las sufren, entre los que luchan de poner barreras y separaciones, y los que luchan por sacarlas. Las aduanas son el punto donde la separación entre los espacios se hace más dramática, al exigir vigilancia, es decir, servicios policiales. Lugares de humillación, de abusos de poder, de sufrimiento, en definitiva.
La otra gran virtud del texto de Nicolaiewski es que deja muy abierta las posibilidades de encarar y dar forma a esta situación de ‘cruce de los límites’, funcionando como una especie de bosquejo (canevas en francés o canovaccio en italiano) a modo de cuaderno de instrucciones para la acción teatral, dejando abiertas las puertas a la improvisación y a las miradas particulares. Ideal para un proyecto que pretendía crear cuatro versiones diferentes de una misma obra. ¿Cómo se ven las fronteras y el drama de las aduanas en las Américas, en África, en Asia y en Europa?
Estamos hablando de continentes, no de países o regiones culturales más o menos homogéneas, lo que ha implicado un enorme esfuerzo para encarar y acoger las tremendas diversidades que hay en cada uno de estos pedazos de tierra. Y fue realmente maravilloso ver cómo dos de los cuatro equipos, los que pudimos ver en Tolosa, habían resuelto los problemas, logrando salir no solo airosos sino exultantes en sus respectivos trabajos.
Versión Tres Américas
A diferencia de Europa, que goza de una saludable aunque incipiente y frágil unidad cultural y política, las Tres Américas (feliz denominación escogida por la Unima de las Américas para referirse al norte, al centro y al sur de este continente que va de polo a polo) no gozan de homogeneidad alguna, a no ser que nos fijemos en esta jovialidad llena de optimismo y vitalidad de lo que se ha llamado el Nuevo Mundo, para diferenciarlo del Viejo de donde venían los migrantes que colonizaron aquellas tierras. Un denominador común que recorre, a mi modo de ver, las tres Américas de norte a sur o viceversa, de sur a norte. Claro que para los autóctonos sigue siendo, en teoría, el viejo mundo de siempre, pero la llegada de los de afuera hizo también que de aquel dramático encuentro saliera algo nuevo, diferente, un mundo que ya nunca más sería lo que fue antes.
Creo que para entender y encajar bien el resultado americano de Aduanas, hay que juntar y tener en cuenta estas dos características de los tres continentes agarrados de las manos o de los pies: el optimismo vital, siempre joven, de sus inquilinos, más la tremenda diversidad de sus países y culturas, con tantísimas distancias y fronteras por cruzar. Pues fue gracias a la fuerza que da el optimismo y las ganas vitales de juntar ideas, personas y proyectos, que se pudo armar un equipo que juntó a cuatro titiriteros llegados de Chile, México, Estados Unidos y Canadá.
Los condicionantes indicados exigieron acotar los tiempos de ensayos e improvisaciones, lo que obligó a disponer de un bosquejo escénico ya bastante cerrado, afín de facilitar el avance fluido de los resultados. Un gran trabajo que hizo la directora americana Sarah Nolen, de los Estados Unidos, en intima colaboración con sus actores-titiriteros mediante contactos en línea, dadas las dificultades de viajar, agravadas por la pandemia del Coronavirus: Carolina Morales, de Chile; Abigail Espíndola, de México; Marck Blashford, de los Estados Unidos; y Jesse Orr, de Canadá.
Su efectuaron dos encuentros o talleres presenciales para la preparación de la obra: en junio de 2019, durante 5 días en la Puppetry Conference of the Eugene O’Neil Theatre Center en Waterford, Connecticut (Estados Unidos), con solo tres de los actores titiriteros. Y en enero de 2020, un segundo taller en la Maison International des Arts de la Marionnette (MIAM) en Montreal (Canadá), con todo el elenco entero. Se terminó el proyecto en Tolosa, donde se estrenó por fin la obra en el Titirijai 2021, el 22 de noviembre.
Si tenemos en cuenta todos estos condicionantes, podemos decir que lo visto en el escenario del TOPIC constituyó un verdadero milagro, tal fue la buena factura del trabajo presentado, provisto de una enorme coherencia y vitalidad, que contagió a los espectadores asistentes.
Solucionó Sarah Nolen las indicaciones del libreto mediante un afortunado código de teatro de objetos en una línea titiritera clásica, es decir, convertir a los objetos en algo diferente de lo que son, para así actuar con la libertad que ofrece esta transgresión de los significados. Unas veces, ocupando el lugar de personajes concretos que el público tenía que imaginar, otras veces, mostrando el todo desde la parte, como el número de las zapatillas que acabó siendo uno de los momentos más dramáticos y afortunados de la obra, al representar el movimiento terrible y dificultoso de cruzar a pie puertos fronterizos quizás cubiertos de nieve, en una involuntaria alusión a realidades hoy de máxima actualidad en los límites entre Polonia y Bielorrusia.
Hubo juegos con los contenidos de las maletas registradas por los guardias fronterizos, muy bien representados estos por dos manipuladores manejando al guarda registrador, lo que daba a percibir un único personaje representado por su gorra, que se hizo cada vez más real a lo largo de la obra y que, por otro lado, expresaba la presencia policial múltiple de los que vigilan la aduana (con las dos sombras oscuras de los manipuladores que no se perdían nada de lo que salía de las maletas).
Estuvo muy bien estructurado el movimiento de los cuatro marionetistas, alternándose en sus papeles de actores-titiriteros, caras dobles de los personajes invisibles indicados por la gestualidad de las manos y los objetos, así como el juego con las maletas. Todo ello permitió al equipo actuante poner sobre el escenario la angustia, los miedos y el drama que tanta gente vive en las fronteras.
Por otra parte, al focalizar la atención del público en un único espacio imaginario pero tan real como es la aduana y la frontera, puso en evidencia todo lo que significa esta separación artificial de la geografía, una temática que concierne al presente y al futuro de los humanos.
La pincelada final de humanizar al policía, cuando este ofrece su bocadillo al famélico migrante, fue una afortunada decisión, al romper el cliché del policía malo obligatorio, tan usado en el teatro de títeres.
Los espectadores agradecieron con sus aplausos el meritorio quehacer escénico de los titiriteros de las 3 Américas.
Versión Europa
Muy diferente fue la versión europea, como no podía dejar de serlo, reflejo de un continente que, aun siendo el paradigma de la fragmentación, al estar compuesto por países tan pequeños, muchos de ellos fragmentados a su vez por regiones que disfrutan de altos grados de autonomía, goza a pesar de ello de una importante unión política y de un incipiente sentido de pertenencia, especialmente entre la gente joven, o una buena parte de ella.
Las cinco actrices participantes, Eleonore Antoine-Snowden (de Francia), Liza Cox (de Irlanda), Jo Feijo (de Portugal), y Emilie Parmentier (de Bélgica), mostraron, a pesar de sus diferencias culturales, una presencia escénica bien cohesionada, al estar dotadas las cuatro de esta misma comodidad libre en el escenario que tienen hoy los jóvenes actores, como si no les hubiera costado nada ponerse de acuerdo en sus gestualidades y deambulaciones.
Otro factor responsable de esta cohesión entre las actrices fue, por supuesto, la sabia dirección de Sylvie Baillon, una mujer de teatro de larga experiencia que sabe cómo trabajar con actores y actrices de todas las culturas, gracias a su extensa experiencia de compagnonage con jóvenes artistas y compañías desde hace muchos años. Conoce Baillon muy bien cómo dejar que las actrices tomen las riendas de su actuación y así lo hizo con las cuatro europeas, que respondieron a la perfección al envite de la directora.
Por otra parte, el equipo europeo dispuso del espacio-compañía de Le Tas de Sable – Chez Panses Vertes, ubicado en Les Hauts-de-Frances, del que es directora Sylvie Baillon, donde pudieron ensayar, improvisar y crear la obra durante varias semanas, acogidas por el servicio de compagnonage de la compañía. También gozaron de una residencia en el Teatro de La Noche, de Alemania, y otra en Grecia.
Todas estas circunstancias permitieron que las cuatro actrices y la directora dispusieran de tiempo suficiente para hacer una lectura de una extrema libertad de la obra de Marcos Nicolaiewski, tomando las indicaciones del autor como meros apuntes temáticos de amplio espectro, sabiendo además que Marcos había dado carta blanca a los distintos equipos para interpretar y versionar su obra con la más absoluta libertad.
Optó el equipo europeo por ampliar la mirada de lo que es la frontera, abarcando no solo los países sino también las personas, que la cultura contemporánea del individualismo suele aislar, acotando los espacios de vida según normas invisibles pero estrictas. Usaron también la circunstancia del COVID-19, que ha fortalecido estas fronteras individuales, al promover los aislamientos forzados por la pandemia.
Esta amplitud de miras posibilitó que surgiera una obra muy abierta y provista de un elevado dinamismo tanto físico como conceptual. Igualmente, Baillon aprovechó la diversidad de lenguas que conforman Europa y que las cuatro actrices encarnaban tan bien, para romper con estas otras fronteras lingüísticas aislantes y dejar que se expresaran cada una de las actrices en cuatro lenguas diferentes: el gaélico, el italiano, el francés y el portugués. De este modo, el rito de cruzar las aduanas de tantas fronteras del mundo se convirtió en una catarsis de liberación personal: romper los límites impuestos, que obligan separaciones forzosas, y liberar a las personas de sus caparazones protectores y aislantes.
Tanto el autor, Marcos Nicolaiewski, presente en la sala, como el público, gustaron mucho de la libertad y las licencias tomadas por el equipo europeo, que conformaron un precioso contrapunto con la propuesta americana. Ambas fueron ovacionadas con ganas por los espectadores, que supieron ver, inscritos en las dos actuaciones, sus riquísimos procesos de elaboración, siempre en pos de un mundo más cohesionado en sus diferencias.