Se presentó este viernes 11 de marzo de 2022 el espectáculo Kukuryku, de la cómica y titiritera polaca instalada en Barcelona, Ola Muchin, en el Centro Cultural La Bayka, que ella misma junto con el chileno Mauricio Riobó abrieron en 2019 en Hospitalet del Llobregat, junto a Barcelona. Un espacio que se ha consolidado en estos años como un dinámico centro independiente dedicado al intercambio y la creación de las artes escénicas, a nivel nacional e internacional, y con una atención especial al mundo de las marionetas, los objetos y el teatro visual (ver aquí).
Nos encontramos con un espectáculo muy personal de Ola Muchin, surgido ya en la experiencia de sus inicios en el teatro de calle, y que ha ido cambiando y modificando hasta alcanzar el formato actual, apto para todos los públicos, pero con este registro que tienen las obras que nacen en la libertad del teatro de calle, que se dirigen a niños y mayores como adultos, es decir, con el humor y la inteligencia suficientes e indispensables para tratar con respeto al espectador.
En su última versión, Ola Muchin ha desarrollado el tema del huevo y de la gallina, elemento nuclear de la obra, tratado como un elemento simbólico que abre las puertas no solo a la magia, el otro tema argumental, sino también al desdoblamiento de los dos personajes en escena: ella como la bruja manipuladora que urde todo el ceremonial escénico, y él, el mago Osvaldo, representado por una marioneta de las que se pegan al cuerpo de la manipuladora.
Y es en la relación de ambos personajes donde se encuentra la tensión dramática de la obra y su gran atractivo, pues consigue Muchin que entre ellos haya un grado de extrañeza alocada y de conflicto siempre sutil, manifestado por una original y vivaz gestualidad que sabe distanciarse de la actriz aun viniendo todo de ella. Este cuadro de los dos personajes en uno, con sus movimientos, bailes, trucos que siempre acaban mal, con la gallina y la historia de los huevos, es lo que atrapa al público, que se entrega al humor que rezuma, sin que en ningún momento decaiga el interés, gracias al continuo juego de trucos de magia que requieren obligada atención.
En La Bayka, Ola Muchin acotó el espectáculo a las dimensiones de su espacio escénico en una atmósfera de cercanía e intimidad, obligada por ello a contener su tremenda energía como actriz, que supo comedir con mesura. El resultado entusiasmó al público asistente, que atiborraba la sala y no paró de reírse a lo largo de toda la función.
Kukurykú tiene la virtud de ir mutando con el tiempo, adaptándose al lugar y a las épocas, pero también a la misma evolución de su creadora, cada día más segura en su quehacer artístico. Una obra, por ello mismo, de la que seguiremos oyendo y hablando.