Tomamos prestada esta conocida frase atribuida a Galileo Galilei, dicha después de abjurar de la visión heliocéntrica del mundo ante la Inquisición: Y sin embargo se mueve… Frase que también dio nombre a una revista de la UNIMA Internacional, publicada entre 2002 y 2008.
Pues sí, el parón del año 2020 y las sucesivas oleadas pandémicas que han recorrido el mundo -y lo siguen recorriendo a día de hoy- no acabó con las Artes Escénicas ni con los Teatros de Títeres, Visual y de Objetos de nuestro sector (el TTVO). Lo menguaron y lo retardaron, eso es verdad, pero las reacciones de los titiriteros han sido tan potentes y viscerales, que todos los implicados en el asunto, espectadores, programadores, políticos culturales, artistas, directores, constructores y el largo etcétera de las múltiples disciplinas que giran a su alrededor, han dado su do de pecho, y hoy el sector del llamado TTVO es uno de los que mira con más fuerza y decisión hacia el futuro.
No son palabras vacuas ni retórica navideña. Tampoco son vítores fatuos a un futuro que nos gustaría ver con más claridad, y al que de pronto todo el mundo quiere comprar parcelas. Son muchos los artistas y los directores que hoy acuden a las dramaturgias de la distancia, del desdoblamiento y del espejo, al comprender que son los nuevos instrumentos que permiten acercarse a las realidades complejas de nuestro mundo.
Los antiguos sistemas de la identificación emocional, de las pasiones desatadas que mueven a pueblos y ciudades a batirse entre sí, por mucho que gusten a los que necesitan de ellos, tienen un recorrido corto y funesto: el de la autodestrucción.
Hoy, el mundo está tan fragmentado y polarizado, que prácticamente todas las relaciones requieren procesos de mediación. Mediar: poner algo entre un extremo y el otro, entre una verdad verdadera y su opuesta igual de verdadera, entre un puño y otro puño.
Mediar: ‘existir o estar entre dos personas o cosas’. Eso es lo que hace el teatro de marionetas. Al poner un muñeco entre un actor y un espectador, crea una distancia. Y el títere se convierte en el mediador de sensibilidades y culturas diferentes. El títere es, casi por definición, un desdoblamiento, un espejo en el que podernos reflejar. Pero lo curioso es que, siendo un espejo de una sola cara fija, todos nos podemos sentir reflejados en él.
Es el poder de la Efigie (con la fórmula «théâtre d’effigie» define Didier Plassard al teatro de marionetas, vean su libro L’Acteur en effigie, Figures de l’homme artificiel dans le théâtre des avant-gardes historiques, L’Âge d’Homme, Lausanne, 1992).
La efigie tiene la fuerza del símbolo, del mito, y permite que cualquiera se pueda sentir representado por ella. Es un espejo que dice mucho, pero que a veces no dice nada, al quedarse quieta, muda y misteriosa. Chocamos entonces contra este espejo de la figura doble que nos representa pero nos intercepta. Nos separa y nos detiene.
De ahí que siempre, a los espejos simbólicos, los tengamos que atravesar, ir al otro lado. Ver su rostro oculto, que acostumbra a ser el nuestro, aquella parte oscura nuestra que preferimos no ver. U otra cosa. ¿Quién sabe?
Atravesar el espejo, he aquí una disciplina contemporánea que inauguró el inglés Lewis Carrol con sus cuentos a Alicia.
Que Carrol fuera fotógrafo explica su obsesión por los espejos. ¿Acaso las cámaras fotográficas no son espejos que fijan lo que se refleja en ellos? Un espejo que permite al fotógrafo entrar en la imagen, definir sus tonalidades e incluso introducir en ella ectoplasmas espiritistas u otras presencias fantasmales, salidas de su imaginación. Con esta experiencia tan cercana, se entiende que para Lewis Carrol, al explicar cuentos a su amiga Alicia, fuera de lo más normal entrar en el espejo y ver los mundos que se esconden en su interior, ‘al otro lado del espejo’.
La obsesión por los espejos sigue atormentando a los humanos. Para descubrir el origen de los orígenes, lo que ocurrió en aquel microsegundo del Big Bang, este 25 de diciembre de 2021, día de Navidad, La NASA junto con la Agencia Espacial Europea (ESA), lanzará al espacio el telescopio espacial James Webb, que no es más que un enorme espejo que orbitará alrededor del Sol a 1,6 millones de kilómetros de la Tierra.
Se trata de un proyecto costosísimo, lanzado desde la Guayana Francesa, que deberá desplegar de aquí a un mes su sistema de espejos llamado Optical Telescope Element: ‘18 piezas hexagonales hechas de berilio, un material fuerte pero ligero y resistente a altas temperaturas. Para que pueda recoger la luz, se han recubierto de una capa muy fina de oro y, en conjunto, tendrá un tamaño de seis metros’.
Para analizar la luz que se reflejará en estos paneles de oro, también lo científicos deberán pasar ‘al otro lado del espejo’, para dar forma visible con su imaginación a los datos suministrados y así alcanzar un día el ‘secreto de los secretos’.
Los espejos encierran un peligro, también muy contemporáneo: el efecto Narciso. Ocurre cuando el observador se enamora de su imagen y se queda condenado a dar vueltas a su alrededor.
Son fijaciones tremendas hoy muy recurrentes: son a miles los ejemplos de personas, países, líderes, grupos, sociedades atrapadas por una imagen exaltada de sí mismos. Cuando ello sucede, solo cabe una solución: que alguien rompa el espejo de una vez, para poder pasar al otro lado y ver lo que hasta entonces se negaban ver. Pero, ¡ay!, como cuidan de su espejo las comunidades, el espejito que les dice lo que quieren ver y oír. Aquí, el espejo no refleja la realidad: esta está ya fijada en el espejo, para poderla estampar como un tampón en sus devotos creyentes.
La metáfora del espejo da para mucho, y en el teatro da para definir, por ejemplo, todo un género, el de las marionetas, que siempre juega con ellos, ya sea de un modo implícito e inconsciente, ya sea con pleno conocimiento de causa.
Es curioso como en las casas, es en los espejos donde con más énfasis sentimos la necesidad de poner los típicos adornos navideños, como si los quisiéramos envolver de un halo de la magia de este período del año, de significados tan diferentes según la geografía y la cultura. ¿Lo hacemos acaso para poder cruzarlos alguna noche de insomnio y asomarnos al otro lado, sin rompernos la crisma? O para invitar a que otros seres -los Papás Noéles, los Reyes Magos, los duendecillos y tantos otros fuera de lo común- reconozcan que este espejo es también una puerta por la que pueden pasar y dejar un poco de sus buenos augurios, unos caramelitos, un poco de turrón y, si hay suerte, algún dinerillo en un platillo.
La misma Navidad no deja de ser un artefacto con funciones de espejo: las familias buscan reunirse para verse juntas y sacar la foto, al menos una vez al año. Según sea la imagen que vemos allí reflejada, sonreímos hinchados de orgullo o medio sonreímos con pocas ganas de nada, ansiosos de que la fiesta haya terminado. La suerte y los dones no se dan a partes iguales y, como dice la tradición, el secreto de la felicidad es conformarse con lo que se tiene.
Por cierto, también Titeresante es un espejo o lo intenta ser: para que se refleje en él la realidad variopinta de lo que ocurre en este sector de las marionetas, los objetos y lo visual. Un espejo poliédrico, de múltiples caras y muchas horas de trabajo.
Desde el espejo de Titeresante, pues, y desde sus múltiples caras, deseamos a todos nuestros amigos y lectores:
¡¡¡Feliz Navidad 2021!!!