(David Zuazola en su teatrillo. Foto de Manuel F. Minaya.)
Nos vamos a Zaragoza en tiempos de fiesta y sin embargo, la suspensión de las Fiestas del Pilar hace que nos encontremos una ciudad calmada y con poca gente en la calle. La memoria contrasta con otros años donde el bullicio y el ambiente de feria invaden cada rincón. Aún en estas circunstancias, tan inéditas, el Ayuntamiento de Zaragoza y Ares Aragón Escena han logrado sobreponerse a las contingencias y nos ofrecen una alternativa cultural: Títeres en Otoño, una programación, que debido a las medidas sanitarias que han sido adoptadas por el COVID-19, reemplaza el tan conocido “PARQUE DE LAS MARIONETAS” que este año cumplía su 22º aniversario.
Esta adaptación también ha requerido un cambio de sede y los Títeres en Otoño no tienen como escenario El Parque José Antonio Labordeta, sino que tiene lugar en el Teatro de las Esquinas, aulas de la Escuela y Palco, donde se han adecuado las salas para presentar espectáculos de pequeño formato, de una duración aproximada de 20 minutos. Se une a estos nuevos espacios el reconocido Teatro Arbolé donde se ofrecen propuestas de una duración más estándar.
Los organizadores, con la dirección artística de Ana Abán, han puesto toda su energía y creatividad para poder ofrecer al público aragonés una programación cultural segura, que sin duda sirve como incentivo emocional frente a la suspensión de su tradicional Fiesta del Pilar.
Entrando ya en la programación nos vamos al Teatro de las Esquinas, en cuyas aulas descubrimos íntimos escenarios en los que artistas de diferentes localidades nos invitan a conocer sus creaciones.
El Juego del Tiempo, de David Zuazola
David Zualoza, titiritero de origen chileno, actualmente residenciado en Varsovia, presenta dos cuentos: Alien y Gusano, ambos incluidos en El Juego del Tiempo, espectáculo que asoma al espectador por la dolencia del bullying. Descolgados de su dramaturgia referencial, Alien y Gusano, sobreviven porque cada uno muestra un universo propio. Alien guarda un humor ácido que sólo se comprende cuando se es capaz de ver la ironía de las circunstancias que envuelven a su personaje central, y Gusano nos muestra de una manera más gráfica, la desazón que se experimenta al no pertenecer a un grupo. En éste último, el actor-titiritero intervine para acentuar el rechazo al diferente.
Las exploraciones que hace Zuazola en una dramaturgia, centrada en lo fantástico y en la metáfora, hace que su visión del bullying pueda ser interpretada de múltiples formas, que cada uno de los espectadores busque en su memoria momentos, por breves que sean, en los que se han sentido víctima o agresor, y es tal vez por ello, que este espectáculo ha calado en el público más diverso, recorriendo más de 20 países de Europa.
La estética de El Juego del Tiempo también es muy personal, y nos deja percibir el recorrido imaginario que ha hecho David Zuazola para llegar al resultado final de la obra. Es como ver un compendio de ideas hiladas pausadamente y que nos llevan desde lo más bizarro hasta la ternura, y es que cuando se habla de algo inherente a lo humano, es admisible este camino sin atajos.
Il Teatro di Piedi, de Laura Kibel
Dos salas más allá nos encontramos a Laura Kibel de Italia, con Il Teatro di Piedi, conocida por su particular técnica en la que pies, brazos, rodillas y piernas se transforman en personajes. En el centro del escenario vemos una cómoda silla rodeada de maletas coloridas. Laura Kibel de una forma natural nos indica que empieza el espectáculo.
El bolero de Ravel comienza sus notas, la actriz sentada en la silla central abre una maleta, y aquí el ritmo cambia. Su cuerpo antes sosegado se convierte en una especie de escenario viviente donde van apareciendo personajes que en pocos minutos nos cuentan algo sobre ellos: su soledad, sus deseos, su humor.
Cada maleta guarda un ritmo y anécdotas diferentes, sin palabras, tan solo con movimientos, en algunos casos grotescos, Il Teatro di Piedi mantiene la atención del público, quienes valoramos la coordinación entre todos los elementos y, por descontado, la capacidad física de la intérprete.
Zirkus, de Títeres de la Tía Elena
Seguimos nuestro recorrido por las aulas, ahora escenarios con todos los recursos técnicos, que nos hacen sentir que estamos en un ateneo de teatros. Llegamos así a una sala, en la que una señal luminosa nos desvela la palabra: Zirkus, es el espacio de los Títeres de la Tía Elena, compañía aragonesa, que nos presenta personajes propios del circo con la técnica de hilo.
Una presentadora con sombrero de copa, la propia tía Elena y un músico solícito que la acompaña, animan este espacio circense, donde cada personaje realiza su aparición de la forma más desenfadada, esperando el aplauso espontáneo de los espectadores.
Elena Millán, con muchos años de trayectoria, es una de las más veteranas animadoras y constructora de títeres de hilo, y esto se nota en su forma afable de estar en escena. Sus personajes simpáticos, y con vida propia, como ella misma dice, van haciendo sus rutinas, y otras veces saliéndose de ellas. Divierten a todas las edades por su conexión con ese circo ambulante que todos tenemos en nuestro inconsciente. El Caballo, la Trapecista, la Equilibrista, el Payaso, todos ellos forman parte de un compendio entrañable de artistas que con un humor naif, y con su mirada sencilla, roban el corazón de la audiencia.