Fotografía del estreno de la versión concierto en ‘El Retablo de maese Pedro’ en Sevilla, 23 de marzo de 1923. Eresbil (Archivo Vasco de la Música). Foto T.R.
Como ya anunciamos en la última crónica publicada a raíz del Centenario del Retablo de Maese Pedro, de Manuel de Falla (ver aquí), en la que comentamos las dos exposiciones realizadas en el Museo Casa Natal FGL de Fuente Vaqueros, y en el Centre Federico García Lorca de Granada (ver aquí), vamos a hablar en el presente artículo sobre las otras dos exposiciones que coinciden en el tiempo con las anteriores: El pasado presente, en la Casa de los Tiros de Granada; y La cuñada de don Cristóbal, en la casa veraniega de los Lorca en la Huerta de San Vicente.
El pasado presente, en la Casa de los Tiros de Granada
El título completo de esta hermosa exposición montada en la Casa de los Tiros de Granada y comisionada por la musicóloga y gran especialista en Manuel de Falla, Elena Torres Clemente, es El pasado presente. Manuel de Falla. El retablo de maese Pedro 1923-2023. Título que se refiere a la frase citada de un programa de mano escrito por María Zambrano hablando de la ópera de Falla: ‘No es un presente que evoca el pasado, sino un pasado que se adelanta hasta el presente’. Bonita forma de indicar la contemporaneidad de la música del compositor gaditano quien, como buen creador, escribe mirando más hacia el futuro que hacia el pasado.
Desconocía por completo la existencia de la Casa de los Tiros, y al entrar en ella, me di cuenta de la hermosura del lugar en el que me encontraba. Por lo visto, el nombre de los Tiros se explica por las piezas de artillería que hay en sus almenas. Una casa construida en el siglo XVI que formó parte de la muralla del barrio de los Alfareros, de ahí su aspecto de fortaleza militar, aunque hoy el barrio es el del Realejo. Lo que queda de la casa es el Torreón, con una vistosa fachada de sillería decorada con cinco esculturas, cinco héroes en posición de batalla: Hércules, Teseo, Mercurio, Jasón y Héctor.
Fachada de la Casa de Los Tiros, Wikipedia
Hay que destacar la llamada Cuadra Dorada, una sala amplia y majestuosa con armadura renacentista en el techo y pinturas murales, sin duda el espacio más vistoso de la Casa de los Tiros.
Techo de la Cuadra Dorada. Foto T.R.
El museo en que hoy se ha convertido el Torreón se centra en el interior en objetos e imágenes relacionadas con Granada que tienen que ver con el mundo de los viajes, el orientalismo y el costumbrismo, con una sala dedicada a las fiestas grandes de Granada, a través de sus carteles y fotografías: por supuesto, las corridas de toros, y una atención a la fiesta de Corpus, con la Tarasca de Granada como pieza singular destacada.
Pero regresemos al patio central de la mansión, donde nos reciben dos cabezas gigantes harto conocidas: las de las marionetas de Don Quijote y de Sancho Panza que vimos en el montaje de Etcétera en el Palacio de Carlos V. Son dos copias de recambio de las cabezas originales esculpidas por Enrique Lanz que la compañía ha cedido como preámbulo visual de la exposición.
Un señor que se hallaba a mi lado suelta: ‘¡Pero si es la cabeza de Fidel Castro!’. No había caído en ello: su parecido es grande, en efecto. Aunque no diría exactamente que sea igual al fallecido dirigente cubano. Se lo pregunté más tarde a Yanisbel V. Martínez, quien me aclaró que Enrique se inspiró, en efecto, en el rostro de Castro entre otros modelos, pues también hay rasgos de determinados cristos góticos y de algunas ilustraciones históricas del Quijote. Me aclaró también que la cabeza que hay en la Casa de los Tiros es un primer modelo que luego se descartó y de ahí que tenga rasgos diferentes a los del títere de la ópera.
Pero ahí están las dos cabezas, mostrando la enormidad del desafío al que se enfrentó Enrique Lanz al concebir su montaje con marionetas de semejante tamaño.
Cabezas de Don Quijote y Sancho Panza, de Enrique Lanz, en el patio de la Casa de los Tiros. Foto Mariano Cano
Una buena entrada, pues la exposición está en efecto dedicada por entero a la ópera ‘El retablo de maese Pedro’ de Manuel de Falla. Su comisaria, Elena Torres Clemente, la ha organizado en siete partes (número mágico al que por lo visto Falla tenía muy en cuenta) que recorren el proceso de gestación de la ópera: 1- los antecedentes del interés por los títeres que inspiraron ya desde la niñez al compositor, 2- su fijación y conocimiento de la obra cervantina y del Quijote, 3- el proceso de creación de la ópera, 4- su estreno en París, 5- el trasfondo ideológico hacia unos nuevos ‘ideales hispánicos’ que quiso transmitir Falla con su ópera, 6- las diversas representaciones que se hicieron en todo el mundo tras su estreno en 1923, y 7- la importancia del Retablo en el imaginario colectivo.
Siete miradas que son en realidad siete etapas y siete procesos que ilustran el desarrollo vital de cómo surgió El Retablo así como su posterior vida más allá del autor, considerada como una peculiar obra de culto que nos habla de una época, del universo cultural que representa Falla, y de las tensiones siempre tan actuales entre mito y realidad, entre lo tangible y lo imaginario.
La Tía Norica en la cama. Casa de los Tilos. Foto T.R.
Es impresionante ver cómo ya de niño sintió Falla esa atracción por los mundos de la imaginación que el teatro de títeres encarnaba, así como los teatrillos de papel tan de moda en su época. Su Cádiz natal le reportó ya un modelo de personaje popular como es la Tía Norica, que Lorca definiría como la cuñada de Don Cristóbal Polichinela (con este título se ha montado la exposición presentada en la Huerta de San Vicente que luego trataremos).
Un personaje que aúna en femenino -el único de las tradiciones europeas- ese cúmulo de rasgos cómicos y satíricos que tan bien ilustra la familia de los Polichinelas, y que enlaza con una corriente profundamente ibérica que pasa por la obra de Gil Vicente, con sus divertidos testamentos de viejas borrachas (O pranto de Maria Parda), y cruza por supuesto el universo infinito de La Celestina.
Manuel de Falla adolescente, año 1890. Archivo Manuel de Falla de Granada. Foto T.R.
Aunque luego la mirada del joven compositor se centra en la obra de Cervantes y en el Quijote, una fijación que acabaría convertida en ópera. Como cuenta el programa de la exposición, Falla llegó a atesorar unas treinta ediciones de épocas y características muy variadas. Dice Elena Torres Clemente, ‘Esto nos permite hablar de una verdadera quijotemanía en Falla, quien consideró al Caballero de la Mancha como epítome de la cultura española’.
La exposición muestra muchas imágenes del estreno en París, de los títeres creados por Hermenegildo Lanz para la ocasión, de la amistad que lo unía a Stravinski, un compositor que tanto inspiró a Falla, del encargo de la Princesa de Polignac.
Reproducción de las cabezas del Príncipe y la Niña, de Hermenegildo Lanz, realizadas para la representación de ‘La niña que riega la albahaca y el príncipe preguntón’, en la función ‘Títeres de Cachiporra, el 6 de enero de 1923. Foto T.R.
Se subraya el interés por resituar la música española en el marco de las vanguardias que entonces se imponían en Europa, y por dotar su composición de unos rasgos de originalidad que se salieran de lo folclórico y de lo común.
E impresiona sobremanera la proyección que tuvo El Retablo, primero en sus múltiples estrenos en todo el mundo, y luego en el interés que despertó en tantos artistas que lo han abordado desde sus múltiples y particulares estilos.
Programa de mano del estreno de ‘El Retablo de Maese Pedro’ en París, 25 de junio de 1923. Ejemplar coloreado a mano con ilustración de Hernando Viñes, con la firma de participantes y asistentes al estreno. Archivo Lanz, Granada. Foto T.R.
De todo ello nos ilustra esta preciosa exposición que ha sabido combinar tan bien el discurso de lo que ha sido y sigue representando el Retablo en el mundo de las artes, de la ópera y del pensamiento, con la rica serie de imágenes, objetos, títeres, programas, libros y carteles que nos hablan directamente a los ojos y nos sitúan la obra, el autor y una época que alcanzan y atraviesan de lleno nuestra contemporaneidad.
La exposición, inaugurada el 15 de junio, termina el 3 de septiembre de 2023. ¡Afánense en verla!
‘La cuñada de don Cristóbal’. Exposición de títeres de la Tía Norica, en la Huerta de San Vicente
Llegamos así a la cuarta exposición que complementa este deseo de la ciudad de Granada de celebrar el centenario del estreno del Retablo de maese Pedro, de Manuel de Falla. Y lo hace, en este caso, centrándose en uno de esos antecedentes de los que antes hablamos que tanto influyeron en la infancia del compositor: la Tía Norica de Cádiz, un personaje y un estilo de hacer teatro que quedó grabado en la imaginación del compositor y que acabaría derivando en las aventuras cachiporrísticas de los tres grandes artistas que confluyeron en Granada en 1919, y que produjeron joyas como los Títeres de Cachiporra y el Don Cristóbal Polichinela de Federico García Lorca, el Retablo de maese Pedro de Manuel de Falla, más todo el universo visual y titiritero creado por Hermenegildo Lanz para las representaciones de estas obras.
Juanjo García y Toni Rumbau
La exposición está comisionada por Pepe Bable, de la compañía La Tía Norica, que ha cedido todas las piezas para la exposición, y por Juan José García, director de la Casa-Museo veraniega de los Lorca en la Huerta de San Vicente. Dos personas que conocen muy bien de lo que están hablando. Pepe Bable porque fue el principal adalid de la última recuperación del Teatro de la Tía Norica, posibilitando que esta vieja tradición llegara más viva que nunca a la actualidad, con una compañía dedicada a ella y con varias temporadas en Cádiz en el teatro que lleva su nombre: un modo con el que los gaditanos han querido homenajear a esa hija ilustre aunque díscola y caprichosa, y por eso mismo tan querida por los actuales inquilinos de Cádiz.
Exterior de la Casa Museo Federico García Lorca. Foto T.R.
Juan José García lleva más de treinta años al frente de la Huerta de San Vicente, no solo de la Casa-Museo sino también de las programaciones titiriteras del festival ‘Cristobicas en la Huerta de San Vicente’, por el que ha pasado prácticamente la totalidad de las compañías de marionetas del país.
Programa de este año del festival ‘Cristobicas en la Huerta de San Vicente’. Foto T.R.
Su conocimiento sobre la materia es profundo y a la vez práctico, pues sabe todo lo que se esconde detrás de estas vocaciones tan extrañas de los que hacen teatro con muñecos. Lo que a su vez lo vincula a la fascinación que tuvo Lorca por los títeres, cuya resonancia él escucha a diario entre las paredes de la vieja casa familiar.
Retrato de Federico García Lorca (1932), por Gregorio Toledo. Museo-Casa FGL. Foto T.R.
Da gusto visitar de nuevo la Casa-Museo en compañía de Juanjo García, alguien que conoce la casa en todos sus distinto aspectos, cambios habidos, y las mil anécdotas ocultas en cada uno de los pliegues de sus muebles, cuartos, puertas, ventanas y estancias diversas. Alguien que al vivir tantos años en la intrahistoria de una casa y de una familia, ha sabido distanciarse de ella para observarla en su realidad humana e histórica, desde la sabiduría que da el conocimiento de lo Íntimo asociado al Tiempo, que es la forma más directa que tenemos para llegar a la autoconsciencia de lo humano.
La Tía Norica. Casa Museo FGL. Foto T.R.
Pero vayamos a la exposición centrada en la Tía Norica, la cuñada de Don Cristóbal, como la llamaba Lorca. Y ha querido la ocasión y el marco que la exposición, ubicada en algunas de las habitaciones superiores de la casa, tenga este aire de intimidad, casi de secreto guardado en un desván, que tenían los títeres para Federico.
Puestas en vitrinas que parecen burbujas intemporales, vemos primero a la propia Tía Norica en compañía de su nieto Batillo, dos generaciones que se entienden de maravilla a base de equívocos, lecciones disparatadas, peleas, sustos y fidelidades a prueba de bomba. Aquí están mudos. Los rasgos del rostro de la Tía Norica, más bien severos y tensos, parece que estén a punto de soltar algunas de sus verdades y exabruptos. Mujer decidida y emprendedora, pertenece a esa tradición ibérica de las mujeres fuerte y de armas tomar.
Batillo. Casa Museo FGL. Foto T.R.
Vale la pena aquí hacer un inciso: esta exposición de marionetas es de las que cuelgan o posan -las que son de peana- protegidas por un cristal, en la más absoluta inmovilidad. Solo al final hay un vídeo que nos muestra imágenes antiguas de La Tía Norica y algunas escenas en movimiento. Muchos notarán a faltar la vitalidad que caracteriza a los títeres, que cobran vida cuando se mueven y se les presta la voz. Es una observación recurrente de muchos titiriteros ante los museos tradicionales de títeres.
Y, sin embargo, esta inmovilidad es una ocasión única para captar el secreto íntimo de las marionetas: el hieratismo de sus rostros y el esquematismo de sus movimientos. Los rasgos fijos, inmutables a las circunstancias y a las emociones, es la verdadera esencia de la marioneta, lo que la distingue del actor, cuyos rostros huyen de la imagen fija y viven inmersos en la psicología. Por eso es tan interesante percibir este hieratismo que en esta exposición no se oculta, sino que, por el contrario, expresa toda su carga estática, lo que también podríamos denominar su ’energía potencial’. Por eso las marionetas, como las máscaras, son proclives a expresar mitos y arquetipos, que constituyen las ‘fotos fijas’ de la psicología, dejando para los actores la adaptación humana individual de su físico al arquetipo o personaje que representan.
El Bailarín y la Bailarina. Casa Museo FGL. Foto T.R.
Estando en un lugar propicio a las invocaciones, como es la Casa-Museo de los Lorca en la Huerta de San Vicente, tiene todavía más sentido dejar que las marionetas, desde la inmovilidad de su condición inerte, que también podríamos llamar fúnebre, invoquen ellas también, como los muebles o las habitaciones con sus pianos, camas, mesas y sillas, a los fantasmas de la Historia y del Mito, juntando la experiencia imaginaria personal a la siempre difícil y sutil percepción del Tiempo.
Los personajes del Teatro de la Tía Norica. El Catálogo
La exposición nos muestra una buena representación de algunos de los personajes que suelen actuar en el Teatro de la Tía Norica, unos laicos y otros pertenecientes al drama del Auto del Nacimiento.
Junto a los ya citados Tía Norica y su nieto Batillo, están las hermosas figuras del Bailarín y de la Bailarina. Y rápidamente pasamos a los personajes del Auto de Navidad: los tres Reyes Magos, el rey Herodes, el Enviado de Roma, el Jefe de la Guardia Romana, Soldados de las legiones, el Ángel San Miguel, Simeón, el Rabino, Santa Isabel, el moro Hassaf y varias representaciones diabólicas: Luzbel, Astucia y la Zagala que en realidad es otra versión del mismo Luzbel.
El Rey Melchor. Casa Museo FGL. Foto T.R.
Es importante citar aquí el cuidado catálogo que la Casa-Museo de Federico García Lorca ha editado, que en realidad constituye un pequeño, conciso y muy provechoso tratado sobre el Teatro de la Tía Norica.
Catálogo de la exposición ‘La cuñada de Don Cristóbal’. Foto T.R.
Tras una breve introducción de Juan José García, el Catálogo ofrece un texto de Pepe Bable, el director de la compañía de la Tía Norica. En él, se explica la historia de lo que podríamos llamar la ‘última sociología artística’ de la Tía Norica en sus diferentes procesos de cambio y transformación desde que fueron recuperados en el año 80.
Luzbel. Casa Museo FGL. Foto T.R.
En efecto, tras el éxito de una representación que se hizo a cargo del antiguo equipo de titiriteros, el Ayuntamiento de Cádiz y la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía decidieron recuperar este legado que se hallaba en peligro de extinción. Para ello encargaron a Eduardo Bable, padre de Pepe y miembro del viejo equipo de manipuladores, un proyecto para su recuperación a partir de la construcción de réplicas de los originales.
Así empezó la última andadura de la Tía Norica, que en estas décadas ha vivido profundos procesos de cambio, de renovación y de asentamiento, con una nueva compañía y habiendo recuperado buena parte de su repertorio. También se han restaurado decorados y marionetas, que constituyen la preciosa base del Museo de Títeres de Cádiz, e incluso se ha abierto un teatro nuevo en la ciudad con el nombre de Teatro de la Tía Norica.
Inma Palomar junto al cartel del Sainete de la Tía Norica, frente al Teatro de la Tía Norica (mayo 2014). Foto T.R.
De todo ello nos habla Pepe Bable en su texto, poniéndonos al día del cómo y de lo que es hoy esta antigua tradición teatral, que sigue tan viva satisfaciendo las ganas de bulla y diversión de los gaditanos y de cuantos vayan a ver sus espectáculos, en Cádiz o allí donde la compañía ha sido invitada, más o menos alrededor de todo el mundo.
El otro texto fundamental del Catálogo es el firmado por Francisco J. Cornejo titulado La Tía Norica, Orígenes y Difusión. Un texto que, como se indica al final del mismo, está elaborado con fragmentos del trabajo del titiritero y profesor de la Universidad de Sevilla, Francisco J. Cornejo Vega, aparecido en Fantoche, Arte de los Títeres nº 6 (2012), pp.14-43.
Aconsejo vivamente al interesado a acudir al texto original, que puede encontrar en versión pdf clicando aquí. En él se nos explica con mucha claridad como el Teatro de la Tía Norica debe relacionarse con esa corriente del teatro del Siglo de Oro llamada La Máquina Real, fórmula con la que se conocía al teatro de marionetas de la época. Con paciencia y paso a paso, Cornejo nos va desvelando el complejo entramado de unas formas teatrales, las realizadas con marionetas, que han dejado muy pocos testimonios objetuales (ninguna marioneta conservada) pero sí muchos escritos, los cuales hasta ahora no han sido suficientemente estudiados y comprendidos. La Tía Norica sería una derivación tardía y lateral de estas realidades teatrales de tan profunda implantación en España y en lo que era el Imperio Español.
El Catálogo nos muestra a continuación las imágenes de las figuras más importantes expuestas en la Casa-Museo, con textos que definen cada marioneta, su rol en las obras en las que participaba, sus dimensiones y sus características físicas. Una información de gran valía que en realidad no es nada fácil de encontrar y que ahora disponemos gracias a esta exposición.
Y para terminar esta crónica, me gustaría citar un texto descubierto por Juan José García y que aparece en una de las cartelas de la exposición. Nos habla de una época que nos gustaría pensar está hoy suficientemente superada, pero que nos produce inquietantes resonancias de distopía cultural. Dice así:
Por suerte, esta instrucción de 1833 no consiguió los resultados buscados, y los titiriteros siguieron deambulando por los pueblos, con más o menos suerte, a pie, en burro, a caballo, en carro, en coche, en furgoneta o en avión, hasta nuestros días. ¡Que así sea!