Como cada año, el próximo día 9 de junio las galerías de arte catalanas celebran la Festa de l’Art, que este año ha aumentado su repercusión al tener 70 galerías adheridas. En ocasión de esta jornada, la Galería Fotográfica il mondo (Calàbria, 178) ha elaborado un programa de proyecciones de cinco cortometrajes, que se unen a la clausura de la exposición Gitanos de La Perona, de Esteve Lucerón. Uno de estos cortometrajes es el filme de animación El último, de Germán Barón. Gracias a su director, podemos publicar el proceso de creación de esta obra.
Sería a mediados de 2011 cuando haciendo pruebas y experimentos con la cámara HD, probando diferentes iluminaciones y juegos con luces y sombras en la escuela Nou Prodigi de Barcelona me vino a la cabeza la posibilidad de rodar una historia con toda una serie de recursos técnicos muy poco utilizados en una época en la que la gente tira cada vez más por los ordenadores, programas informáticos y efectos digitales. Quería recuperar el aroma y el sabor de la imperfección, porque después de todo creo que lo perfecto en efectos especiales le quita algo de magia al arte de rodar imágenes en movimiento y siempre me gustó más la belleza de la imperfección artesanal. La premisa que mantuve fue exprimir al máximo los recursos: plató, iluminación, actores aprovechados de los cursos de interpretación de la escuela —no muy grandes, pero si suficientes— con los que contábamos y un presupuesto escaso o prácticamente nulo.
Así El último, en su primera gestación, fue un juego de pruebas que efectuamos con varios alumnos del curso pasado, en los que jugábamos a crear escenarios imposibles con materiales tan simples como siluetas de cartulina negra recortadas, plantas reales rodadas al contraluz, papel de aluminio, cartones diversos, texturas… Todo ello rodado con un papel vegetal de fondo sobre el que proyectábamos luz a veces blanca a veces de color… Todo montado en una pequeña mesa de caballete con un cristal que nos permitía poner luz desde debajo. También probamos típicos cromas sobre pantalla azul con los que conseguíamos el efecto de un personaje conduciendo en un coche de miniatura (rodado posteriormente), también iniciamos la experimentación de la simulación de la sombra chinesca, ya fuese con cartulinas recortadas o bien colocando actores en contraluces.
El siguiente paso fue la escritura del guión que cayó en manos del argentino Patricio Zárate, solo le di una indicación: Quería que fuese una especie de detective story pero muy minimalista, sencilla, con una trama muy corta que diese para el desarrollo de un cortometraje en el que se pudiese jugar con determinados aspectos estéticos. Eso hace que el corto sea en ocasiones estático, parco incluso teatral, pero ahí estaba la gracia (y está)creo yo del asunto. Muchas personas me dicen que quiero acercarme a la estética de Sin City y sin embargo no hay nada más lejos de la realidad, ni en lo medios de que dispongo ni en la intención, mi acercamiento estético está más cercano —salvando años luz de distancia— a los postulados de un Edgar G. Ulmer o de un Mario Bava, genios condenados a rodar con presupuestos exiguos, matte shots y fondos alineados en perspectiva, a utilizar maquetas de cartón piedra o fondos recortados para dar forma a sus sueños.
Patricio efectuó con diligencia su trabajo y la idea original hubiese sido rodarlo antes de Mayo de 2011, pero el guionista tuvo que volver a su país con mi promesa de encontrar el momento para rodar su texto. El rodaje se inició en noviembre de 2011 y supuso un total de tres sesiones con actores, se rodó combinando dos fondos, uno de croma azul y otro blanco con el que se alternaban secuencias. En muchos planos los encuadres se forzaron inclinándolos para aumentar más el dramatismo y el aire experimental de todo. Exceptuando el vestuario de los personajes el resto de elementos que aparecen en los planos están rodados separadamente y se rodaron en otras cuatro sesiones más en las que nos dedicamos básicamente a rodar primero los planos de la ciudad (una maqueta hecha con cajas de cartón, fotografiadas con una luz rojiza y luego subexpuesta) más adelante todos los fondos (un ventilador, la sombra de un ventilador, una ventana de cristal sobreexpuesta, el fondo de la casa del Diablo hecho con un pequeño mantel de barillas de madera rodado a contraluz, los planos en los que aparece humo y niebla –hecho con barillas de incienso rodadas en macro), siluetas (los recortes de la montaña, la vegetación que rodea al detective en su excursión a la casa –hecha con plumas y hojarasca rodada a contraluz y pasada por claves de luminancia). Por último se rodaron todos los recortes en cartulina negra, papel cartón que aparecen repartidos, o intercalados en prácticamente cada uno de los planos.
Originalmente pensé en presentar El último en color, pero ya en pruebas y el premontaje vi que la estética en B/N favorecía mucho la atmósfera y los resultados.
Si bien el rodaje fue corto y económico (en tiempo y dinero) la postproducción ha sido bastante larga —prácticamente de cinco meses— ya que tuve que además de montar la narración en si misma, combinar todas las tomas, ajustar lo mejor que pude capas de luminancia, limpiar fondos, pulir defectos y también componer la banda sonora en tiempo record. Creo que hay que verlo como un experimento formal, como un retablo que mezcla diversas influencias, con muchos defectos (cambiaría un montón de cosas) que juega con el mundo de los cromas, las luces, las sombras y también maquetas muy simples, me siento satisfecho con las intenciones y los resultados, que vosotros podéis juzgar.
Vean la película aquí:
Grande «El Último».
El sábado toca disfrutar de él.