Imagen del Teatro Airiños en la obra ‘República sideral’. Foto Manuel Silva
Terminamos con esta entrada las crónicas del Titiriberia 2023, Festival de Títeres Tradicionales, que se celebra en Rianxo, y que también se llama ‘Olhares sobre os cristovos’. Y lo hacemos no sin antes resaltar una de las facetas del festival que es de las que más suelen apreciar las compañías participantes: el factor convivencial que permite, a través de las comidas compartidas, de los encuentros programados o con la asistencia a los mismos espectáculos, que haya muchos momentos para la transmisión y el intercambio de pareceres, o para opinar con franqueza sobre los espectáculos.
También el hecho de que algunas funciones se hicieran en la arboleda que hay junto a la Playa de Tanxil ayudó a crear un ambiente relajado, casi de vacaciones. Es lo que tiene de bueno realizar festivales en localidades pequeñas, donde se puede ir a pie a casi todos los lugares, sin aglomeraciones de gente ni, por suerte, colapsos turísticos.
El Pazo do Martelo en 1962, antes de la restauración. Foto Archivo Gallego
En este artículo vamos a hablar de varios espectáculos y de un encuentro que se hizo en la Biblioteca Pública y Municipal Castelao de Rianxo, en un edificio histórico situado en la plaza Rafael Dieste, a un lado de la escalinata que sube a la impresionante iglesia de Santa Comba de Rianxo, del siglo XV. Se trata del Pazo do Martelo, construido en el siglo XII por Don Paio Gómez Chariño de Sotomaior y comprado por el Ayuntamiento de Rianxo cuando estaba en ruinas en 1974, para ser abierto como Biblioteca en 1986.
El Pazo dp Martelo, convertido en Biblioteca, hoy. Foto T.R.
Los espectáculos de los que vamos a hablar son los siguientes: Las aventuras del Coyote y el Conejo, y Alaia Galtzagorria: contos da nosa mitoloxia, de Ostomila Títeres; Títiricircus, de Tanxarina; O cego dos monifates. Romance de Peito de Lobo, de Seisdedos; y República Sideral, de Teatro Airiños. Igualmente nos referiremos a la conferencia dada por José Luís do Pico Orjais titulada Castelao e os cabezudos de Rianxo.
Por cierto, pueden ver todas las crónicas dedicadas a esta edición de Titiriberia clicando aquí.
Conferencia de José Luís do Pico Orjais en la Biblioteca Pública Castelao
Fue sin duda uno de los momentos álgidos y mágicos del Festival, la conferencia que ofreció el músico e investigador José Luís do Pico Orjais, del que ya hablamos al comentar la jornada dedicada a Rafael Dieste, cuando cantó unas canciones tras la intervención de la actriz Tero Rodríguez en el papel de Maruja Mallo (ver aquí). No solo por el precioso lugar donde se encuentra la Biblioteca, sino porque la intervención del conferenciante fue única y especialmente emocionante.
José Luís do Pico Orjais. Foto T.R.
Con el título de Castelao e os cabezudos de Rianxo, Pico Orjais nos fue explicando su propia relación con los cabezudos, ya desde muy joven, en Arosa, cuando salía de niño a bailar delante de los cabezudos y más tarde como músico en las comparsas que acompañaban a las figuras festivas. Generalmente era durante el Corpus, al inicio de las fiestas, a modo de preludio, cuando salían los cabezudos. De algún modo era un inicio de fiesta laico, a las 12h del mediodía, con el repique de campanas del primer día de Corpus, antes de las procesiones de carácter sacro. Indicó como en Galicia los músicos que tocaban delante de los cabezudos siempre eran gaiteros, algo que ahora no siempre ocurre, pues se ha levantado la veda a músicos e instrumentos, y todo sirve para animar la fiesta. Recuerda Pico Orjais a los cabezudos que había en su localidad: la Negrita, un Municipal, el Gordo o el Flaco de la famosa pareja cómica, y otros personajes. No había gigantes. Solo los vio cuando llegó a Villagarcía de Arosa.
Cabezudos y gigantes en Rianxo. Foto mostrada por Pico Orjais en la conferencia
En aquella época, había una liturgia. Hoy es normal ver a niños acercarse a un cabezudo o gigante y tocarlos o incluso darles un mamporro. Entonces eso era impensable. Cabezudos y gigantes eran intocables. En Villagarcía, tocaban pasodobles y marchas, los gigantes se inclinaban con sus brazos de tela y tocaban a la gente, pero nunca a nadie se le ocurría tocarlos a ellos, había un respeto hacia esos seres de cartón.
Cabezudos de Rianxo. Foto mostrada por Pico Orjais en la conferencia
Habló entonces de Castelao (1886 Rianxo – 1950 Buenos Aires), formado en Rianxo hasta los 7 años, cuando seguramente conoció ya de pequeño a los gigantones y cabezudos del lugar. Es decir, que él no inventó en Rianxo a los cabezudos, como algunos podrían pensar por la fama que le dio haber creado más tarde a Peito de Lobo (el personaje popular que él inmortalizó bajo forma de cabezudo). Los había ya a finales del siglo XIX como está bien documentado. Tras regresar Castelao en 1900 de nuevo a Rianxo, es en 1907 cuando crea el cabezudo de Peito de Lobo, inspirándose en un personaje muy fuerte, feo y popular de Rianxo. Lo explica con mucho humor el propio Castelao en el relato Peito de Lobo de 1918, en el libro Retrincos publicado en 1934 (ver aquí).
Cantó entonces Pico Orjais una canción en la que pone música a un poema de Castelao que escribió desde Argentina a sus abuelos cuando tenía 11 años. Una maravilla de texto y de canción, que el conferenciante-cantor interpretó haciéndonos a todos partícipes de algunos estribillos.
Casa de Castelao en Rianxo. Foto Wikipedia
Y fue así como, entre palabras y canciones, Pico Orjais nos fue introduciendo en el universo de la cultura popular de Rianxo a través de Castelao y de las figuras festivas de las que fue artífice y animador.
Explicó como los cabezudos de Rianxo eran mayormente caricaturas, algo que sin duda tuvo una enorme influencia en Castelao, famoso caricaturista como es bien sabido. Mostró para ello algunas fotografías de la época en la que salen gigantes y cabezudos, y en algunas de ellas el mismo Castelao.
Coreto en un palco de música en Rianxo. Foto mostrada por Pico Orjais en la conferencia
Fue muy interesante cuando habló de los palcos de música, que los había en casi todas las localidades importantes, también llamados quioscos de música, escenarios circulares, cuadrados u octogonales, para las bandas musicales, con o sin techo, una realidad de una enorme presencia en Galicia.
Palco de música de Asados. Foto mostrada por Pico Orjais en la conferencia
Para Pico Orjais, los palcos de música constituyen uno de los patrimonios artísticos básicos de la cultura gallega. Hay que recordar que, junto con Valencia, Galicia es región musical por excelencia, donde abundan de un modo extraordinario las bandas musicales y las correspondientes Escuelas de Música, diseminadas por toda la geografía gallega, como la misma que hay en Rianxo.
Palco de música de Viveiro. Foto Wikimedia Commons
Hoy se han perdido muchos de estos palcos, pero por suerte la realidad musical sigue tan viva como siempre, y existe una revalorización constante de estas construcciones populares y tan democráticas que servían para la escucha de la música.
Pico Orjais en una de sus intervenciones. Foto T.R.
Nos es imposible reproducir esos momentos tan especiales que Pico Orjais ofreció mediante las palabras y las canciones que cantó, con las que atrapó y sedujo al público, con una participación que tenía más que ver con la sensibilidad, la poesía y la empatía con momentos y culturas ya desaparecidas a través de la historia, que con las compulsiones festivaleras de la calle que buscan la comunión de la masa. Un lujo que en el pequeño recinto del histórico Pazo do Martelo pudimos gozar los privilegiados que allí estuvimos.
Las aventuras del Coyote y el Conejo, y Alaia Galtzagorria: contos da nosa mitoloxia, de Ostomila Títeres
Regresamos a los títeres y lo hacemos de la mano de esta dotada titiritera nicaragüense, oriunda de una familia histórica de titiriteros de su país, los Guachipilín, Zoa Tamara Cuéllar Meza, que decidió un día cruzar el charco e instalarse en el País Vasco. Allí conoció a Rubén Mejuto Fernández, un músico director de coros, pianista y ahora actor, con el que decidieron constituir una formación titiritera profesional, Ostamila Teatro.
Zoa Tamara. Foto Manuel Silva
Vale la pena repasar el historial de Tamara para comprender la enorme preparación y la experiencia de esta titiritera que también es teatróloga. Reza su CV:
Licenciada en Arte Teatral con especialidad en Teatrología por el ISA (Universidad de las Artes, Cuba. 2013) Realiza estudios de teatro, títeres y narración oral en la Escuela del Teatro de Títeres Guachipilín con el proyecto «Jóvenes en escena» (2006). Desde 1994 actúa en el Teatro de Títeres Guachipilín y funda en el 2009 el Proyecto Interdisciplinario Extra Teatro. Ha participado en más de 30 espectáculos de diversas disciplinas escénicas. Como directora teatral joven ha organizado diversas puestas en escena que incluyen el teatro de títeres, la narración oral y el performance. Como crítica e investigadora sus trabajos han sido publicados en Cuba, Nicaragua y Costa Rica, administra el blog de crítica teatral nicaragüense «Ixpolot». Desde el 2006 ha tenido un destacado trabajo en el teatro para infancia y juventud en Nicaragua.
Rubén Mejuto. Foto Manuel Silva
Un valor tremendo que los vascos han tenido la suerte de acoger y que, además, junto con su compañero Rubén, es madre de dos hijas.
Un oficio, el de titiritera, que Zoa se toma muy en serio, como se transluce en los dos espectáculos que presentó Ostamila en Rianxo: Las aventuras del Coyote y el Conejo, y Alaia Galtzagorria: contos da nosa mitoloxia.
El primer título es un viaje a las historias populares de Centroamérica, donde el Coyote sustituye al Lobo de nuestras latitudes. Nos cuenta una historia, poética e inocente, con suaves pinceladas truculentas, entre estos dos personajes tan populares en Nicaragua, Tío Conejo y Tío Coyote, y que se hacen la vida imposible tanto como pueden.
Foto Manuel Silva
En la segunda obra, cobra vida el imaginario mítico y legendario del País Vasco, con algunos de los personajes populares que salen en canciones y cuentos. Para describir bien el espectáculo, no podemos obviar los nombres que no son de fácil dicción: Txerrentxu, un diablillo travieso, roba el tesoro de la cueva de Atxulaur. Zezengorri, guardián del tesoro, llama a Alaia, un galtzagorri astuto e inteligente, para que le ayude a recuperar el tesoro. Y es así como el público junto a Alaia, inicia un viaje en búsqueda del tesoro adentrándose en el mundo de la mitología Vasca. Como cuenta el programa de la obra, Alaia Galtzagorria es un viaje hacia las tradiciones y músicas de un país ancestral, Euskal Herria, lleno de magia, sonidos y personajes fantásticos.
Garazi Navas. Foto Manuel Silva
Lo hacen Tamara y Mejuto, cada uno en sus disciplinas correspondientes, Tamara gobernando con maestría el timón de los títeres, con la seguridad en la voz y los movimientos que le da su larga experiencia, y Mejuto desde el manejo impecable del piano eléctrico y también con los títeres en la mano, cuando entra en el retablo.
Lo interesante de la segunda pieza es que se hacen acompañar por un acordeón cromático de botones, a cargo de Garazi Navas, una reconocida instrumentista que domina el instrumento a la perfección. Un verdadero lujo que pudimos disfrutar en Rianxo. De hecho, Garazi Navas sustituye a la banda con la que se estrenó la obra en el País Vasco. Y como puede imaginar el lector, el sonido de este instrumento, cuando está bien tocado, es el acompañante ideal para los títeres, al otorgarles esta tonalidad popular del bandoneón arrabalero.
El saludo. Foto Manuel Silva
Los dos artistas titiriteros, junto a la joven acordeonista, conectaron de maravilla con el público, que los despidió con calurosos aplausos.
Títiricircus, de Tanxarina
¿Qué podemos decir del trío de Tanxarina que no se haya dicho ya, dada la veteranía y la fama que envuelven a esta formación histórica de Redondela? Miguel Borines Fernández, Eduardo Alberto Rodríguez Cunha más conocido como Tatán, y Andrés Giráldez Río son los tres veteranos titiriteros que conforman Tanxarina, titiriteros que también son magníficos actores, pues el trío se prodiga no solo en los escenarios fantocheiros, sino en los actorales del teatro, del cine y de las series televisas, de modo que sus caras suelen ser asaz conocidas por buena parte del público.
Miguel Borines en primer plano. Foto Manuel Silva
Esta revista los entrevistó hace un par de años, tras la larga pausa pandémica, y recomiendo su lectura si quieren conocerlos mejor y saber más de su carrera. La pueden encontrar aquí.
La titulamos ‘entre el teatro, el cine y la retranca’, por lo dicho antes, y porque uno de sus signos de identidad es el humor, ese humor gallego que se da en llamar retranca, y del que el trío tanxarino son verdaderos maestros.
Eduardo Alberto Rodríguez ‘Tatán‘. Foto Manuel Silva
En Rianxo presentaron Titiricircus, una de sus obras más clásicas y emblemáticas, en parte porque es de marionetas de hilo, la modalidad con la que empezaron en 1983, tras llegar Tatán de Barcelona donde aprendió los secretos del hilo a través del maestro Harry V. Tozer. Lo más gracioso de esta obra, de la que ya hemos hablado en otras ocasiones (ver aquí), es que el tiempo no la envejece, sino todo lo contrario, a más años que suman los dos titiriteros que la interpretan, Miguel y Tatán -Andrés, más joven, llegó tarde a este montaje y maneja la técnica-, más se acercan a la esencia de sus personajes, de modo que a cada año que pasa, se aproximan más a la perfección interpretativa de los mismos.
Foto Manuel Silva
La razón es que los personajes de Titiricircus son dos ancianos payasos, cansados de montar y desmontar carpas de circo, de modo que han decidido llevar el circo a cuestas en una maleta, siendo sus artistas muñecos pequeños y de madera, movidos con hilos.
El levantador de pesos. Foto Manuel Silva
Es una obra en la que no paras de troncharte de risa, pues como antes se ha dicho, la retranca del equipo es realmente de altos vuelos, y los dos actores son de los que gustan reírse del mundo y de si mismo sin ningún reparo. Una obra que, a pesar de haberla visto mil veces, siempre te engancha y te hace reír. Lo que nos hace pensar que la frescura y el humor de Tanxarina siguen tan vivos y lozanos como el primer día.
O cego dos monifates. Romance de Peito de Lobo, de Seisdedos
Volvimos a ver este año a Anxo García en su faceta de romancero ciego, de los que recorrían antiguamente los caminos de la Península -del Camino de Santiago, en este caso- con el personaje de Seisdedos. Se hace llamar O cego dos monifates, y va acompañado del lazarillo pícaro que le hace de guía, el actor Fran Lareu, encargado de mover algunas marionetas y de relacionarse con el público.
Seisdedos actuando en la Plaza Rafael Dieste. Al fondo la Biblioteca. Foto T.R.
Actuó en varios lugares de Rianxo, mientras iba recorriendo las calles, pero yo lo vi al salir del Pazo de Martelo, en la plaza Rafael Dieste, y debo decir que los que tuvimos la suerte de pescar allí a Seisdedos, quedamos totalmente embrujados por su actuación, a pesar del sol de justicia que caía sobre el sombrero del titiritero ambulante.
Foto T.R.
Nos recitó el romance de Peito de Lobo, este personaje que fue real y que inspiró a Castelao para hacer un cabezudo con su cara, tan parecido al original, que el Peito de Lobo humano cogió un mosqueo de los de verdad, diciendo a todo el mundo que mataría a aquel desgraciado llamado Castelao que lo había insultado. Con el tiempo, tomó cariño al muñecote y acabaron los dos, Peito y Castelao, la mar de amigos. Pasaron los años, Peito se hizo viejo, el cabezudo también, hasta que el cura de la parroquia donde se alojaba el cabezudo, lo retiró de la circulación, dejando huérfano de su sombra e ilustre efigie, al original. Una historia triste y dramática, y real, con lo que Anxo Seisdedos no hizo más que retomar lo que fueron los romances de ciego, que explicaban historias verdaderas al gusto del público, por lo general, truculentas y despiadadas.
Anxo García y Fran Lareu en una calle de Rianxo. Foto Manuel Silva
Lo bueno de la función es que Seisdedos siempre pide la colaboración de alguien del público, para que le ayude en algunos de sus números, como el esqueleto que baila à la planchette, y aquel día la suerte quiso que saliera a la palestra una niña de unos seis o siete años, tan inteligente y avispada, que hizo que el espectáculo se disparara en su interés y atractivo, regalando al público y al propio Seisdedos una sesión única, de una enorme frescura y autenticidad.
Realmente el dúo Anxo García y Fran Lareu es extraordinario en el desempeño de sus personajes, como pocas veces se ve en el teatro de calle y en el de títeres, dotados ambos de unas altísimas cualidades de actor. Una suerte para quienes los han visto y los van a ver. Un trabajo en el que teatro, antropología y literatura popular de cordel se aúnan como pocas veces se ha visto.
República Sideral, de Teatro Airiños
Fue en el Centro Social da Atalaia, en Asados, parroquia de Rianxo, donde vimos el último espectáculo del festival a cargo de la compañía Teatro Airiños, la más antigua de las existentes en Galicia de teatro aficionado, instalados precisamente en este mismo lugar, Asados.
Foto Manuel Silva
Y lo que vimos fue la obra República sideral, un texto de la dramaturga Esther Carrodeguas que ganó el XIV Premio Barriga Verde de textos de teatro para monicreques, que convoca la Axencia Galega das Industrias Culturais. Una obra basada en un hecho real: cuando un grupo de vecinos de la isla de Arousa, en un momento festivo, deciden declarar la independencia en el año 1934. Pero lo bueno es cómo lo trata la autora: como una tragicomedia de títeres de cachiporra, que los de Airiño han representado con actores -salvo algunos momentos con títeres -, y en un registro totalmente titiritero.
Foto Manuel Silva
Esther Carrodeguas ha tenido suerte de que haya sido el Teatro Airiños los encargados de estrenar la obra: sus excelentes actores, con la dirección de Amantia Coello, han sabido ponerse en la piel caricaturesca de los personajes con una mezcla de seriedad e histrionismo muy difícil de conseguir. Han encontrado realmente el tono de humor perfecto para expresar unas situaciones que se encuentran entre el delirio, el disparate, la denuncia y el esperpento, pero con un fondo dramático lleno de realidad, si tenemos en cuenta que se están representando hechos históricos.
Foto Manuel Silva
Todos los personajes están en su punto, cada uno con una marcada personalidad propia, y el desapego que a veces muestran los actores va de perlas para expresar la ambigüedad propia de la farsa, en la que todo es real y ridículo a la vez. Es seguramente este matiz el que nos hace ver a los personajes como títeres de carne y hueso, seres que son y no son, característica principal de los títeres. Y qué mejor que el texto de República sideral sea dicho por títeres que pueden hablar de verdad, porque son personas, aunque mantengan la radical ambigüedad de ser y no ser lo que dicen ser.
Foto Manuel Silva
La obra, que se ha representado ya en muchos lugares, -incluso en la isla Madeira de Portugal-, fue recibida con alborozo por el público que acudió a Asados, en unos momentos en los que la compañía Airiños se encuentra celebrando ni más ni menos que su 90 aniversario. Noventa años de hacer teatro en gallego contra todos los vientos y mareas de la Historia. Una realidad que explica la solidez del tejido teatral gallego, y muy en concreto en la zona de Rianxo, que siempre ha sido uno de los centros principales del galleguismo y de la cultura universal hecha desde aquí. Figuras como Castelao, Dieste o Manuel Antonio lo confirmaron en el pasado. Hoy, compañías como Teatro Airiños, o iniciativas como las de la asociación Morreu o demo, entre muchas otras (como la fantástica Escuela de Música) nos indican que la vocación rianxeira por la cultura sigue siendo de muy alto nivel.
Foto Manuel Silva
Fue también una sorpresa descubrir que una autora de teatro como Esther Carrodeguas, quien además de haber dirigido durante años la histórica compañía Airiños y otras de carácter profesional, y estar pisando hoy con fuerza los escenarios más importantes del país, se ha interesado por el lenguaje de los títeres, con una obra en la que ha sabido tocar todos los registros claves del género, con rigurosa matemática de espejo cóncavo, como diría Valle-Inclán.
La compañía Airiños en el saludo, con Esther Carrodeguas en el centro. Foto Manuel Silva