Tuvo lugar este fin de semana pasado, del viernes 11 al domingo 13 de febrero de 2022, el segundo encuentro de titiriteros asociados a Unima Andalucía. Un encuentro que en realidad ha sido una fiesta para el pueblo, pues se acompañó de un atractivo programa compuesto por dos talleres: uno de construcción de títeres con materiales reciclados, a cargo de Juan Cabrera Sánchez, de Planeta Tapón, y otro de Voz a cargo de Isa Ramirez; una exposición de títeres de las compañías que estaban presentes; un pasacalle que culminó con la abertura de la exposición; varias ponencias de temática titiritera; y la asamblea de Unima Andalucía el domingo por la mañana.
Todo ello se tradujo en una muy buena asistencia de público, pues prácticamente todo el pueblo más algunos vecinos de lugares próximos, acudieron a la llamada de los títeres, con un tiempo frío pero soleado que acompañó el carácter festivo de la jornada.
Pero antes de entrar en los actos mencionados, que trataremos en el siguiente artículo sobre el Encuentro, es necesario detenernos en la figura del titiritero Antonio Durán Márquez, quien fue vecino de Cuevas del Becerro, y que es la causa de que estas jornadas sean las segundas que se efectúan en dicha localidad.
Antonio Durán Márquez, titiritero
Fue Juan Manuel Benito Lechuga, de la compañía La Gotera de Lazotea, de Jerez de la Frontera, quien dio con nuestro personaje, un día de verano de 1998, cuando actuaba en la plaza frente a la Iglesia de Zahara de la Sierra, en la zona oriental de la provincia de Cádiz. Lo cuenta Juan Manuel Benito en el número 0 de la revista Bululú, publicado en el año 2000, en un artículo donde se dio a conocer por primera vez la existencia del titiritero Antonio Durán Márquez.
Por lo visto, y según cuenta Benito, estaban los viejos del pueblo tomando el sol en la plaza cuando, al ver que se iban a hacer títeres, dijo uno de ellos:
– ¡Aaaah! ¡El Júhca!: cuando éramos zagales venía ‘el Júhca’, ponía la tela y había que pagá, y no tenía guasa la madre! Que con una vara de aderfa se paseaba por la valla de lona pa que nadie se colase.
– Una vé cogí por debajo y, cuando asomé la cabeza, me dio un palazo que se me quitaron las ganas de colarme.
Según ellos, venía de Ronda y se quedaba unos días, cuando la feria.
Benito siguió investigando y poco a poco se va enterando de un titiritero que rondaba por los pueblos de la sierra conocido como El Zarito (el que viene de Zahara de la Sierra). Llega entonces a la conclusión de que ambos nombres, el Júhca y El Zarito, correspondían en realidad al mismo titiritero, que se lo cambiaban según estuviera en uno u otro lugar, actuando en Júzcar o en Zahara de la Sierra, siendo su nombre real Antonio Durán Márquez, activo desde 1900 hasta 1953. Por lo visto recorría a pie los caminos de la Sierra, actuando solo en aldeas y a veces en cortijos, donde se le pagaba con dinerillo y buena comida. Nunca entraba en las ciudades grandes, que no constituían su lugar habitual. Lo suyo eran las ferias y las fiestas en los pueblos que se realizaban en primavera, verano y otoño. En invierno ejercía de zapatero en Cuevas del Becerro.
Su lugar de nacimiento fue Júzcar, municipio de la provincia de Málaga en el Valle del Genal, en la comarca de la Serranía de Ronda, conocido por haberse instalado en él la primera fábrica de hojalata de España, en 1731. También es conocido desde 2011 como Pueblo Pitufo, al tener sus casas pintadas de azul por haberse estrenado allí la película con este nombre.
Casó Antonio Durán con Francisca, una mujer de Cuevas del Becerro, pueblo situado al norte de Ronda en el que residió desde entonces hasta su muerte. Según contó su nieta Rafaela a Juan Manuel Benito, a la que entrevistó en cuanto supo de su existencia, Antonio Durán fue un hombre que sabía escribir y muy leído. Había sido sacristán, lo que hizo que en una ocasión en que actuaba por un pueblo, al morir alguien y no estar el cura, ocupó él su papel, oficiando funeral y entierro con una gran dignidad y conocimiento de causa. También fue teatrero con una compañía de Madrid hasta que se hizo titiritero. Con su mujer de Cuevas del Becerro tuvo cuatro hijos: tres hembras y un varón. Murió en 1963.
Con el tiempo, la compañía estuvo compuesta por Antonio Durán, único titiritero, su nieta Rafaela, que ejercía de asistente de cachiporra (se la pasaba cuando Don Cristóbal la necesitaba, lo que le acarreó no pocos tortazos durante la función, por las prisas de Don Cristóbal en disponer de su garrote), Matilde Durán, madre de Rafaela, y Modesto Durán, el hijo, encargado del vestuario de los títeres y de preparar las funciones: el permiso, alquilar y levantar el espacio donde se actuaba.
Los personajes principales eran los siguientes:
– Don Cristóbal, feo, mayorcito y sin joroba, quien hablaba con la lengüeta, un secreto que el titiritero guardaba con mucho celo.
– Doña Rosita, rubia y vestida de azul.
– El Torero, que entraba a matar apuntando al culo. La gente decía ‘Por aquí no e, chiquillo’, y él contestaba ‘Por aquí es mejón, que ya tiene el boquete hecho’.
– El Barbero, con mantoleta y que estiraba el pescuezo.
– Los Guardia Civiles, a los que llamaba ‘espárragos trigueros’, por verdes y solitarios.
También había otros personajes, muchas veces sacados de los lugares donde acudía, cuando alguna personalidad le llamaba la atención. Los muñecos se los encargaba a un tallista a quien daba instrucciones precisas del personaje, tras comprar un trozo de madera al carpintero del pueblo. Su hijo Modesto se encargaba de vestirlos y ponerles el ‘faldón’.
Tenía mucha gracia improvisando y sabía cómo sacar partido a determinados personajes de los pueblos donde actuaba, a los que citaba con malicia, metiéndose así el público en el bolsillo.
Cuenta Benito en su artículo que mientras vivió Antonio, los títeres fueron sagrados: nadie los tocaba. Luego los nietos los usaron para jugar. Más tarde, cuando Modesto se construyó una casa en Cuevas del Becerro, los albañiles emparedaron algunos de los títeres en las paredes, guardados así para que formaran parte del alma de la casa, una costumbre entonces muy extendida de guardar objetos significativos pero sin valor en los tabiques.
Acaba Benito su artículo con una especulación: ¿había visto Federico García Lorca alguna de las funciones del maestro Antonio Durán Márquez? Tanto los personajes como el buen hacer y el radio de actuación del titiritero así lo podrían indicar. ¿Habrá recibido la influencia de estos títeres populares que recorrían las sierras de Andalucía, tan cerca de Granada? ¿Por qué no pensar que así fue? La cultura popular se pesca al vuelo y tampoco había tantos maestros con el personaje tradicional de Don Cristóbal recorriendo los caminos de España.
Lo que sí es seguro que Antonio Durán Márquez fue unos de los últimos en servirse del viejo personaje rebelde, poco presentable y socarrón de Don Cristóbal, tras cruzar los años aciagos de la Guerra Civil y mantenerse en activo hasta principios de los años 50.
Su figura real e histórica, debido a la falta de datos más concisos y a los escasos testimonios conservados sobre su trabajo, entra por ello en los dominios de la leyenda, allí donde realidad, mito y tradición se dan la mano para ensalzar a figuras que descollaron en el pasado por el oficio de sus méritos.
Para la población de Cuevas del Becerro ha sido una agradable sorpresa descubrir este vestigio que había quedado perdido en el olvido de la gente: el pueblo como el lugar donde vivió y murió uno de los últimos maestros titiriteros de la tradición de Don Cristóbal, un personaje del que han quedado muy pocos rastros físicos, pues ni un títere de los usados por los maestros populares ha llegado hasta nosotros (solo se han conservado los creados por Hermenegildo Lanz para las funciones de Federico García Lorca en los años 20, gracias al tesón de la familia Lanz en guardarlos).
Muy importante fue el Encuentro realizado por Unima Andalucía en febrero del año 2020, justo antes de que detonara a la luz pública la bomba pandémica del COVID-19. En él, los titiriteros de Unima acompañados por el Concejal de Cultura del pueblo y el Ayuntamiento en pleno, convocaron a las personas mayores de Cuevas del Becerro afín de indagar y descubrir recuerdos que pudieran quedar guardados en la memoria de la gente. Fue una celebración de la memoria colectiva de un pueblo que de pronto sentía orgullo y curiosidad por uno de sus vecinos, cuyas humildes gestas teatrales pasaron en su tiempo desapercibidas e ignoradas, en una época, la posguerra española, difícil de roer en las aldeas del campo andaluz.
Una figura, la de Antonio Durán Márquez, que espera estudios más profundos y una revalorización de su ejecutoria titiritera por los caminos legendarios de las sierras de Ronda, Granada y Cádiz. Una labor por la que apuestan con firme empeño tanto los responsables municipales de Cuevas del Becerro, sus propios habitantes, como los titiriteros de Unima Andalucía.