Se inició el pasado viernes 29 de abril la Feria de Títeres de Lleida, con unos llenos en todos los espectáculos programados y un ambiente de efervescencia artística y profesional debido a la gran asistencia de titiriteros y programadores llegados de todo partes. Comentaremos en este artículo los siguientes espectáculos: Screen Man, de Tian Gombau; Rumores y Silencios de Onírica Mecánica; I, Sisyphus de la compañia búlgara Puppet’s Lab; y Los Tres Cerditos del Théâtre Magnétique. En posteriores artículos seguiremos comentando otros espectáculos.
Screen Man, de Tian Gombau.
Había expectación por ver el nuevo espectáculo de Tian Gombau, de la compañía El Teatre de l’Home Dibuixat, titulado Screen Man, que se presentó en la Sala Giuleta Agustí del Centre de Titelles de Lleida. Tras el éxito obtenido por Piedras, el montaje que le ha permitido girar por el mundo durante un buen número de años, el artista de Castellón se había puesto el reto de continuar con un espectáculo dirigido a niños pero también a todos los públicos, y que de alguna manera fuera una especie de contrapunto de la anterior Piedras, aun siendo una continuación.
El resultado es Screen Man, que como indica el mismo título, se basa en la relación entre un hombre -el actor titiritero- y una pantalla. Volvemos a ver el minimalismo y la precisión de gestos tan característicos del trabajo de Tian Gombau, que en esta ocasión se aplica a la filigrana técnica de jugar con las imágenes que aparecen animadas en la pantalla y que el actor convierte en objetos reales, en un constante vaivén entre las dos dimensiones: la del cine y la de la realidad.
A pesar de que el registro del espectáculo se centre en un lenguaje de refinada tecnología, en realidad la obra trabaja con los mismos mecanismos de su anterior espectáculo, Piedras, destinados a provocar la imaginación de los espectadores y a invitarles a ver cómo la realidad del mundo es la que nos inventamos con la imaginación, y que a la vez sustentamos con la voluntad y el encauzamiento de las emociones. Una imaginación que debe luchar para ser libre, si no queremos que el mundo acabe imponiendo los caminos y las soluciones que convienen a unos cuantos pero no a cada una de las personas en particular.
Es esta invitación a la rebelión imaginaria lo que da alas al montaje y convierte el virtuosismo técnico de las imágenes en un canto a la libertad. Todo sale en definitiva de la imaginación y del mundo interior del personaje principal, el actor que juega con las imágenes o el Hombre Screen. ¿Qué es esta pantalla sino su mundo interior, el plano donde deseo y realidad se encuentran y resuelven sus conflictos? En este espejo de proyección que es la pantalla, se muestra el camino para que tanto la inteligencia como la voluntad actúen cogiendo las riendas del devenir.
Un trabajo, el de El Hombre Dibujado, de un gran refinamiento visual y poético, que se expresa con el lenguaje directo y sencillo que entienden los niños y los adultos todavía no demasiado estropeados por el progreso y sus espejismos. Una obra que sin duda permitirá al actor castellonense volver a girar por el mundo invitando al público a ir siempre un poco más allá en su libertad imaginaria.
Los rumores y silencios de Onírica Mecánica.
He aquí un estreno que ha tenido la suerte de contar con la coproducción de la misma Feria de Títeres de Lleida y que era esperada con mucha curiosidad por todos los que conocemos los trabajos anteriores de esta compañía de Madrid. A Jesús Nieto, alma mater del grupo, le encanta explorar espacios nuevos y sorprender al público con imágenes y creaciones de poesía objetual y mecánica. En otros montajes suyos (ver aquí) ha colaborado con Raúl Martínez, de Ferroluar, un reconocido inventor de ingenios mecánicos. En esta ocasión, aunque también ha intervenido el inventor de Igualada en algunos de los mecanismos empleados, ha contado con la colaboración especial del músico y técnico sonoro Pedro Guirao, por una simple razón: el objetivo del montaje ha sido trabajar con el sonido y los silencios, por lo que la ha titulado ‘el Rumor del Ruido’.
El lugar de la representación no podía ser más sugerente: las ruinas románicas del ábside del siglo XII de la antigua iglesia de San Juan que se encuentra bajo la plaza de San Juan, en el centro histórico de Lleida, un lugar mágico y singular. Antes de entrar en el espacio de la representación, nos recibe Jesús Nieto para situarnos. Nos dice que vamos a ver una especie de museo o colección de sonidos, silencios y rumores, los cuales tienen una íntima relación con el mundo de los recuerdos, de los ‘momentos’ y de los hallazgos que uno va recogiendo a lo largo de la vida. Se trata en cierto modo de una invitación a entrar en su mundo interior, un mundo que adivinamos es también el de todos nosotros. Una colección de ruidos, silencios y rumores abiertos a ser interpretados, vistos y escuchados según a cada uno le apetezca. Nos dice que en este espacio, se mira con el oído y se escucha con la mirada.
Este preámbulo nos sitúa ya en una atmósfera de misterio, de experiencia ‘onírica’ -haciendo gala al nombre de la compañía- y, en todo caso, de experiencia poética y personal. Indispensable, ciertamente, para entrar en un mundo de percepción sutil, de escucha minuciosa y de sonidos singulares. Se requiere silencio y concentración.
Una vez situados en las gradas que hay dentro, comienza el ritual físico-sonoro. Imposible describir el concierto-espectáculo que dura el tiempo de la representación. Sonidos, movimientos, ráfagas de viento, arena, agua, pelotas mecanizadas, hojas de papel … Todo sucede en directo, con la ayuda de unos micrófonos que amplifican las acciones o los roces de los objetos, y sólo muy de vez en cuanto interviene una ligera banda sonora, a la manera de una pincelada acústica, para crear un efecto o un fondo determinado
No hay ningún argumento ni narrativa, sino una simple sucesión de gestos, movimientos, pequeñas acciones, de puesta en marcha de mecanismos, luces, ventiladores. La ilación de los hechos que percibimos constituye el hilo argumental de la obra, que primero sirve para marcar el espacio y poco a poco se va concentrando en el centro y el fondo de la escena. Todos son pinceladas de sugerencias, acústicas y visuales, que se concentran de repente en un conjunto de cajas blancas que contienen unos únicos elementos, unas bolas también blancas cogidas por unas varillas en movimiento, por lo que se genera una dinámica sonora dentro de las cajas, con ritmos y sonoridades diversas. Son como matrices del tiempo que, a partir de un momento determinado, se llenan de contenidos denotativos, y se convierten en celdas de la memoria. Quizás sea éste el momento más alto y sugerente del espectáculo, cuando todo coge una coherencia interna y vemos perfectamente representado en el escenario el misterio del tiempo, que juega con sus ciclismo, con la memoria y con las diferentes pulsaciones temporales.
La obra termina con un juego de visualidades sonoras de pantallas luminosas de plaquetas y móviles, que nos sitúa en el caos acústico de nuestros días, que Pedro Guirao consigue canalizar en una línea melódica de tres tiempos, tan propia de los modelos sintéticos de la contemporaneidad, lejos ciertamente de la riqueza multisonora de la memoria cuando ésta se mueve en libertad dentro del espacio de la conciencia.
Un muy buen trabajo de Jesús Nieto y su equipo, sobre el tiempo y sus ruidos, que acaba de empezar a rodar por los circuitos de los tiempos teatrales, los cuales sin duda le serán propicios.
Yo, Sisyphus, de la compañía búlgara Puppet s Lab.
Dos son las pistas explícitas que nos da el título: el pronombre en primera persona Yo y el mito de Sísifo. Un Sísifo condenado a descubrir que la roca que empuja montaña arriba una y otra vez, es en realidad su identidad, la cual es una caja que esconde en su interior una constante división y multiplicación de sí mismo.
En efecto, este brillante espectáculo sitúa como elementos principales a una única persona y una caja cuadrada. No es la roca del mito clásico de Sísifo, cuando la identidad era básicamente única, redonda y buen reflejo de los dioses que la inspiraban, sino cuadrada, que indica ya una mente con autoconciencia, con todos sus reflejos interiores: un juego de espejos que multiplican las imágenes al infinito.
Stoyan Doichev es el extraordinario actor que encarna a Sísifo, provisto de una impactante presencia y de una capacidad física realmente excepcional, indispensable por otra parte para representar él solo durante la hora de representación a su personaje, un Sísifo obligado a luchar una y otra vez con su ‘piedra’, cuadrada como hemos dicho, y que constantemente se le desdobla en una multitud de caras y otros yoes que compiten con él y tensan su espacio interior.
Es un Sísifo titiritero, ya que si tuviéramos que imaginar un Sísifo del gremio, ciertamente sería la figura de alguien a quien los dobles le salen de donde menos se lo espera, condenado a convivir con estos otros yoes que le comen tiempo y protagonismo.
Y eso es lo que le pasa al Sísifo del Puppet’s Lab, obligado a enfrentarse una y otra vez consigo mismo. Lástima no haber entendido el texto, sin duda poético, que una voz iba recitando a lo largo del espectáculo. Quizás hubiéramos descubierto otra capa de este despliegue de la identidad múltiple.
El espectáculo gustó muchísimo, a pesar de los chorros de humo que salían sin cesar, una tortura para el Sísifo búlgaro y para los espectadores de las primeras filas. Una obra deslumbrante y de una potencia insólita, que sólo se puede dar allí donde existe una tradición suficientemente poderosa de teatro de figuras.
Los Tres Cerditos del Théâtre Magnétique.
Aunque lo vi desde un lado, en el Café Teatro del Escorxador, esta obra de Bernard Boudru fue el mejor refresco que se podía ofrecer después de la intensidad desdoblatoria del Sísifo Búlgaro. Espectáculo altamente desinhibido, la obra juega a transgredir los códigos del teatro de objetos con una interpretación brillante de tipo clownesco. El actor, que se estrenaba en su versión en castellano, conquistó al difícil público nocturno de la Feria, que llega cansado de ver tantos espectáculos y que desea sobre todo relajarse con una cerveza en la mano y un buen espectáculo, que prefiere fresco y de fácil entrada.
Los aplausos fueron largos y sinceros, cerrando esta primera jornada, intensa y brillante, de la Feria.