(Michele Caffagi. Foto de Iñigo Royo)
Iniciamos con este artículo la primera crónica sobre el Festival Internacional de Títeres de Tolosa Titirijai 2022, que este año celebra su 40 aniversario. Y lo hacemos hablando de los siguientes espectáculos: Gran Mamut, de Markeliñe; Kazu, de Singe Diesel; Controvento, de Michele Caffagi; y Mentira cochina, de Cal Teatre.
Conviene decir, antes de entrar en materia, cómo el Titirijai de este año se ha desarrollado en plena normalidad, con un buen ritmo y una elevada calidad de las múltiples propuestas programadas: espectáculos, exposiciones, jornadas de encuentros profesionales y los momentos convivenciales entre artistas e invitados. De todo ello hablaremos en las sucesivas crónicas. El cambio en la dirección del Festival, con la entrada de los dos jóvenes directores Estitxu Zaldua y Juanjo Herrero, que Idoya Otegui propuso tras su retiro después de 40 años de estar al pie del cañón, ha transcurrido no solo con normalidad sino con una nota muy alta, especialmente tras el homenaje dedicado a Idoya Otegui, sin duda el momento álgido del festival de este año, muy logrado y merecido.
También tenemos que indicar cuál ha sido el espectáculo que ha recibido el Premio del Jurado Infantil, un galardón siempre muy codiciado del Festival. Sus miembros han considerado premiar al espectáculo Controvento, del gran cómico italiano de las pompas de jabón Michele Caffagi. Un artista que recibe por segunda vez este apreciado premio. Con él vamos a empezar esta crónica.
Controvento, de Michele Caffagi
Michele Caffagi ha vuelto a sorprender al público de Tolosa con una obra memorable, Controvento, en la que combina su enorme savoir faire en el tema de las pompas de jabón, su especialidad técnica, con un teatro visual de gran calidad en el que él mismo se incrusta como mimo, actor cómico, pintor lumínico y poeta escénico.
Ya en el Titirijai 2017, cuando presentó El hombre de la lluvia, un espectáculo que deslumbró a los espectadores, recibió el Premio del Jurado Infantil como ha sucedido este año . Dije en aquella ocasión (ver aquí): Fue una verdadera orgía de creatividad visual lo que ofreció el italiano, convertido en una fuente inagotable de imágenes a cuál más seductora e imposible, de una generosidad sin límites. Palabras que podríamos decir para Controvento, con la obra situada en un registro temático diferente: en el elemento ‘aire’ y en el deseo de ‘volar’.
A diferencia de lo que sucedía con El hombre de la lluvia, en cuya trama el elemento húmedo entrada ya en la primera escena, en Controvento Caffagi nos introduce a lo que siempre ha sido una de las pulsiones más primarias de los humanos: poder imitar el vuelo de los pájaros y vencer la gravedad terráquea, es decir, volar.
Una pulsión que permitirá trasladarnos lentamente al universo simbólico y formal de lo ingrávido que se deja llevar por las brisas y las corrientes de aire, y que permite desplegar la pasión que Caffagi tiene por esos globos efímeros que nacen del jabón cuando se junta con el agua.
El clown se combina en esta ocasión con la poética aventurera de los primeros vuelos aeronáuticos, realizados con avionetas que, vistas con ojos de hoy, nos parecen extravagantes objetos de locos inventores. Y, tal como nos muestran las bellas imágenes que Caffagi nos regala al final de la obra con los documentales fílmicos de las primeras avionetas puestas en vuelo, la mayoría de ellas con finales catastróficos, la que aparece en el escenario da pie a volar no solo por los aires de la imaginación, sino por la poética visual del ‘más difícil todavía’ de las pompas de jabón.
No soy un experto en esta especialidad escénica, pero lo que logra Caffagi con sus redes, aros, cuerdas y otros artilugios de su invención, es simplemente insólito y maravilloso. Consigue el artista fascinar y embobar a los espectadores, grandes y pequeños por un igual, mostrando un catálogo inacabable de imágenes dinámicas que nacen, se pintan y mueren en el espacio.
El público que llenaba la inmensa sala del Leidor de Tolosa, atónito, no pudo más que aplaudir a rabiar semejante alarde de creatividad y de poesía visual. En cuanto a los niños, lo tuvieron claro: su jurado decidió otorgarle el Premio al Mejor Espectáculo.
Gran Mamut, de Markeliñe
La histórica compañía vasca Markeliñe, de teatro de actor, visual y de objetos, presentó su último trabajo recién estrenado, Gran Mamut, en el que tres de sus integrantes recrean los momentos primordiales cuando los humanos, habiendo alcanzado ya su fase de Sapiens, parten de la realidad para elaborar las primeras imágenes que abren los espacios de la imaginación y del mismo lenguaje.
Tres parecen ser los elementos principales que avivan sus estímulos creadores: el frío, el hambre y el juego. También podríamos añadir el sexo, por supuesto. Pero es la inventiva que da el juego lo que en la obra les permite reaccionar a los retos evolutivos con éxito e imaginación.
Y eso es lo que hacen los tres magníficos actores sapiens de Markerliñe, un hombres y dos mujeres, que de algún modo buscan simbolizar a la humanidad entera en sus fases primigenias, desarrollando lo que se cree que diferenció a los Sapiens de los demás homínidos: su capacidad de fabular, imaginar y explicar historias. Con estos incipientes talentos, hemos creado todas las facetas que nos hacen humanos: la caza, el arte, las narraciones y las mitologías, las cabañas, casas y ciudades, más las armas y las guerras. Logros que nos han permitido, a la larga, llegar a la luna y viajar en avión.
Es extraordinaria la capacidad de los tres actores, con su mímica de seres primitivos y sus lenguajes que a veces recuerdan los de los simios. Los huesos roídos de un mamut desmembrado son utilizados como signos a manipular de un lenguaje de objetos. Todo ello trufado de humor y de guiños, dando a entender que si bien se busca la autenticidad histórica del Paleolítico, en realidad estamos haciendo teatro y el lenguaje que se utiliza es el del humor teatral del clown.
Los escolares lo entendieron perfectamente y se entregaron de lleno a su labor. Los aplausos así lo confirmaron con claridad.
Kazu, de Singe Diesel
Fue todo un descubrimiento asistir en el teatro del TOPIC a la representación de Juan Pérez Escala, chileno residente en Francia desde hace más de veinte años, director de la compañía Singe Diesel e intérprete solista de Kazu.
El punto de partida no puede ser más sugerente: en el escenario, vemos el taller del titiritero con cuatro o cinco mesas donde se acumulan mil objetos y muñecos diferentes. En una esquina un retroproyector proyecta en una pantalla algunos dibujos realizados por Juan, a modo de complemento visual de las diferentes micro-escenas representadas. Y sentado en un pequeño taburete, frente a un viejo micrófono de radio antigua que reproduce el sonido con un eco lejano que convierte la voz en doble, está el titiritero dispuesto a contarnos sus Kazus.
¿Kazus? ¿Qué son los kazus? Palabra inventada por el autor-director-intérprete, se la define por eliminación: no son ni historias, ni poemas, ni chistes, ni pequeños cuentos, ni haikus. Son, simplemente, kazus.
Según reza el programa, se proclaman relacionados con ‘el realismo mágico y la microficción’. Nosotros los podríamos tildar de pincelada poética a modo de apotegma generalmente no explícito, de axioma o de aforismo nacido de la experiencia emotiva y sentimental del mismo titiritero, el cual recurre pàra expresarlo a un títere, un muñeco o un objeto, con el que realiza una acción mínima. Trabajo de síntesis y de sobriedad concisa, siempre alumbrado por su íntima luz poética, en la imagen y la palabra.
Es imposible definir o relatar este espectáculo de kazus, pues por algo la síntesis es síntesis, y lo poético poesía, realidades que no aceptan descripciones ni ser sustituidas por otras palabras. Sí que podemos indicar la fuerza de sus efectos perceptivos, la transparencia con que las palabras nos dicen una u otra cosa, o el gesto justo de un muñeco que está allí para decirnos esto y nada más que esto.
Un trabajo muy personal, a veces incluso con visos autobiográficos, todo realizado en una atmósfera de preciosa intimidad y confidencia. Estrenó Juan en el TOPIC la versión española de la obra, antes sólo representada en francés, y podemos decir que el público entró de lleno en la propuesta, como si cada Kazu fuera un pequeño anzuelo lanzado a la sala, pescando la intimidad uno a uno de los espectadores. Esos se dejaron pescar con gusto y afán, y al acabar, premiaron al titiritero con sus aplausos más calurosos.
Mentira cochina, de Cal Teatre
Recalaron los dos actores de Cal Teatre, Carlos Gallardo y Jordi Font, al teatro del TOPIC con la obra que acaban de presentar en lo que es su primera gira de estreno: Mentira cochina, escrita y dirigida por Dora Cantero.
Una verdadera maravilla, seguramente una de las obras más logradas del Titirijai de este año de las presentadas para público escolar. No vamos a descubrir su argumento, simplemente indicar que el fenómeno de mentir, que tan bien hacemos los humanos, seamos niños o mayores, aparece aquí tratado con una inteligencia y una distancia que no siempre vemos en los espectáculos que bucean por las contradicciones humanas más recurrentes y ambiguas.
La obra, con una puesta en escena limpia y ágil, técnicamente sofisticada y a la vez de una gran sencillez, sabe ponerse en este filo de la navaja que son las mentiras, capaces de subirte a los cielos en unos casos, o de hundirte en la peor de las miserias en otros casos. Los dos actores bordan sus papeles sin jamás entrar ni en sentimentalismos, ni en simplificaciones burdas, ni en desagradables moralinas. Dotados de un porte agradable, simpático y desenvuelto, consiguen situarse en la distancia justa respecto a los contenidos, ya antes apuntado, y a la vez jugar con una convincente empatía hacia los personajes, encarnados por marionetas.
Aquí las fronteras entre teatro de títeres, visual, de sombras o de objetos desaparecen para regocijo de los espectadores, a quienes estas cuestiones interesan poco, mientras se dejan atrapar por la fuerza de las imágenes y de los personajes, sean humanos o de madera.
El nombre de Dora Cantero sonó con fuerza en el Titirijai de este año, presente en dos obras que merecieron notables palmas y elogios: la presente de Cal Teatre, y El Tiempo de las Tortugas que presentó el jueves por la noche también en el TOPIC,. y de la que se hablará en la próxima crónica.