Con esta tercera parte titulada ‘Cruzar el umbral’, acabamos el relato del testimonio redactado por Pere Bigas, tras su larga experiencia en Nápoles y otros lugares del Mediterráneo, durante el aprendizaje de los guaratelle que hizo de la mano de Bruno Leone. Vean aquí la I Parte y la II Parte.
EL DÍA DE MI ESTRENO
Al otro día por la mañana Bruno me llamó y me preguntó que qué hacía. Pues que había quedado con Fede para hacer calle en Piazza del Gesù, respondí, y que habíamos acordado que llevaría yo mi teatrito. Pues igual me paso, dijo, y os hago de “spalla”, añadió.
He de confesar que me sentía nervioso y emocionado mientras les esperaba tomando un expresso en la plaza. Actuar en ese lugar suponía un honor mayor que hacerlo en el más prestigioso de los teatros. Era de algún modo entrar a formar parte de 500 años de historia titiritera en el mismo escenario por donde pasaron todos los maestros.
Una amiga filmó algunas imágenes de esa mañana y luego monté un video. Al principio se me ve a mí un poco tenso eseñándole a Bruno mis títeres, que él no había visto acabados todavía. Después de probárselos, y viendo que mi cocodrilo le estaba incómodo y que mi Guappo no le encajaba bien en la mano, salió a escena saltándose el orden habitual del “canovaccio” tradicional y lanzándose a improvisar con Pulcinella y la Muerte. Hubo duende y surgió una escena absurda y delirante que tuvo una de las características de Pulcinella como motor: su recurrente preguntar “e perché?” (¿y por qué?).
Al día siguiente volví a citarme con Fede en la plaza para trabajar juntos. Al poco de empezar su pase, llegaron sus amigos Elisa y Pietro, que no dudaron en sumarse al espectáculo acompañándola con música, canto y un montón de energía. La fusión fue redonda y hermosa. Del video que hice destacaría la limpieza de movimientos, el ritmo preciso y el notable trabajo vocal de Federica.
SALVATORE GATTO
El siguiente domingo en casa Guarattelle estaba programado el gran Salvatore Gatto, maestro de Federica y considerado junto a Bruno como la polea de transmisión que impidió que el arte de las guarattelle se perdiera a principios de los 80. Los por entonces jóvenes Leone y Gatto frecuentaron al último de los viejos maestros en activo, Nunzio Zampella, y también entrevistaron y se interesaron por el maestro Giovanni Pino, que ya no ejercía desde hacía algunos años. Al poco tomaron el relevo de las guarattelle y fueron “spalla” durante muchos años, en Nápoles y en festivales de medio mundo, actuando juntos. También organizaron y dinamizaron la Scuola delle Guarattelle. Tras 40 años en activo se les puede considerar con toda justicia los maestros de maestros de las guarattelle.
Hay diferencias entre el Pulcinella de ambos. Probablemente el más puramente napolitano en cuanto al punto canalla y popular, y el que use una lengua napolitana más cerrada, sea el de Gatto. Su espectáculo lleva por título “500 anni portati benne” (traducible por 500 años bien llevados) y así es: muy fiel a la versión canónica de un espectáculo con 500 años de rodaje en la calle y que él lleva casi 40 representando, su Pulcinella es una propuesta teatral implacable e infalible. El Pulcinella tradicional de Bruno, por otro lado, está más abierto a la magia de la improvisación y menos focalizado en la ejecución precisa de rutinas como bailes, luchas o bastonazos.
El apego de Salvatore por la tradición, por preservar el patrimonio cultural popular, se manifiesta también en su interés por la música tradicional napolitana. Lo atestiguan su trabajo como músico, cantante y compositor y varios discos en su haber. Esta faceta realza la puesta en escena de su Pulcinella, que suele arrancar con su cantar volcánico acompañado de la guitarra para luego envolver al espectador en el ritmo y la musicalidad, como se aprecia en el siguiente video en el que actúa acompañado por la música en vivo de Salvio Savarese.
EL REPERTORIO TRADICIONAL MENOS HABITUAL
Otro día Bruno tenía una actuación frente a un edificio histórico del barrio, donde un grupo de vecinos había organizado una jornada de reflexión y de consulta acerca del futuro del mismo. Era muy cerca de Casa Guarattelle: el maestro se echó el teatrino al hombro, como los antiguos, y andamos hasta la plaza. Y como con Federica le habíamos dicho un día que nos gustaría ver las escenas del policía, del cura y del verdugo, que son relativamente raras de ver, pues Bruno tuvo el detalle de representarlas.
ROBERTA SARTACARTA
El siguiente fin de semana en Casa Guarattelle estaba programada Roberta Sartacarta, acompañada al acordeón por Antonio Aiese. Aun siendo bien reconocible que fue alumna de la Scuola delle Guarattelle por su estilo y por su fidelidad al canovaccio tradicional, su espectáculo nos sorprendió con un buen puñado de gags resueltos de forma distinta a la habitual y por explorar caminos poco transitados. Por ejemplo, el interesantísimo trabajo con el “spalla” acordeonista y sus interacciones con Pulcinella. Su puesta en escena fue fresca y equilibrada. Tomando una copa de vino en la calle tras el espectáculo, Roberta calificó a su Pulcinella como “femenino”. Algunos preferirían tal vez usar adjetivos como indefenso, espantadizo o tierno. En cualquier caso, entendimos a qué se refería. Su reflexión nos llevó a pensar en la rica paleta de matices de personalidad que cada Pulcinella recibe del titiritero o titiritera que lo enfunda y anima.
CON TODA LA BANDA EN EL LUNGOMARE
Fue un sábado o un domingo cuando nos juntamos toda la pandilla en la Rotonda Diaz, en el paseo marítimo de Mergellina. Un buen sitio para hacer calle, tal y como recordaba de mi primera estancia en Nápoles con Raúl. Las familias paseaban ociosas bajo el dulce sol otoñal por el lungomare peatonal gozando de las soberbias vistas sobre el golfo cerrado al oeste por la isla de Capri, sobre la ciudad y el Vesubio, sobre Castel dell’Ovo y los barquitos fondeados, al ancla, a sus pies (entre ellos, el velero rojo de dos mástiles, el Argos Maltés). Se formó un buen corro y hubo duende, fue un pase hermoso ese de Federica que filmé y en el que la música de Pietro y Magdi y la voz y el trabajo de “spalla” de Elisa se fusionaron mágicamente con el espectáculo. Todo el mundo lo pasó en grande. Sobretodo nuestra querida titiritera Federica Martina, como se aprecia en el video. Probablemente por ello, porque se lo gozó y porque se entregó a la improvisación, fuera tan especial.
EL MUSEO DE PULCINELLA EN ACERRA
¿Por qué no vamos un día al museo de Pulcinella en Acerra?, les propuse a toda la pandilla. A todos les pareció una magnífica idea, Bruno nos puso en contacto con Franco Mennitto, uno de los responsables del museo, y para allá que fuimos a los pocos días.
Acerra es un pueblo a las afueras de Nápoles donde la leyenda asegura que nació Pulcinella. Este “zanni” o criado que con el tiempo se ha convertido en símbolo de identidad de Nápoles es en origen un personaje llegado del ámbito rural, de la provincia. No en vano en muchas pinturas y grabados se le representa acompañado de un asno. Teniendo en cuenta que a la gente de ciudad siempre le ha gustado reírse de los de pueblo, suponemos que el hecho de ser un pobre pueblerino llegado a ciudad reforzaba la vis cómica del personaje de Pulcinella. Sobretodo, en los orígenes, en la época de esplendor de la Commedia dell’Arte.
Franco vino a recibirnos a la estación de tren al salir del trabajo. Nos contó que colaboraba como voluntario para el museo, en sus horas libres. Estábamos pues frente era un auténtico enamorado militante de la historia de su tierra. ¿Y Acerra está orgullosa de ser la tierra natal de Pulcinella?, pregunté yo esperando un sí como respuesta. Pues resultó que a medias. Que a algunos vecinos les pesaba la reputación de Pulcinella entre bobo y astuto, pero en todo caso vago, vividor, comilón, oportunista y borracho. Y no solo en Acerra, claro, en Nápoles también hay quienes se sienten incómodos con la figura de Pulcinella. Tampoco es extraño teniendo en cuenta que son ya muchas décadas que la Italia septentrional caricaturiza a la mitad sur del país como un atajo de Pulcinellas, hijos de Pulcinella y “mangia macheroni” como Pulcinella. Incluso intelectuales y hombres de teatro napolitanísimos como el gran Eduardo di Filippo se distanciaron en su momento del también napolitanísimo personaje a pesar de encarnarlo en ocasiones en escena. Toda una contradicción.
Llegamos al magnífico Castello Baronale que alberga el “Museo di Pulcinella, del folklore e della civiltà contadina” (la cultura campesina). Franco nos tomó una fotografía en la escultura de Pulcinella en el patio principal del complejo (extraña porque va sin máscara, pero bueno) y antes de subir al primer piso para acceder al museo topamos en el patio trasero del recinto con un teatrito montado, una mesa de sonido y un montón de sillas. Pero Franco, ¿hay función hoy? Sí, actúa Gaspare Nasuto. Federica y yo pusimos unos ojos como platos: el enfant terrible de las guarattelle, el más virtuoso técnicamente y también el más antipático y arrogante, según la reputación del mundillo. Ni Federica ni yo le conocíamos personalmente ni le habíamos visto nunca actuar en vivo. Menuda casualidad, no lo podíamos creer.
Pero antes visitamos el museo. Todo tipo de grabados y lienzos, muchas esculturas y obras de Lelo Exposito, salas donde se desarrollan la hipótesis de que Pulcinella fuera el vecino acerrano Pulcio d’Agnello y la de Pulcinella como descendiente del personaje de Maccus de las comedias atelanas, iconografía con comilonas pantagruélicas de spaghetti, una panorámica sobre la realidad de la Commedia dell’Arte, la evolución del vestuario del personaje, y demás. Y en la última sala, presidida por un teatrito de títeres (que es una réplica del Vecchio San Carlino de Casa Guarattelle), dimos con un grupo de adolescentes en visita escolar. El bueno de Franco nos preguntó a los dos titiriteros si alguno se animaba a hacerles una pequeña demostración, que había algunos títeres por ahí para improvisar algo. Y la Fede, que es una grande y que había traído con ella a su Pulcinella (y su pivetta) para que conociera su pueblo natal de Acerra, aceptó el desafío. El azar quiso que al empezar apareciera por ahí Gaspare, que se quedó unos pocos minutos a verla actuar. La verdad es que la Fede estuvo magnífica improvisando con unos títeres que eran un desastre, títeres industriales, muy sencillos y más bien cutres. Pero Fede no se arrugó, jugó a su favor las limitaciones y lo petó. Una grande, la Fede.
Cuando los chicos y chicas se marcharon me llamó la atención, al pie del teatrito, una maleta en la que había algunas máscaras neutras hechas con papel maché y unos silbatos-trompetita coronados por un pequeño Pulcinella. Esos objetos los vendía en la calle el maestro Nunzio Zampella y esa era la maleta en la que los transportaba. Aquellas máscaras y aquellos silbatos me conmovieron. En el interior de las máscaras el papel de periódico era todavía legible, en el exterior lo cubría una capa de pintura. Eran como una obra de “arte povera”, pero no: esa maleta y esas máscaras y esos silbatos desprendían pobreza, pobreza real, la pobreza inmemorial asociada a nuestro oficio de titiriteros.
GASPARE NASUTO
Bajamos al patio y llegó la hora de la función, que vimos sentados en el suelo. En “Capucetto rosso e Pulcinella” Gaspare Nasuto se mantiene fiel a la versión de los hermanos Grimm y Pulcinella, en realidad, tiene un papel casi residual, a mi entender prescindible. Y no menos llamativo: ni una escena o rutina de bastonazos, ni una. Pues qué queréis que os diga? Pues que lo eché de menos, no os voy a contar una mentira. Aún y así, grande Gaspare: una técnica intachable con momentos de gran maestría, notable ritmo, eficaz musicalidad y buen trabajo vocal. Y oficio. Se le nota el oficio, y tira de él, y le funciona muy bien con el público, sabe hacer reír con trucos y astucias de titiritero viejo. Y es “embajador del museo” (igual que Bruno), como dijo alguien antes de su actuación. Pero yo lo que quería ver de Gaspare era su Pulcinella tradicional.
Fue más o menos eso lo que le dije cuando acabó el espectáculo. Y allí nos quedamos charlando mientras recogía. Le había gustado la pequeña escena que Federica se había sacado de la manga improvisando ante los adolescentes de la visita. Luego nos contó que el espectáculo tradicional de Pulcinella prácticamente ya no lo hacía. Que, de hecho, a sus alumnos les tenía terminantemente prohibido recurrir al canovaccio tradicional cuando empezaban con las guarattelle, obligándoles a crear sus propias escenas y a foguearse a diario en las calles y plazas de Milán llevando un registro escrito de sus ganancias a la gorra. Otro de los métodos empleados para que sus alumnos se superaran y crecieran como guarattellare era imponerles una suma mínima de dinero que tenían que alcanzar cada vez que salían a trabajar. Si no lograban ese mínimo, tenían que entregarle todo el dinero a él. Solo superando esa cifra tenían sus alumnos derecho a quedarse lo que habían sacado.
Cada maestro tiene su escuela. Y yo resumiría así la de Gaspare: trabajar en la calle para aprender de la calle para salir de la calle. El objetivo último probablemente sea el mismo que persiguió él: acceder y asentarse en el circuito profesional y dejar atrás la precariedad.
Y es que Gaspare proviene de una familia humilde y late en él un gen de superviviente que le emparenta con el espíritu de los antiguos maestros titiriteros. Su pesadilla es lo que representan las máscaras mal pintadas en papel maché de Nunzio Zampella y el recuerdo de trabajar a la gorra en la calle. ¿Arte?, se preguntó en voz alta. No tengo tiempo para eso, se respondió él mismo, tengo que pagar deudas. Mi trabajo no difiere del del carpintero o del herrero, vino a decirnos.
Aun comprendiendo y respetando el sentido de sus palabras, lo cierto es que entre líneas Gaspare ofreció destellos de la visión contraria: su cuidado obsesivo por los detalles, su empeño por alcanzar la excelencia en la manipulación, la finura de sus tallas en madera, los altos estándares de calidad artística que se impone y los ánimos que nos dio para que buscáramos dentro de nosotros nuestra verdad para llevarla luego a escena me hicieron sospechar que todo era más complejo de lo que decía.
Gaspare fue discípulo de Bruno. Es de una generación anterior a la de la Scuola delle Guarattelle y, a pesar de su juventud, es de los veteranos. Proviene de Castellammare, al otro lado del golfo, donde regresa cada tanto entre gira y gira. Es alto y esbelto, lleva patillas y vistosos anillos de estilo mafioso y suele vestir con chaqueta de cuero o de vaquero. Durante unos años, Bruno y él solían trabajar en la calle juntos, e incluso viajaron y participaron juntos en varios festivales. Pero llegados a un cierto punto de su relación, sus caminos se separaron y perdieron casi todo contacto.
La hija de Bruno, Anna Leone, entrevistó a Gaspare Nasuto para su tesis de antropología social y etnología que en marzo de este año verá la luz en Francia en forma del libro “Pupi et guarattelle, les marionnettes de Naples et de Palerme”. Por lo visto, en la entrevista Gaspare dijo que Bruno, que es hijo de una pintora y de un escultor respetados, que fue a la universidad para estudiar arquitectura, es un burgués que a través de las guarattelle se acerca a lo popular mientras que él, que viene de estrato popular, es a través de las guarattelle que pretende alcanzar el estatus burgués. Algo así.
GUARATTELLE CON MÚSICA DE OTRAS TIERRAS
El siguiente fin de semana, Bruno presentaba en Casa Guarattelle sus “Guarattelle afronapoletane” con la música en directo de Ibrahim Drabo. Fue un bellísimo show. El sonido de la kora y el ritmo del djembé casaron a la perfección con las rutinas pulcinellescas. Ese día Bruno sacó a escena a su cocodrilo de reminiscencias inglesas y al personaje del diablo al que suele acompañar con un truco vistoso y simple de titiritero viejo que me encanta: para simular el efecto del fuego, agita un plumero de tiras rojas, como veréis en el video que sigue. En el video también se ve algo que Bruno suele jugar en sus espectáculos y es el hecho de hacerse de “spalla” a él mismo saliendo del teatrito (en este caso, vestido de Pulcinella) e interactuar como actor con el títere de Pulcinella que mantiene enguantado dentro del retablo. Otra cosa interesante es una escena que no pertenecía al repertorio tradicional y que es creación de Bruno: como según la leyenda Pulcinella nació de un huevo, el maestro inventó la escena en la que Pulcinella pone uno del que nacen varios pequeños Pulcinella.
MÚSICA NAPOLITANA Y LAS LECCIONES DE FEDERICA
El siguiente día que nos encontramos con Fede y Magdi en la plaza apareció Carlo Guarino, un excelente sonador de tamburo y soberbio cantante que se animó a acompañar a Fede al iniciar su primer pase. Unos pocos días después se nos uniría en la ascensión al Vesubio, sobre cuya cumbre, ya cerrada al público, bailamos al atardecer y hasta bien entrada la noche toda la pandilla al son de su tamburo y de su voz atronadora. Durante una “tammurriata” se interpretan tarantellas y pizzicas y otros ritmos típicos del sur de Italia. Hay algo de loop catártico en esta música que, en ocasiones, se prolonga durante horas y horas hasta un estado cercano al trance. Carlo es un apasionado: durante años iba a visitar a viejos campesinos y gente de pueblo que mantenían la memoria de las viejas canciones. Las gravó, las documentó, las salvaguardó, y hoy las interpreta con todo el alma y con todos los muertos detrás.
En esta pasión por mantener viva y encendida la fuerza ancestral de la tradición, Carlo se parece a su amiga Federica Martina. Hay en Federica un empeño militante, y así lo recuerda antes de pasar la gorra al acabar cada actuación: mantener a Pulcinella vivito y coleando en las calles de Nápoles, como siempre ha sido en los últimos 500 años. Hoy en día ella es la única que se gana vida actuando en las plazas. Y sale prácticamente a diario, con tesón. No importa si es entre semana o en fin de semana, por la mañana o por la tarde, si hay más o menos gente en el centro, si tiene que trabajar sola o acompañada de algún músico o un “spalla” ocasional. Da igual. Ella sale siempre con alegría y con fe y se divierte con lo que hace. Fede me enseñó muchas cosas pero tal vez ésta sea la más preciosa de todas.
El siguiente video corresponde a uno de los últimos días que salí a trabajar con Federica, poco antes de zarpar de vuelta a casa. Se creó un buen corro con el tamburo y el canto de Carlo y el baile de ambos. Y luego la función fue intensa, con los más pequeños del público absolutamente entregados al espectáculo.
MI PROCESO
Desde mi primera actuación en Piazza del Gesù a la última hubo una progresión clara en mi desempeño. Los primeros días, impresionado por estar actuando en tan ilustre plaza titiritera y por la presencia de mi maestro Bruno Leone y de Federica, andaba yo tenso en escena, demasiado pendiente de manipular con precisión y de no perderme en la secuencia de gags que tenía en mente. Como consecuencia, tendía a dejar respirar poco a los títeres y a mantener un ritmo atropellado, por lo que el carácter particular de mi Pulcinella no podía asomar, no tenía lugar para expresarse.
Ver a Bruno y a Federica improvisar, jugar, adaptarse a accidentes, situaciones, públicos distintos, etc., fue una bendición. Poco a poco su ejemplo y la práctica me ayudaron a irme soltando, a empezar a fluir con el espectáculo, a divertirme haciéndolo. La idiosincrasia de mi personal Pulcinella fue emergiendo de forma natural, el ritmo se afinó, las rutinas de baile y de cachiporra se llenaron de improvisada musicalidad. Y es que perder el miedo a la improvisación, al dejarse ir, y gozar con ello y sentir que el público goza con lo que estás haciendo… no es cualquier cosa, es magia. Fue un proceso bellísimo, un regalo. Fue en uno de esos pases, poco antes de levar anclas y emprender el viaje de vuelta a Barcelona a bordo del Argos Maltés, cuando Bruno me filmó actuando. Luego monté el siguiente video.
Desde mi partida sé que Federica sigue bajando a la plaza a trabajar y que echa una mano a Bruno e Irene en Casa Guaratelle los domingos que hay función. Me consta que Bruno siente a Federica muy cercana en su acercamiento a Pulcinella por su propensión a la improvisación y que ha adoptado a la joven napolitana como discípula. Irene sigue al pie del cañón con Casa Guarattelle, dando funciones de su Pulcinella aquí y allá y colaborando además con otros proyectos teatrales como titiritera y como directora. Bruno continúa con su incontenible creatividad inventando nuevas obras y recientemente ha comprado 56 “pupis” y marionetas a la familia Di Giovanni (los últimos “pupari” que hubo en Nápoles) con la idea de montar algo con ellos. También sé que ha nacido entre ellos y otros artistas e intelectuales de la ciudad la voluntad de empezar a preparar un proyecto que pueda desembocar un día en el reconocimiento de Pulcinella como Bien Inmaterial Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO.
Por mi parte, navegando de regreso a Barcelona, sentí que debía intentar sintetizar en un documento todo lo que he aprendido y comprendido acerca de este maravilloso arte de las guarattelle, además de compartir los videos que fui realizando durante mis dos estancias en Nápoles. Lo que acabáis de leer es el resultado. Espero que lo hayáis disfrutado. ¡Salud y títeres!