Durante dos semanas se ha podido ver en La Puntual de Barcelona, el teatrillo de los Navarro, el espectáculo ‘Animales’, de Pablo Vergne, de la compañía el Retablo de Madrid. Una oportunidad única de ver y gozar del trabajo de este titiritero de origen argentino que con los años ha sido aclamado por sus logrados espectáculos, con profusión de premios y reconocimientos varios.
Y ha sido interesante que acudiera a Barcelona él solo con uno de sus primeros trabajos, un clásico de la compañía, ‘Animales’, con el que ha girado por medio mundo. Seguramente uno de los más logrados y también de los más sencillos, en lo que se refiere a recursos utilizados, simples objetos de usos muy concretos que sin embargo, en las manos del artista titiritero, se convierten en seres y personajes vivos perfectamente reconocibles por el público.
Aquí el teatro de objetos se combina con el teatro el títeres por antonomasia, una fusión preciosa por su sencillez, cuando la idea se junta a una mínima distorsión del objeto y de ello resulta la ilusión de unos personajes, animales en este caso, dotados de vida propia. El espectáculo se va configurando así en una continua interacción con los espectadores, que deben adivinar en qué se ha convertido una mano con un guante, un tubo de extracción de aire, unos papeles recortados, unos sombreros de colores, una bolsa de agua caliente, un metro plegable de madera …
Lo que hace el titiritero es aplicar al pie de la letra la pura teoría de los títeres, que es dar vida a un objeto, sea o no figurativo, y convertirlo en un sujeto escénico capaz de respirar, hablar y vivir. En realidad, tal sería el argumento básico de la obra: explicar de un modo claro y nítido qué es el teatro de títeres. Sin pedagogías ni transcendencias, sino desde la humildad básica titiritera. Y es entonces cuando se consigue otro logro, el más importante: que los espectadores sean conscientes de lo que ocurre. Es decir, en su ir y venir de la ilusión al vacío de los objetos, nuestra percepción está pendiente del mismo juego de percibir, de encontrar un sentido a lo que vemos. Y practicar la autoconsciencia de la percepción, ¿no es acaso una de los grandes objetivos del arte y del conocimiento? De ahí que, aún sin saber muy bien el porqué, Animales haya despertado siempre tanto entusiasmo en el público.
Conseguir este tipo de espectáculos, que con lo mínimo se llegue a lo máximo, es lo más difícil de la profesión de titiritero. Como dijo el mismo Pablo Vergne al acabar la función, lo importante es dar con la idea adecuada, algo que no es fácil que ocurra. Una idea a la que no le sobre nada, es decir, que se baste por sí misma en su máxima sencillez. Encontrar este tipo de ideas es como encontrar perlas en el mar. Y hacerlas partícipes a los demás, constituye la generosidad esencial propia del arte que profesan los titiriteros. A este cometido se aplicó Pablo Vergne en La Puntual.