(Oswaldo Felipe con sus Artilogios)
Vamos a seguir hablando de los espectáculos vistos en el Festival Internacional de Teatro de Feria, en el también llamado Parque de las Marionetas de Zaragoza, que ha tenido este año una edición repleta de buenos espectáculos, con una asistencia de público que ha llenado prácticamente todas las sesiones, con unos aforos regulados a causa de las medidas sanitarias en uso.
Trataremos en este artículo los siguientes espectáculos: Los Músicos de Brenes, de la cía. Búho Teatro & Teatro Maravillas, de Sevilla; Artilogios, de la cía. Pai, Zaragoza; Alegría y Poesía, de Maricuela, Zaragoza; Versos en tu ventana, de Proyecto Caravana, Teruel; y Teatro de todas partes, de Bululú Teatro, de Argentina-Francia.
Los Músicos de Brenes, de Búho Teatro & Teatro Maravillas
Gustó mucho este montaje histórico de las dos compañías asociadas de Sevilla, Búho Teatro y Teatro Maravillas, sobre el conocido cuento de los Hermanos Grimm, tratado en clave de flamenco, al que le han cambiado la ciudad: en vez de llegar a la alemana Bremen, llegan a Brenes, una población que se encuentra a 22 km de Sevilla. Yo tuve la suerte de que no lo conocía, de modo que pude disfrutarlo al cien por cien, como por otra parte la mayoría del público. Sobre todo, cuando me di cuenta de que en el escenario había muy buenos cantaores, bailaores y palmeros, así como un magnífico guitarrista.
Pensé cuán acertada era la idea de haber convertido a los Músicos de Bremen en intérpretes de flamenco, por las características de música popular que tiene el cante en Andalucía. Un hallazgo que explica el éxito continuado de la obra, que permanece en el repertorio de las dos compañías desde su estreno en el año 2009. Me cuenta Juan Luís Clavijo, el dramaturgo y director de la obra, que Los Músicos de Brenes han viajado por todo el mundo, incluido el Japón, país que tanto ama las artes del flamenco, algo que no me extraña en absoluto, dada la calidad de su interpretación. Por mucho que quieran, no pueden sacarlo de su repertorio vivo, dado que lo siguen solicitando en festivales, teatros y programaciones.
Puestos a ver el detalle, cabe destacar la buena conjunción que se ha logrado entre los títeres, de hermosa y eficaz factura, y sus manipuladores, que dan voz y de algún modo ejercen también de dobles de los personajes. Clave es la comodidad que sienten los actores-titiriteros llevando sus muñecos y a la vez bailando y cantando, en una fusión total con el animal correspondiente. La puesta en escena se recrea en esa libertad espontánea que permite el flamenco a sus intérpretes; aunque todo esté pautado y bien atado, la sensación es que títeres y titiriteros, además de representar a sus personajes, se lo están pasando en grande, porque en realidad están haciendo lo que quieren y lo que se les antoja. Este espíritu esencial de la música flamenca, que va tan pareja con el propio mensaje del cuento tradicional de los Hermanos Grimm, es crucial para lograr el efecto de impacto que produce la obra.
En el Parque de las Marionetas lo vimos en el escenario grande al aire libre, y pienso que en un espacio cerrado y con la correspondiente iluminación, este efecto todavía hubiera subido más kilovatios de entusiasmo.
El público, entregado a los artistas sevillanos, los premió con enardecidos aplausos. Y los actores titiriteros, acalorados por su entregada y catártica interpretación, salieron a saludar con un agradecimiento igualmente enardecido.
Artilogios, de la cía. Pai
Se presentó en el pabellón Cabeza Parlante del Parque de las Marionetas la obra Artilogios, una creación de Oswaldo Felipe de la compañía PAI de Zaragoza. Una obra de una singularidad extraordinaria que encandiló a pequeños y mayores, yo incluido.
No es fortuito el uso de la palabra singular para adjetivar este espectáculo, que cabe situar en este espacio limítrofe del arte de los títeres donde se barajan, con feliz adecuación y resultado deslumbrante, el teatro de objetos, la inventiva mecánica, la poesía, la mirada surrealista y la simpatía campechana de su único intérprete, Oswaldo Felipe. Pues singulares y casi extraterrestres son los inventos que PAI pone en el escenario, a saber:
– un grafitófono, artilogio que solfea la resistencia eléctrica de un dibujo al carboncillo;
– un susurrófono, un artilogio fonocaptor pregonero del susurro;
– un ascensor, artilogio ascensonórico evocador de alturas;
– un anagramador pelótico, artilogio palabrogénico aleatorio.
Solo cito a unos pocos, que extraigo del programa del espectáculo, a los que su autor e intérprete llama correctamente artilogios, palabra que también es el título, y que sirve para denominar los particulares artilugios inventados por PAI.
Dice el Diccionario de la Real Academia sobre la palabra Artilugio: Mecanismo, artefacto, ardid o maña para cazar, especialmente de forma furtiva. Herramienta de un oficio. Caramba, pienso, parece que Oswaldo Felipe se haya inspirado en esta definición, que explica muy bien lo que son sus inventos. Al cambiar la u por la o y convertir artilugio en artilogio, riza el rizo de su significación más profunda, al incorporar este matiz del ‘especialista’ o del ‘conocedor’ que da el complemento ‘logo’, aunque también resuena en ella ‘logos’, es decir, la palabra, el verbo.
Un buen especialista de la palabra demuestra ser Oswaldo Felipe que se sirve de estos aparatos inventados para jugar con el lenguaje, sea el hablado o el escrito, con las palabras, vaya, pues de ellos surgen ordenadas en poemas o en juegos de palabra. También habla el programa de ‘música, malabarismo e ilusionismo verbal que surgen al juntar juglar y jugar’. Toda una declaración de principios.
Además de sus propios poemas y textos, los Artilogios de Oswaldo Felipe nos ofrecen pequeñas joyas de Elena Walsh, Federico García Lorca, Gloria Fuertes, Gerardo Diego, Elsa Bornemann y Antonio Rubio.
El resultado es una experiencia de teatro poético inusual, sorprendente y extravagante, un viaje por la imaginación por la que nos conduce sonora y visualmente el autor-inventor-intérprete Oswaldo Felipe, un espectáculo que se sale de lo normal y nos introduce por dimensiones insospechadas. No hay que perdérselo.
Alegría y Poesía, de Maricuela
Nos encontramos ante un fenómeno, por un igual ‘singular y extraterrestre’, y que también tiene que ver con el ‘malabarismo de las palabras’, pero que lo basa todo en una especie de estado de gracia natural en el que parece haber nacido María Molina -nombre real de Maricuela- por el que las palabras aparentan surgir ya compuestas y ordenadas en poemas, cuentos, refranes, canciones, trovas, coplas, romances… de su boca o de su cuerpo, con una espontánea y familiar naturalidad que desarma al más gruñón cascarrabias malhumorado que pueda asistir al teatro.
Viendo espectáculos como el presente, junto al anterior reseñado y al que se comenta a continuación, pienso si Aragón, lugar de donde los tres proceden, no será una especie de región refugio de la palabra, donde el habla popular se junta al culto y mantiene su vigencia y presencia, resistiendo a la modernidad analfabeta de la nueva barbarie tecnológica. Si añadimos compañías como Los Titiriteros de Binéfar, especialista en el recate y el cultivo del lenguaje popular, el Teatro Arbolé con sus chanzas pelegrinescas que añade los juegos de palabra a la cachiporra, y tantas otras compañías de la zona, quizá debamos pensar que tal suposición sea en realidad un hecho conformado.
Maricuela se saca del bolsillo, literalmente, cuantos cuentos quiera. Y si no es de un bolsillo, los extrae de una maleta, de un bolso, de una cajita, de un sobre o de donde se le antoje. Pero lo que sorprende es esta naturalidad antes celebrada, la facilidad con la que parecen salir las palabras y dirigirse a los espectadores, siempre con un lenguaje rimado, poético y paródico, pues el humor es el otro ingrediente básico de su labor, humor inteligente como debe ser, lleno de segundas intenciones y dobles sentidos, soltando impertinencias de vez en cuando con tan dulce guante blanco que casi ni te enteras, aunque su significado llegue entero.
Como digo, un espectáculo de esos en el que nunca te irías, sujeto como quedas por las filigranas y la urdimbre hecha de palabras, cuentos y canciones con las que la actriz te atrapa.
Versos en tu ventana, de Proyecto Caravana
De Teruel llega esta otra propuesta de teatro poético y de triunfo de la palabra en el escenario a cargo de los dos magníficos actores de Castellón Josevi Pepiol y Celia Salcedo, artífices de una preciosa iniciativa teatral que han desarrollado en la ‘vacía’ provincia de Teruel: el Proyecto Caravana.
He usado la palabra ‘vacía’, no solo por indicar esta realidad de las provincias españolas con pocos habitantes que se han venido a llamar La España Vacía (invento de Sergio del Molino, autor del libro que lleva este título), sino también porque permite en ella imaginar esa resonancia de la palabra en el contexto provincial del Proyecto Caravana. Aunque también es cierto que han viajado por Italia y por Grecia.
Los de Teruel juegan con la poesía desde un registro diferente a las dos propuestas antes comentadas: lo hacen desde el teatro del absurdo y con el lenguaje del clown, es decir, con un humor que se fragua en la asunción del personaje de los dos actores: dos supuestos científicos representantes de la ‘palabra poética’ que ofrecen sus existencias al público, en los papeles del ‘payaso’ serio y el del cómico, los cuales deben lidiar con los versos, los títeres y las ilusiones puestos cada uno en sus respectivos marcos o ventanas.
Lo importante es reseñar cómo con estos artificios se logra lo fundamental: el goce de la palabra con poesías y textos, entre los que destacaría joyas como ‘La vaca estudiosa’, de Rosa León, o el maravilloso ‘Aprendemos las cinco vocales’, de Carlos Reviejo, cuyo texto considero debería ser de obligado conocimiento y estudio en las escuelas.
Muy lograda es la interpretación de los dos cómicos, que a medida que avanza la obra, va dejando todo el protagonismo al lenguaje y a la poesía, con los efectos de distanciación que les permiten sus personajes. El público, grandes y pequeños, se entusiasmó con la propuesta, otorgando a los dos actores una generosa y encendida salva de aplausos.
Teatro de todas partes, de Bululú Teatro
Hacía años que no veía a este maestro de los títeres, el argentino afincado en Europa (Francia y España mayormente) Horacio Peralta, de la histórica compañía Bululú. Y fue un verdadero placer encontrarlo en el apogeo de su arte, que en su caso es el de un dominio extraordinario en la manipulación de los muñecos. ‘Títeres de boca’ los suyos, como se les suele denominar en Argentina, que precisan de unas condiciones especiales en sus intérpretes, sobre todo cuando la interpretación es a la vista o de medio retablo: el control perfecto de los tiempos y un dominio de la voz en todas sus facetas. Algo de lo que Horacio Peralta va sobrado.
Según me contó Horacio, su actuación fue una de las pocas veces que lo hacía frente a un público familiar, pues por regla general Horacio trabaja para público adulto, lo que constituyó una experiencia de lo más agradable, un descubrimiento maravilloso y un verdadero goce para él.
Actuó con uno de sus títeres predilectos, el Idiota, con el que hizo una demostración de su dominio del gesto y de las pausas, tan importantes estas para dar carácter y dramatismo al personaje. Una obra de humor negro donde el odio y el resentimiento se mezclan con la ternura. Aunque para ello, hay que poseer las correspondientes dotes de actor, algo que Peralta demostró tener en abundancia. A continuación, representó un sketch improvisado con dos de sus personajes más emblemáticos, el Verde y el Rosa. Dos títeres con los que puede hacer todo lo que quiera o pueden hacer dos títeres: amarse, mirarse, pelearse, bailar, flirtear, jugar, correr, saltar…
Obligado a ajustarse a los tiempos cortos del Parque de las Marionetas, los sketches presentados brillaron aún con más intensidad por la duración. El público, consciente de hallarse ante un maestro titiritero, aplaudió su trabajo con solícito ardor.