Publicamos en nuestra sección de Club de Opinión este artículo de Rubén Darío Salazar, director general y artístico de Teatro de Las Estaciones, con motivo de cumplirse su 18 aniversario. Tiene por delante Rubén la responsabilidad de organizar, desde la sede de la Unima en Matanzas, el próximo Consejo de Unima que tendrá lugar en el año 2014. Una cita de altos vuelos logísticos que aun sin ser un Congreso, conlleva no pocos retos organizativos. Desde Titeresante ofrecemos un apoyo mediático al evento, que esperamos poder concretar en breve.
Teatro de Las Estaciones arribó el 12 de agosto de 2012 a su 18 cumpleaños. Dicho así, tal parece que fue ayer el día del inicio; todos los fundadores más jóvenes, repletos de sueños y aspiraciones, con solo un objetivo por delante: hacer buen teatro de títeres, continuar de manera honrosa la tradición matancera en este género y refrendar todo lo conseguido por los pioneros de este arte en la Isla.
Si nos guiamos por la numerología, el número 18 en los sueños es un aviso de peligros para la salud, de decepción, la cifra de los filtros y los sortilegios, es la edad en que un individuo adquiere responsabilidades civiles. Y todo esto tiene su parte mística y su lado real. Teatro de Las Estaciones está perennemente alerta a las enfermedades teatrales: el estancamiento, la presunción, el aislamiento, la soberbia. La superficialidad, la maledicencia respecto a los colegas, porque contra esos peligros no solo hay que estar atentos a los 18 años, sino toda la vida. El teatro es un arte colectivo, hecho de muchos poquitos, un espacio donde cada especialidad tiene algo que decir, una zona de la creación donde cada artista o agrupación tiene sitio para su poética escénica, su credo cultural, su grito sobre las tablas. Acerca de la decepción, nosotros la entendemos como el sentimiento que a esa edad nos provoca no haber hecho mucho más, o respecto a aquellos que sentimos nuestros hermanos o amigos de labor y luego enrumbaron sus pasos lejos del maravilloso arte de los títeres, escuchando los cantos de sirenas afincadas en otros géneros, en otros lares, con aspiraciones de una vida material plena o una nombradía poderosa. Asuntos de elección, netamente humanos.
Los filtros y sortilegios, traducidos como hechizos de magia y encantamientos, no creo que necesiten ser explicados. Cada actor-titiritero, digo esta definición con toda conciencia, pues si algo ha trabajado con profundidad Teatro de Las Estaciones es la simbiosis del histrión y el animador, ya que soy graduado en Licenciatura en Artes Dramáticas, o sea con título de actor, pero siempre tuve inquietud por el poderío del muñeco en el retablo, la figura dramática sugeridora de nuevos mundos, de ese universo único, inventado por nosotros mismos al concebir la puesta en escena. Actores como Fara Madrigal, Freddy Maragotto, Migdalia Seguí, Yerandy Basart, Aniel Horta o yo mismo, entre 1995 y 2010, hemos sido premiados o nominados a galardones como mejores actores-titiriteros en concursos y festivales escénicos, honores que a algunos no nos hicieron perder la cabeza pero sí comprobar que el ansiado encantamiento sobre el espectador, batalla legítima de los comediantes, se estaba haciendo realidad. Lo mismo ha sucedido en 18 años en los rubros de música (donde han sido premiados Raúl Valdés, Celaida Menéndez, Elvira Santiago y Ernesto Perdomo, compositores de algunas bandas sonoras de nuestros montajes), diseño (Zenén Calero, creador constantemente reinventándose, acudiendo a los imaginarios de pintores como Picasso, Van Gogh o Sosabravo, a las propuestas del cine y los audiovisuales de hoy, siempre de visita en las galerías de arte o en los espectáculos de sus colegas del teatro de títeres o con actores, como un ente asombrado más ), dramaturgia (Norge Espinosa, autor de varios de nuestros textos más importantes, junto a la gracia eterna de José Martí, Federico García Lorca, Javier Villafañe, Dora Alonso y René Fernández, entre otros escritores) y puesta en escena (hemos sido reconocidos en los concursos de teatro para niños de la UNEAC, los festivales nacionales de teatro de pequeño formato de Santa Clara, los desaparecidos encuentros profesionales de teatro para niños de Guanabacoa y el Festival Nacional del Monólogo, en el colega festival de unipersonales de Cienfuegos, el Festival Nacional de Teatro de Camagüey, donde obtuvimos el Gran Premio Avellaneda en 2004 y el polémico Premio Villanueva de la crítica teatral).
De toda la leyenda de la numerología acerca del número 18, en lo que más estamos de acuerdo es en el sentido de responsabilidad que se adquiere cuando ya nos acercamos a los 20 años, el número de la verdad, de la buena salud y la fe inquebrantable, de la resurrección, de la renovación. Desde que comenzamos jugando en el Teatro Sauto, en 1994, bajo la mirada protectora de Cecilia Sodis y Mercedes Fernández, y con la confabulación de Liliam Padrón, siempre fiel, José Antonio Méndez, Carlos González, Narciso y Margeris, niños cantantes que ya hoy son hombres y mujeres, algunos fuera del cosmos de la música y el arte, los actores Freddy Maragotto, Melba Ortega y Arneldy Cejas, sabíamos que nuestro público infantil y adulto era nuestra mayor responsabilidad, y por ellos intentamos y conseguimos un teatro multidisciplinario, donde todo lo bueno de la cultura tuviera cabida, las artes plásticas, la literatura, la danza, el ballet, la música, el circo, el cine y la televisión. No es de extrañar que hayamos celebrado nuestro décimo octavo aniversario con Canción para estar contigo, un musical para voz, figuras e imágenes protagonizado por la exquisita soprano y compositora Bárbara Llanes, que ha sido aplaudido en 12 provincias del país, obtuvo el Premio Villanueva de la crítica teatral en 2011 al mejor montaje de teatro para niños y será una de las representaciones yumurinas (junto al Teatro Papalote y el Mirón Cubano) en la selección de grupos participantes en el 14 Festival Nacional de Teatro de Camagüey.
En España, Francia, Italia, República Dominicana, Venezuela, Costa Rica, México o los Estados Unidos, Teatro de Las Estaciones ha defendido durante 18 años su pasión titiritera, permeada de cultura cubana y universal, su apuesta por un teatro ignorado por algunos y admirado por muchos más. Todo eso nos reverdece las esperanzas, nos prepara para nuevos encuentros y nuevas despedidas, el hombre está diseñado para decir hola y adiós, el teatro para que siempre se abra el telón y una lluvia de aplausos nos haga morir y vivir de una felicidad extraña que se llama vocación, acto de fe, utopía en las almas de estos saltimbanquis que en otoño, invierno, primavera o verano estaremos esperando por el público para comenzar la representación.