(El teatrillo itinerante de Marcelo Lafontana. Foto José Fernández)
El Festival Mó de Oeiras, cerró hace unos días su 7a edición en la que un total de 10 espectáculos de 9 compañías compartieron su trabajo en los 5 espacios habilitados de la ciudad. Además de que todas las representaciones estuvieran prácticamente llenas, el público pudo disfrutar de eventos al aire libre, instalaciones interactivas y espectáculos de sala, conformando una programación muy interesante donde, en un clima familiar, cercano y estimulante, convivieron durante los tres días de festival, profesionales nacionales e internacionales.
Para hablar de la segunda parte de esta bitácora, me remito a las actividades del cierre del festival en el que además de una entretenida programación, se llevó a cabo la entrega de premios. Ésta se basó en el recuento de las votaciones del público y la deliberación del jurado.
Comenzamos el día con la presentación de la compañía de Marcelo Lafontana que trajo a la plaza de la iglesia un vehículo acondicionado perfectamente para desplegarse como un teatrino móvil completo. El espectáculo que presentaron, O vaqueiro que não mentia, consiste en una especie de cuento popular que gracias al carisma del actor y manipulador Marcelo Fontana tuvo una muy buena interacción con el público.
Una obra que desde que llega a la plaza genera un gran impacto visual ya que cuenta con una puesta en escena muy cuidada. Inspirada en los juguetes tradicionales, podemos ver colores fuertes y diferentes artilugios en miniatura que lo vuelven muy atractivo.
Con una fusión de técnicas como marionetas, autómatas y una escenografía de animación digital en el fondo del teatrino, sin duda esta pieza se muestra como un espectáculo maduro, atractivo y divertido.
Más tarde pudimos apreciar las piezas Voo Poético y Elétrico 28 de la cía. Realejo Artes de Brasil que nos presentaron dos pequeñas historias en el formato de Teatro Lambe-Lambe; estriba en un teatro en miniatura adaptado para ser representado en la calle; una especie de caja mágica con un solo manipulador y que tiene a una única persona de espectador a la vez.
Su brevedad lo vuelve muy atractivo y ligero, gracias al imaginario poético y simple que sus creadores desarrollan con gran sensibilidad. Dos historias paralelas, una más íntima sobre la relación entre una abuela y su nieta a través de la pasión por los libros y otra más paisajística e icónica que se desarrolla en una vuelta dentro del tranvía de la emblemática línea 28 de Lisboa.
Para finalizar la programación, en el palacio do Egipto se presentó Hugo Suárez con el espectáculo Body Rapsody. Este título forma parte de un repertorio de obras que, junto con su compañera Inés Pasic, llevan ambos investigando y desarrollando bajo un estilo propio de relación entre mimo y objeto, interactuando con el cuerpo y pequeños detalles que transforman las figuras y el espacio.
Body Rapsody muestra la aparición consecutiva de una serie de personajes que generan curiosidad, ternura y risa a partes iguales. No deja de sorprendernos que gracias a las posibilidades expresivas de la combinación entre diferentes partes del cuerpo se puedan generar situaciones breves pero significativamente divertidas y poéticas, en las que los títeres, efímeros, parecen tomar vida de manera espontánea, simple y profunda.
Por la tarde, y a modo de cierre del festival, se llevó a cabo la entrega de premios, ya habitual desde sus inicios. En ella se contemplaron no solo los premios estipulados, sino que, por unanimidad, el jurado propuso valorar y reconocer, además de las piezas que ya funcionan, también aquellas en las que se intuye una gran capacidad de desarrollo.
He aquí, pues, los tres galardones otorgados: el premio del público a Hugo Suárez por la obra Body Rapsody, el premio del jurado a Marcelo Lafontana por el espectáculo O vaqueiro que não mentia, y el más reciente denominado premio “Germinação” para Fábio Supérbi con la pieza Alguma Coisa.
Toda reunión implica colaboraciones. Intuir, acercarse, conocer, formar parte. Es siempre conmovedor el hecho de que seres de diferentes ámbitos y procedencias se congreguen por un motivo común. Es, además, extraordinario, que esto suceda por una inquietud artística. Y por eso aún más insólito, que el arte de los títeres, esa área tan minoritaria y a veces invisible que es el teatro de objetos, sea lo que convoca y amalgama a hacedores y curiosos a participar, directa e indirectamente de esta celebración. Por eso, solo queda felicitar y agradecer tanto al equipo de la organización de este festival, a todas y todos los participantes, a la ciudad de Oeiras por acoger un evento que tiene toda la potencialidad de crecer y por supuesto al público sin el que nada de esto sería posible.