(El Quiosco de la Música. Foto T.R.)
Continuamos con nuestras crónicas sobre el Parque de las Marionetas en su 23a edición de 2022, hablando de los siguientes espectáculos: Torpeza obliga, de Civi Civiac; Kathputti, de Puren Bhatt; Eco, de Ymedio Teatro; Las Tres Cerditas, de Xarop Teatre; y la Orquesta Zingarozana.
Estética cuidada: Ignacio Fortún, Pepe Cerdá…
Antes de adentrarnos en la rica variedad de las programación, vale la pena detenerse en un factor que no suele reconocerse en los festivales: el cuidado que desde siempre ha puesto la dirección del Parque en el esmero estético de la imagen. No solo para los elementos publicitarios y en cómo el festival se presenta en sociedad, sino también en los elementos interiores que los espectadores ven en el espacio más íntimo de las carpas y de las representaciones.
De entrada, decir que por fin el bonito Quiosco de Música, que desde 2017 estuvo envuelto en largas reparaciones, luce ya desde hace un par de años su perfil natural de preciosa glorieta de corte modernista, que dota de inmensa personalidad la zona. Sabido es que los quioscos de música suelen ser monumentos funcionales pero sobre todo decorativos en los parques y jardines donde era habitual emplazarlos. El de Zaragoza fue construido con motivo de la Exposición Hispano-Francesa en 1908 y expuesto inicialmente en la Plaza de los Sitios. En 1912 se trasladó al Paseo Independencia, para volver a su ubicación original en 1924. Fue en la década de los años 60 cuando se trasladó al Parque Grande José Antonio Labordeta.
Si hemos puesto este énfasis en el Quiosco de Música, es porque constituye el centro u ombligo neurálgico del Parque de las Marionetas, en cuya área circundante tienen lugar los espectáculos de los cuatro maestros titiriteros de la Cachiporra. Igualmente, en él actúa la Orquesta Zingazorana, de la que hablaremos más adelante.
De interés especial son las barracas donde tienen lugar una buena mayoría de los espectáculos, pintadas en su día por el gran artista aragonés Ignacio Fortún, bien conocido por Titeresante (ver aquí el artículo dedicado a su impresionante exposición Mirada y Relato de 2017 en La Lonja). Fortún ha trabajado repetidas veces con titiriteros zaragozanos. Actualmente se encuentra colaborando con la compañía La Tía Helena para un nuevo montaje en el que construye no solo decorados sino muñecos grandes a modo de marionetas.
Este año, el Parque ha contado con la aportación gráfica de Pepe Cerdá (ver aquí), en las ilustraciones de títeres del mundo realizadas a partir de documentación de archivo aportada por Paco Paricio y coordinada por Ana Abán. Por lo visto, el padre de Pepe Cerdá pintaba los carruseles de las ferias de Zaragoza, por lo que este reencuentro con el mundo de los espectáculos de feria ha sido especialmente emotivo para el ilustre pintor.
Igualmente, se ha renovado el logo del festival de la mano de Studio Novo, encargado de utilizar las ilustraciones creadas por Pepe Cerdá para ampliar recursos de comunicación y difusión.
Torpeza obliga, de Civi Civiac
La compañía Civi Civiac, capitaneada por el mago Ismael Civiac y nacida en 1999 en Pueyo de Santa Cruz (Huesca), es una presencia obligada en la programación del Parque, pues cuenta además con su propio espacio de exhibición, un pequeño circo de gradas con capacidad para unas cien personas, que se llena hasta la bandera en todas las funciones programadas.
La principal característica del trabajo de Civi Civiac es su gusto por emparentarse con otros lenguajes escénicos, buscando un cruce de disciplinas que por regla general es algo siempre muy valorado por los espectadores y los entendidos. Con la magia como eje medular, los cómicos de la compañía suelen recurrir al mundo del circo, mezclando la figura del payaso con la del mago, o con los mismos títeres, como ha hecho en esta ocasión, con su espectáculo Torpeza Obliga.
Ha contado para ello con la colaboración de un buen entendido en la materia, nada más y nada menos que Paco Paricio, de Los Titiriteros de Binéfar, quien ha intervenido con precisas pinceladas dramatúrgicas en el uso de los objetos y en la aparición de un conejo títere mago.
En las funciones del Parque, Civi Civiac mostró solo una parte de este nuevo espectáculo, de un enorme colorido y buscando siempre la participación del público, ya sea con los obligados aplausos que magos y artistas circenses suelen requerir a los espectadores, ya sea con intervenciones puntuales de los niños voluntarios, ansiosos de salir ellos también a la pista.
Mostró Ismael Civiac este dominio de la escena de la que hace gala, heredada desde niño, pues proviene de una familia de magos de las más antiguas de España, asentada en Huesca. Su padre, siempre crítico y vigilante con las esencias de su arte, sigue con pasión y quizá con envidia la labor de su hijo, bien asentado hoy en el complejo ecosistema teatral de Aragón. Todo ello hace que cuando se entra en el espacio cerrado del pequeño circo de Civi Civiac, el espectador se olvide del mundo exterior y se deje poseer por el esplendor maravilloso de los cómicos de toda la vida, con la magia abanderando la sesión.
Desde el exterior, el pequeño recinto circular parecía un curioso platillo volante de las artes movido por una continua emanación de salvas de aplausos, como si se tratara de un extraño combustible hecho de energías limpias y refrescantes, capaces de hacer volar al artefacto entero. ¡Admirable!
Kathputti, de Puren Bhatt
Ya hablamos en un anterior artículo desde Putxinel·li (ver aquí), sobre el magnífico trabajo de este titiritero del Rajastán, hoy instalado en Delhi, en la reconocida Kathputli Colony.
Actuó Puran Bhatt acompañado por su nieto Rohan Bhatt, encargado del acompañamiento musical mediante un tambor de doble cara y del canto, con funciones a veces de interpelación al titiritero, quien ponía voz a los títeres a través de un pequeño instrumento o silbato, similar a la lengüeta europea, pero que no articula las palabras.
Y al igual que en Barcelona, en Zaragoza demostró el maestro titiritero su dominio total del oficio, con una manipulación precisa y siempre llena de gracia, mientras iba desplegando una serie de personajes cada uno con su propia particularidad: exquisitos bailes llenos de insinuaciones, juegos con una bola que hace pasar de una mano a otra y que a veces va a parar a la cabeza del personaje. Uno de los números fuertes, clásico del Kathputli, es la marioneta doble: unas veces es un hombre, otras una mujer, efecto que se consigue girando el títere del revés y mostrando la otra identidad que permanecía escondida en la falda. O una especie de payaso que pone la cabeza donde le da la gana, se le bajan y suben los pantalones al ritmo de la música, y hace morir de risa a los espectadores.
Podemos decir que el titiritero mostró los aspectos más espectaculares y virtuosos del Kathputli, que son los que suelen hacerse cuando el público no comprende el hindú.
Como decía en la crónica de Putxinel·li, nos encontramos ante un espectáculo que despierta el interés y la curiosidad del público no sólo por lo que se ve, sino también por lo que no se ve, es decir, por el trasfondo histórico y social que hay detrás de la actuación.
Vale la pena explicar aquí algunos de los entresijos de esta tradición y del maestro que nos la trajo.Y para ello debemos hablar de una realidad social y artística de un gran interés, la llamada Kathputli Colony situada en un barrio de Delhi, donde hace unos cincuenta años se instalaron varias familias de actores y titiriteros del Rajastán, pertenecientes a la dinastía Bhatt y todos ellos incluidos en la tradición ambulante del Kathputli. El pequeño número inicial de artistas ha ido creciendo con los años y actualmente suman unos 2.000 los cuales viven con sus familias, en un lugar sin urbanizar, que corresponde a lo que sería para nosotros un barrio de chabolas.
Entre este montón de artistas hay magos, equilibristas, escupidores de fuego, malabaristas, cantantes, bailarines, músicos, escultores, pintores, actores, titiriteros y otros artesanos productores de objetos de todo tipo. La Colonia se ha convertido así en una escuela espontánea de todas estas disciplinas y al mismo tiempo en un escenario natural donde el visitante puede ver representaciones improvisadas de mil artes diferentes. Puede decirse que se ha convertido incluso en un atractivo turístico, ya que ha sido una constante la presencia de extranjeros atraídos por el áurea de brillo y exquisitez de sus actuaciones. Atención: no sólo se cultivan las formas tradicionales. El propio Puran Bhatt ha creado espectáculos con estilos más contemporáneos, que ha aprendido en sus estancias en Europa y Suecia, donde estuvo con el gran Michael Meshke.
Sin embargo, la Kathputli Colony hoy está en peligro: el gobierno de la ciudad ha querido erradicar este barrio de barracas para construir pisos, en una ciudad como Delhi que no para de crecer. Ha prometido a sus habitantes artistas un nuevo barrio con sus correspondientes pisos, pero de ello hace ya dos años, y la espera va para largo. Buena parte de la Colonia ha sido destruida, a pesar de la resistencia y el apoyo que ha tenido del sector artístico y titiritero de la ciudad. La propia Unima, a través de su delegación india, y con la persona al frente de quien ha sido su presidente durante los últimos años, Dadi Pudumjee, nacido él también en Delhi, han ensalzado a la Kathputli Colony como una reserva patrimonial donde se conservan vivas buena parte de las tradiciones populares más antiguas de la India. Se han realizado películas sobre su existencia, como un precioso documental dirigido por Manish Sachdeva.
Esperamos que finalmente el sentido común se imponga a la especulación, y toda esa riqueza perdure en las mejores condiciones posibles.
Entretanto, personas como el maestro Puran Bhatt y su nieto Rohan Bhatt, se pasean por el mundo invitados por los teatros, los festivales y aquellos titiriteros que saben de su existencia y que no quieren perderse conocer de primera mano estas antiguas y preciosas tradiciones. En el Parque de las Marionetas de Zaragoza el público lo ha disfrutado con ganas, admirados de una tradición tan atractiva y tan poco conocida en nuestros lares.
Eco, de Ymedio Teatro
Fue un placer volver a ver Eco, de Ymedio Teatro, no en su versión íntegra, sino según la reducción que Álex Ramos y Santos Sánchez habían preparado para el tiempo corto de las representaciones ‘de feria’ propias del Parque de las Marionetas.
Una reducción que mantuvo en su puesto las cargas de profundidad que tiene esta obra, tal vez poseídas de menos voltaje explosivo, pero con la misma inquietante mirada sobre el mundo de las relaciones y de los apegos. Lo que sí se mantuvo intacto es la calidad de los dos actores de la compañía de Jaén, dotados de una expresividad capaz de conducirnos de la tragedia a la comedia en un oscilante vaivén perceptivo.
¿Qué añadir a lo que ya se ha dicho en otras ocasiones sobre la valía de Eco? Solo volver a destacar su enorme valía, fruto de un trabajo creativo tan inteligente como riguroso, dotado de una frescura capaz de ir más allá de lo obvio y de lo plano, poniendo espejos a la realidad donde uno menos se lo espera. Para los espectadores del Parque, una oportunidad de captar nuevos registros de lo que somos.
Las Tres Cerditas, de Xarop Teatre
De Castellón vino la compañía Xarop Teatre para actuar en el escenario grande llamado ‘infantil’, que acoge a públicos numerosos compuesto básicamente de familias.
Carles Benlliure y Rebeca Castro son los dos actores titiriteros que interpretan esta obra, adaptación libre del famoso cuento de los Tres Cerditos, que ellos ubican en un contexto de guerra y conflicto. Se trata de una obra que podríamos llamar de ‘mensaje’, pues en ella se busca transmitir valores de no-guerra, mientras a su vez se invita a los espectadores a forzar un final feliz que despierte la imaginación pacifista.
Para ello, Xarop Teatre despliega un nutrido elenco de muñecos sobre mesas que se mueven por el escenario mediante ruedas, logrando un atractivo dinamismo a la historia, que los efectos sonoros amplifican en la imaginación de los niños. A destacar la lograda factura de los títeres y el buen hacer actoral de los dos titiriteros, capaces de retener la atención del público, con los niños entregados a la historia.
Las familias asistentes conectaron con los valores defendidos y los aplaudieron con fervor, en una sintonía de pareceres que huye de los tiranos y de los demagogos, los verdaderos enemigos de las Tres Cerditas.
La Orquesta Zingarozana
Liderada por Joaquín Murillo al saxo, Teresa Polyvka al violín, Kike Lera a la guitarra, y David Sánchez y Sergio Domínguez a la batería, la llamada Orquesta Zingarozana es uno de los puntales del Parque, instalada siempre en el Quiosco de la Música, como no podía dejar de ser de otro modo. Gracias a la presencia de la violinista ucraniana Teresa Polyvka, increíble virtuosa capaz de tocar las piezas más diabólicamente difíciles del repertorio zíngaro centroeuropeo, se ha dado este nombre mixto en el que lo foráneo zíngaro se mezcla con lo maño zaragozano.
Pero poco podría Polívka si no tuviera junto a ella a unos músicos de una gran categoría, con un Joaquín Murillo que no le va a la zaga con el saxo soprano, o la solidez de ritmo y timbre que da al conjunto Kike Lera con su guitarra, así como los dos encargados de la percusión, David Sánchez y Sergio Domínguez.
Con sus intervenciones, la Orquesta Zingarozana pone orden al desorden natural de los Polichinelas en la plaza del Quiosco, dando por acabadas las funciones de unos y, al finalizar sus intervenciones, dar pie a las que arrancan de nuevo.
También su presencia es celebrada en las ceremonias de la entrega de Premios. En la de anoche, el violín de la Polivka levantó a todos de sus asientos, tras un día entero de representaciones, preparando espiritualmente a titiriteros y organizadores para el pica-pica siempre tan esperado, debido a sus jamones de Teruel y a una tortilla de patatas de altos vuelos.