(Federica Lacomba y Marcos Grignani, con sus personajes de Manoviva)
Se inauguró el miércoles 10 de octubre, a las 17h, el programa del Parque de las Marionetas que se realiza durante las Fiestas del Pilar en el Parque Grande José Antonio Labordeta de Zaragoza. Fueron los músicos y cómicos de Los Titiriteros de Binéfar, dirigidos en este caso con mano maestra por Pilar Amorós, los encargados de romper el fuego con un pasacalle que sirvió para que niños y mayores supieran que las funciones estaban a punto de empezar. Con la música, los zancos y los alegres disfraces de los cómicos de Binéfar, los asistentes bailaron y se relamieron ante el banquete titiritero que los organizadores de ARES, comisionados por el Ayuntamiento, han preparado estos días de fiesta y jolgorio, bajo la dirección artística de Ana Abán.
Momento del pasacalles de Los Titirieros de Binéfar.
Ante el cúmulo de propuestas programadas, este cronista irá desplegando a lo largo de estos días el relato de lo acontecido, no exhaustivo ante la imposibilidad de abarcarlo todo, pero sí pausado y procurando acoger el máximo de espectáculos, para el conocimiento del público interesado.
Y para empezar, me gustaría destacar la presencia de un complejo teatral-titiritero que Zaragoza ha tenido la suerte de acoger en su festival de Teatro de Feria: el Teatri Mobili.
Teatri Mobili: Girovago e Rondella más la Compañía Dromosofista
Nos encontramos ante unos artistas y unas propuestas de una categoría excepcional, únicas en su género, que requieren de una previa presentación. Teatri Mobili consiste básicamente en una compañía doble de teatro ambulante formada por un TeatroBus (un autobús urbano convertido en un teatro) y un CamiónTeatro (un camión transformado en teatro). En el primero actúa la pareja artística Federica Lacomba y Marcos Grignani, de larga experiencia en el mundo del espectáculo, y en el segundo, la Compañía Dromosofista constituida por Rugiada Grignani, Facundo Moreno y Tommaso Grignani.
La compañía Girovago y Rondella con la familia al completo en su época de giras por Grecia.
Hay que decir que la familia Grignani, padres e hijos, recorrió toda Europa, y muy especialmente Grecia e Italia, con su teatro ambulante Girovago e Rondella durante muchos años, una formación histórica considerada hoy como uno de los grandes maestros del teatro popular que aúna en sus espectáculos lenguajes tan diversos como son el circo, el mimo, la música, el canto, el clown, las marionetas y los objetos. Más tarde, los dos hermanos Rugiada y Tommaso, más el músico y mimo argentino Facundo Moreno, formaron la Compañía Dromosofista que vive instalada en Barcelona. El proyecto Teatro Mobili junta a estas dos generaciones de artistas con dos espectáculos diferentes entre sí y a la vez complementarios. Entre los dos vehículos teatrales, hace de bisagra un escenario de cabaret al aire libre donde artistas invitados más los propios de ambas formaciones se van turnando a modo de entremeses y entretenimientos que se regalan al público.
‘Manoviva’, de Girovago e Rondella.
He aquí uno de estos espectáculos que siendo pequeño de forma, es grande en arte y espíritu. El espacio del TeatroBus donde se presenta es realmente el ideal, no sólo por la proximidad del público, sino por la intimidad que se logra en la oscuridad del autobús. Lo había visto con anterioridad en La Puntual de Barcelona (ver aquí), otro lugar idóneo para la obra, y verlo por segunda vez ha aumentado aún más el efecto que ya me produjo en su día.
Lo que más impresiona de Manoviva es ver la experiencia de toda una vida de dos cómicos de la legua proyectada y concentrada en un exquisito y minimalista trabajo de síntesis poética con las manos, gracias a unos apéndices sujetos a los dedos que conforman a los dos personajes: él y ella. Federica Lacomba y Marcos Grignani contemplan, desde la distancia atenta que da el oficio de la manipulación, lo que han hecho durante sus vidas de artista: mojarse en los escenarios, divertir y emocionarse con el público, ejercer una profesión capaz de juntar el arte con la vida.
Es en la distancia de la observación del propio manipulador hacia sus muñecos donde se encuentra la profunda carga poética del espectáculo. Y lo bueno es que esta misma observación es la que se propone al espectador, por el mismo efecto de reflexión que tiene el teatro, creando una confluencia de miradas y de complicidades que se cruzan desde la dignidad que da la distancia del títere. Pero mientras en los dos actores se impone la poética del oficio y una filosofía de la vida, en el público reina el asombro, la sorpresa y la maravilla de ver cómo un simple espectáculo de manos es capaz de juntar tantas cargas de profundidad en su forma y contenido.
Federica Lacomba y Marcos Grignani.
Por supuesto, la calidad técnica de la interpretación manual de los dos personajes es impecable, trufada de matices y de sutiles guiños que los dos veteranos artistas bordan con virtuosismo titiritero.
Decía Marcos Grignani en un charla informal en el Parque que uno de sus sueños sería encontrar una simple fórmula matemática capaz de expresar esta síntesis entre forma, arte, ciencia y poesía, para ofrecerla al público con la entrada del teatro. Creo que ‘Manoviva’ cumple ya este objetivo: una forma escénica sintética que, sin ser la ‘matemática perfecta’ también soñada por dramaturgos como Valle-Inclán, cumple con la misma función: una fórmula que sintetiza décadas de oficio, filosofía de vida, gusto estético y musical, y la distancia que da el respeto hacia lo que se considera la esencia de las cosas.
¿Qué más podemos pedir en un teatro?
‘Antipodi’ de la Compañía Dromosofista.
En el CamiónTeatro que se encuentra aparcado en paralelo al TeatroBus de Manoviva, se desarrolla otra experiencia teatral de signo diferente. En él, tres jóvenes artistas se enfrentan a los grandes temas existenciales de nuestro siglo, también desde la distancia que da el lenguaje poético del gesto, la voz, la música, las manos y los títeres, pero sumergiéndose en ellos, con el fin de conocer y explorar qué es eso de la identidad múltiple, de ser y no ser una cosa a la vez, de ser conscientes de que estamos vivos y estamos también muertos, de que el tiempo es el gran factor que abre, cierra y dirige nuestras vidas.
Rugiada Grignani, Facundo Moreno y Tommaso Grignani han conseguido elaborar una obra única, de un exquisito refinamiento, que junta sencillez y sofisticación, y que consigue dar forma a ideas y sensaciones a través de un lenguaje complejo de cuerpo, gestos, imágenes y sonidos de profundas resonancias filosóficas, sin jamás salir de la humildad del cómico-titiritero que ejerce su oficio.
Obra sobre el Tiempo y la Muerte, pues por algo empieza y acaba con un reloj que despliega sus contenidos simbólicos. Salir al escenario, que es como nacer a la vida, y luego la aparición de la misma Muerte que surge del reloj de pared. Pero también es una obra sobre las dualidades de las que estamos hechos, sobre la necesidad de dar forma a estas voces interiores que brotan y exigen figurar y actuar. Para ello se sirven del cuerpo, como en la escena de los dos actores que juntan los cuatro brazos con sus manos para crear figuras increíbles de formas que juegan a ser distintas cosas y seres. El caballo llega para encarnar los excesos de vitalidad que brotan de la juventud de los actores, que se presenta fresca e intacta gracias a la contención que da la distancia del oficio.
El tema de la muerte se presenta con la aparición de los Idénticos, cuando los dos actores masculinos se presentan como dos seres iguales y muertos, como si la igualdad en las formas fuera sinónimo de muerte -pues es lo que más se opone a la diversidad extravagante de la vida-. Pero aún así, la vida puede con estos dos zombis, pues nace en su seno un Tercero, al que mecen como a un niño. Muestran que del Dos siempre nace un Tres, una de las verdades más universales.
Pero allí donde la obra se encumbra en momentos de gran voltaje poético y dramático es cuando la Muerte se acerca para seducir a la actriz. Se alcanzan aquí destellos de gran virtuosismo que tienen la gracia de no querer serlo, sino que dejan paso al natural desarrollo de la trama. Rugiada Grignani borda su interpretación en estas secuencias finales antes de llegar al número postrero de la Rueda de la Vida. Un número en sombras que de algún modo sintetiza de nuevo este eje transversal que recorre los dos espectáculos del Teatro Mobili: conseguir la más exquisita sofisticación desde la sencillez artesanal de las formas y del oficio.
Un espectáculo, el de los Dromosofistas, destinado a girar por el mundo y a entusiasmar al público vayan adonde vayan.
Cuatro maestros del Títere de Cachiporra
Como es habitual en el Parque de las Marionetas, se reúnen en la plaza del Quiosco de la Música cuatro espectáculos a cargo de cuatro maestros titiriteros que practican el género solista del títere popular o de cachiporra.
Luís Zornoza.
Al que podríamos considerar como el titiritero residente del Parque de las Marionetas, ya que acude cada año invitado por la dirección del Festival. La razón es clara: Zornoza es uno de estos titiriteros que con los años se va depurando en dos direcciones diferentes y complementarias: la de quién se esfuerza en aprender y refinar las técnicas ancestrales de la cachiporra, con sus juegos arquetípicos de persecuciones, engaños y enredos, y la de quién juega a poner conciencia, ironía, cachondeo, distancia y sentido crítico a esta misma cachiporra y a sus personajes arquetípicos.
El nuevo Diablo de Luís Zornoza.
Creo que este esfuerzo que realiza Zornoza es único en el panorama titiritero español y europeo, pues aunque sí existen algunas compañías inglesas o alemanas e incluso españolas que desmitifican y desmontan a los personajes de la tradición y sus formas repetidas, pocos consiguen hacerlo manteniendo el respeto e incluso la disciplina propia del oficio tradicional. Una excepción serían las obras de Gigio Brunello, el gran autor titiritero de Europa, sin duda un maestro en seguir la tradición sin seguirla.
Volvemos a esta disyuntiva de ser y no ser una cosa a la vez, en este caso, arcaísmo tradicional y mirada crítica que se ríe de la misma tradición. Pero la risa de Luís Zornoza es una risa sin risa. Su mismo semblante gusta de la severidad seria, lo que no hace más que excitar la comicidad de lo que dice.
De ahí que su presencia sea no sólo esperada por el público, que lo sigue año tras año, sino que ejerce de indispensable contrapunto medicinal cachiporrero, sin serlo ni querer serlo. Algo sin duda único y excepcional.
José Luís Melendo, Carmen Sánchez y Luís Zornoza.
En cuanto a las novedades de este año, a destacar su nuevo Diablo, al que Zornoza piensa dedicar diversos monólogos, y su siempre impactante Lobo, blanco, fiero y manso. También la novedad de un patrocinador, Avecrem, en consonancia con el personaje principal de la gallina, que arranca el espectáculo.
La maestría incontestable de Gaspare Nasuto.
Nos encontramos ante uno de los virtuosos del Pulcinella napolitano más sólido y experimentado, bregado en las mil batallas de la piveta (la lengüeta) y la estaca, y capaz de interpretar todas las rutinas clásicas de los guaratelle con impecable ejecución.
Gaspare Nasuto con Pulcinella después de la función.
Cuando la llamada de Pulcinella suena de la boca de Nasuto, no hay espectador que se resista al embrujo percutivo y rítmico de una manipulación que conoce las medidas exactas de todas las rutinas.
El perro de Gaspare Nasuto y su público.
Aquí no hay necesidad de distancia alguna ni de dosis homeopáticas anti-tradición, pues el vuelo de la manipulación pulcinellesca convierte el espectáculo en algo que va más allá de una función de títeres.
Hay que tener en cuenta que el repertorio manipulador de los Pulcinellas de Nápoles constituye una especie de ‘diccionario de las rutinas’ al que todos los titiriteros que se interesan por este lenguaje acuden para conocer las posibilidades de su arte. En este sentido, Gaspare Nasuto, junto con algunos otros pocos maestros, forma parte de este cuerpo selecto de depositarios de tales fondos de conocimiento. De ahí que verlo en acción constituye siempre un lujo y una gozada.
El Dom Roberto de Sara Henriques.
Ha sido un placer volver a ver a esta gran maestra y joven titiritera del Dom Roberto portugués, y un lujo para el público de Zaragoza conocer una de las formas más arcaicas y sintéticas de los teatros de títeres populares de Europa. En su primer día de actuación ha interpretado el número del Barbero y la típica Tourada, dos clásicos de los títeres en Portugal que también lo fueron en tiempos lejanos en España.
Sara Henriques con dos de sus Robertos.
Sara Henriques sigue a rajatabla las rutinas y los modos tradicionales del Dom Roberto, tal como los estableció en su día João Paulo Cardoso -aprendió el oficio directamente de las manos de este gran maestro fallecido en 2010, con el que trabajó diez años integrada en su compañía de Marionetas do Porto-, pero lo hace con una cadencia más distendida aunque dotada de mucho brío. Hay en ella un amago de impulso libertario que tiende a salirse de los lugares comunes, y que augura nuevos rumbos y repertorios en su Teatro Dom Roberto.
Tales son los retos que los jóvenes practicantes con conocimientos de actor, como es el caso de Sara Henriques, tienen en su mano desarrollar. Entretanto, vale la pena dejarse llevar por el encanto naíf de esta tradición tan entrañable que es el Teatro Dom Roberto, de la mano de una de sus mejores intérpretes.
Sara Henriques dentro del retablo.
El Matito de Arnau Colom.
Lo bueno de la tradición catalana es que existe sin existir, es decir, existió en su día pero a su vez cada maestro siguió siempre líneas más o menos diferentes y, lo que es más importante en este caso, utilizó héroes polichinescos siempre distintos y originales. De ahí que no exista un Putxinel·li o un Polichinela único en la tradición catalana, sino que había un Titella, un Perico (vivo aún bajo la mano de Sebastià Vergés), un Tranquil, un Tit, y más recientemente, personajes como Malic o, en el caso que nos ocupa, Matito. Cada titiritero inventaba un nombre y un personaje, y las tramas se adaptaban a las características de estos personajes, que establecen sus modus operandi.
Arnau Colom es un joven titiritero con formación de actor que se ha empeñado en seguir las sendas del títere tradicional con unos resultados espléndidos y provisto de unas aptitudes insólitas. Se distingue por la calidad y la potencia de su voz -para qué una lengüeta, cuando se dispone de la capacidad sonora de Arnau Colom- y la originalidad de su personaje, Matito, cuya mayor ambición es dormir y no hacer nada. Es decir, un héroe que va a la contra y que encarna lo que a una gran mayoría le gustaría hacer: dejar de trabajar y echarse a dormir y a soñar.
Este punto de partido da una gran libertad a Colom. Se puede permitir trabajar con secuencias, rutinas y personajes de la tradición, pero los puede manejar a su aire, introduciendo todas las variantes que se le ocurren. Conoce y ha estudiado bien los lenguajes sintéticos del Pulcinella italiano -aprendió con Luca Ronga y Eudald Ferré, dos maestros importantes- pero sabe que las puertas están abiertas para todo lo que se le antoje.
Verlo sintonizar tan cómodamente con el público del Parque de las Marionetas muestra que sabe muy lo que se hace y que avanza en el oficio con la marcha larga puesta. Ver otros artículos sobre Matito y Arnau Colom en Putxinel·li aquí.
Jóvenes valores de la nueva cachiporra ibérica que buscan sus caminos en los nuevos terrenos de los teatros populares de siempre.
Jóvenes valores de la nueva cachiporra ibérica que buscan sus caminos en los nuevos terrenos de los teatros populares de siempre.
Me encanta…..pero me falta «La Picara locuela»….