(Imagen de Zurrunka Teatro. Foto Ura Iturralde)

Antes de entrar en los últimos espectáculos vistos en el Titirijai 2024, hablaremos de la magna exposición de la compañía catalana L’Estaquirot Teatre, titulada El largo viaje de L’Estaquirot y que se ha instalado en la sala de exposiciones temporales, con una extensión en el ambigú del TOPIC, la cual festeja los 50 años de actividad ininterrumpida cumplidos en el año 2023. Una exposición que ha deslumbrado a cuantos la han podido visitar.

En cuanto a los títulos que vamos a comentar en esta crónica, son los siguientes: Birakolore, de la cía. Zurrunka, de Euskadi; Marionetas desde tan cerca que las puedes tocar, de Maletas Mágicas, de Euskadi; Izadi, de El Lagarto Baila, de Madrid; y Eros, de Ixo Teatro, de Euskadi.

El largo viaje de L’Estaquirot. Exposición

La exposición de l’Estaquirot Teatre en Tolosa es, sin lugar a duda, única en su género. Recomendable para todos los públicos y muy especialmente para los titiriteros, jóvenes y veteranos, al ser un ejemplo de cómo una compañía puede concluir su actividad tras 50 años de lucha diaria de un modo elegante, fresco, creativo, tranquilo e inteligente. Recomendaría también que se compraran el catálogo, esencial complemento a la exposición, pues en él los miembros de la compañía han confeccionado un relato sobre su experiencia vital y profesional de indispensable lectura, para entender una época, la de los últimos 50 años, y una profesión, la de titiritero.

La Puerta de entrada a la exposición. Foto T.R.

También diría que lo ideal es que la visiten guiados por los propios actores de l’Estaquirot Teatre, algo difícil pues estos titiriteros hoy jubilados viven en Vilanova i La Geltrú. Durante el Titirijai de este año, algunos de los que asistíamos al Festival tuvimos la suerte de poder gozar de este privilegio, y Olga Jiménez y Bertu Albà, en compañía de sus asiduos colaboradores Alfred Casas (diseño y construcción de títeres y escenografía), Rosa Maria Coca (vestuario, agujas y mil otras cosas) y Ferran Martínez (música de todos sus montajes) nos guiaron en lo que fue un maravilloso recorrido lleno de anécdotas y momentos tan dramáticos como estelares. Faltó el tercer elemento estable de la compañía Nuria Benedicto, que no pudo desplazarse a Tolosa estos días.

Me preguntaba cuando supe que L’Estaquirot planeaba una exposición en Vilanova i La Geltrú, en el 2023, si era posible resumir y dar testimonio gráfico, visual y objetual de 50 años de actividad ininterrumpida, cuando los titiriteros solemos ser personas más bien desordenadas, enemigos de los archivos y que siempre respondemos cuando nos preguntan sobre qué haremos de nuestros títeres: ‘¡Hacer una gran hoguera con ellos, por supuesto!’ (de momento todavía no he visto a nadie hacerlo).

De izquierda a derecha, Rosa Maria Coca, Bertu Albà, Olga Jiménez y Alfred Casas. Foto Ura Iturralde

L’Estaquirot Teatre ha demostrado que sí es posible, siempre y cuando se cumplan algunas condiciones: que el nervio atrevido del aventurero que se lanza con osadía a la carretera, vaya acompañado de un talante tranquilo y reposado, de quien se mira el ayer y el mañana como las dos caras de una misma moneda. Dicho en otras palabras, de quién vive un tiempo doble y reflexivo, como si Cronos los hubiera tocado con una varita mágica que ensancha los mapas de la existencia. Un milagro que han logrado los tres de L’Estaquirot Teatre, Núria Benedicto, Olga Jiménez y Bertu Albà, junto al cuarto miembro que ‘entra y sale y se lo mira desde afuera y desde dentro’, Alfred Casas.

Alfred Casas y Juanjo Herrero. Foto Ura Iturralde

Cuando me dispongo a entrar en la exposición, veo que también en el TOPIC han reproducido la Puerta que construyeron en la exposición de Vilanova, a pesar del espacio más reducido de aquí. Lo dijo Víctor Molina en su texto de presentación entonces, y creo que tiene toda la razón de dar un énfasis al concepto de puerta, que establece una entrada y una salida, y que nos obliga a cruzar un umbral, proceso siempre iniciático, para descubrir algo nuevo, distinto, que en realidad es un viaje en el tiempo.

Bertu Albà poniendo en macha un mecanismo. Foto Ura Iturralde

Pues no otra cosa es esta exposición, viajar por esos 50 años de porfía titiritera, con distintas estaciones, como si ejecutáramos un viacrucis al revés, pues en vez de sufrimiento, se busca y se consigue la catarsis en un sentido contrario, por el lado de la Fiesta, del Colorido y de la Aventura. Por supuesto, la catarsis aquí en la exposición se vive en dosis de baja intensidad, pero la fuerza de los títeres cuando están quietos, más intensa de lo que pensamos -esa energía potencial y misteriosa del muerto que se colorea para estar vivo- suple el jolgorio festivo y lo traslada al ‘jolgorio reflexivo’, a una mirada tranquila que se permite cruzar los tiempos y las épocas, y sentirnos reflejados como actores y espectadores que fuimos o pudimos ser.

Olga Jiménez frente a uno de sus retablos clásicos. A la izquierda, Bertu Albà y Felipe Garduño. Foto Ura Iturralde

Pero vayamos al meollo del asunto. ¿Qué han sido los de L’Estaquirot Teatre? Unos ‘trabajadores del espectáculo’, como a ellos les gusta definirse. No son palabras vacuas. En el catálogo indican algunos datos que lo corroboran: En 50 años: 10.751 funciones; 1.310.000 kilómetros recorridos por todo el mundo, que corresponden a 12.312 horas de viaje; y 34.253 horas de montaje y desmontaje, que corresponden a 1.428 días. Haciendo números, salen unas medias de 210 funciones al año, a 4 por semana.

Foto Ura Iturralde

Pero además de trabajadores del espectáculo, los de L’Estaquirot Teatre han sido unos artistas de lo concreto y del entusiasmo, de la amistad abierta y generosa, de la aventura plenamente vivida y realista. Volar y tener los pies en el suelo, ¿es eso posible? Esta paradoja define su quehacer. Un manual de sensata locura, una arriesgada y feliz travesía que encarna el ‘dicho y hecho’.

De izquierda a derecha: Estitxu Zaldua, Alfred Casas, Rosa Maria Coca, Juanjo Izquierdo, Olga Jiménez y Bertu Albà. Foto Ura Iturralde

Todo eso ha sido L’Estaquirot Teatre y mucho más. Para comprobarlo y gozar de sus aventuras y hazañas, no se pierdan esta exposición que se puede ver en el TOPIC de Tolosa hasta el 9 de marzo de 2025.

Birakolore, de la cía. Zurrunka y la Semilla Voladora

La compañía Zurrunka, en coproducción con La Semilla Voladora, nos presentaron un espectáculo de calle que más que espectáculo habría que calificar con otras palabras: una acción poética, un paseo titiritero por las calles de Tolosa, un toque de atención de unos jóvenes activistas de la sensatez que se han empeñado en mostrar que las cosas pueden ser de otro modo, y que si queremos sobrevivir a nuestros propios disparates urbanos, debemos tomar las riendas frente a quienes nos quieren hacer pasar por el tubo.

Callejeando por el casco antiguo de Tolosa. Foto Ura Iturralde

Cuidado, los dos activistas visibles no son más que dos viejos campesinos que bajan del monte a la ciudad con un carrito cargado de flores, algunas plantas y semillas, sin otra pretensión que recordarnos que las plantas, los árboles y las flores existen porque se han plantado antes unas semillas, sea por la mano humana o por la natural. Se llaman Basilio y Valeria, y sin mediar palabra alguna -son dos muñecos que no hablan-, van recorriendo las plazas y las calles con la lentitud propia de los viejos-sabios o de los sabios-viejos, sin prisa alguna y más bien deteniéndose ante el gentío, para de pronto organizar un ruedo y hacer una especie de baile arcaico, lento y acompasado, con los niños y las personas que se dejan llevar por la ilusión.

Foto Ura Iturralde

Creo que Eñaut Gorbea López de Uralde y Amaia Garrosa Martín, los dos artífices del proyecto y los intérpretes cubiertos de negro que manejan ocultos a los dos ancianos, han conseguido crear un precioso estilo de teatro de calle, cargado de sutilezas y de poesía. De un modo autónomo cada uno, pero discretamente coordinados, ambos van desarrollando con las personas y los niños que les siguen una red de relaciones, de movimientos y de pequeñas acciones alrededor de unas flores pescadas al vuelo, de una danza propuesta como quien no quiere, mientras van plantando algunas semillas por aquí y por allá.

Foto Ura Iturralde

De pronto, sin darte cuenta, ves que han dejado en tu mano un papelito con una frase, un verso, o una poesía. Pequeños mensajes del tipo «La belleza comienza aquí», «Soy un suspiro de ganas de vivir», «En lo profundo de sus raices todas las flores conservan su luz», «Si cada persona siembra una bellota pronto las ardillas podrán cruzar de nuevo Europa sin tocar el suelo» o bien «Una sola bellota puede crear mil bosques». «¿Quieres música? siembra árboles, pronto vendrán los pájaros con sus cantos».

Foto Ura Iturralde

Sin pretender enseñar nada, como quien va dejando semillas al azar, estos contenidos se juntan a las flores o a las semillas de verdad plantadas a lo largo del camino. Al acabar, vemos que realmente han dejado algunos trazos por donde han pasado, un manojo flores que ha arraigado junto a una farola, o pétalos de flores que se han caído del carrito.

Foto Ura Iturralde

Desde el punto de vista titiritero, asombra cómo niños, adultos y abuelos interactúan con estos muñecos hablándoles como si fueran personas vivas. Los más ancianos se aproximan y les cuentan alguna cosa al oído, o las mujeres monologan con ellos, sabiendo que no les van a contradecir pero sí a escuchar. Los niños los miran con respeto. Es el milagro de los títeres convertido en una realidad callejera, con la diferencia de que aquí el público que más interactúa es el adulto con años ya en sus espaldas.

Foto Ura Iturralde

Cuando salieron del TOPIC, había mercado en la plaza Euskal Herria, ideal para hallar mil excusas donde agarrarse, charlar con los vendedores, meterse entre el gentío que acudía a comprar. Y de ahí salieron metiéndose por el caso viejo de la ciudad, callejeando siempre con una comitiva de familias que los seguía, como si Basilio y Valeria fueran dos flautistas de Hamelín cuyas flautas invisibles atrajeran irremediablemente a los tolosarras que encontraban por la calle.

Foto Ura Iturralde

Títeres, acción, calle y poesía. Una preciosa mezcolanza que los de Zurrunka y la Semilla Voladora regalaron en el Titirijai a los que tuvimos la suerte de coincidir con ellos.

Marionetas desde tan cerca que las puedes tocar, de Maletas Mágicas

Carlos López, histórico marionetista de Tolosa formado en Barcelona con Pepe Otal y gran viajero por América Latina en los últimos años, ha tenido que dejar su residencia habitual en Argentina para instalarse por razones familiares en su ciudad natal.

Carlos López con sus marionetas junto a Haruhiko Ii, director del Teatro Puk de Tokio, antes de la función. Foto T.R.

Lo aprovechó el Festival para invitarlo a estar en la Plaza Nueva, en su conocido Quiosco de la Música. No para presentar su espectáculo, que vimos el año anterior, sino para dejar que niños y adultos pudieran conocer de cerca lo que es una marioneta de hilo, mientras a su vez se invitaba a los más jóvenes y pequeños a probar cada uno con una marioneta en las manos.

Foto T.R.

Se fueron formando así pequeños grupos cuyo cometido era hacer bailar las marionetas al unísono y al ritmo de una música determinada. Lo que encantó a los participantes y a las familias, pues pocas veces se ofrece esta posibilidad de tener marionetas de las que se manejan de verdad, con la complicación de los hilos.

Foto T.R.

Hay que decir que salieron todos muy airosos de la prueba y que Carlos les concedió el título simbólico de ‘marionetistas incipientes’, con gran contento de quienes se habían enfrentado a semejante dificultad.

Conjunto de los artistas intervinientes, con las marionetas bailando el ‘Rascayú’ con el que Carlos López suele acabar sus funciones. Foto T.R.

Fue también una bella oportunidad de ver de cerca y tocar vcestas sofisticadas marionetas que, puestas en manos duchas, se convierten en artistas de alto nivel. Una clase al aire libre de uno de los géneros más antiguos y respetados del teatro de títeres.

Izadi, de El Lagarto Baila, de Madrid

De Madrid llegó este espectáculo de danza, objetos y marionetas titulado Naturaleza (Izadi en vascuence), pensado para niños de la primera infancia a cargo de la compañía El Lagarto que Baila. Como dice el programa, ‘Izadi es una oda al mundo de los sentidos. Un paisaje sonoro y un viaje sensorial a través del lenguaje primitivo del cuerpo’.

Leire Amonarriz en plena actuación. Foto Ura Iturralde

Alberto Almazán y Leire Amonarriz son los dos bailarines que se enfrentan a este reto de mantener la atención de bebés y familias alrededor del movimiento, los colores, las luces y de pequeñas coreografía que, según indica la compañía, están inspiradas en los haiku japoneses.

Alberto Almazán y Leire Amonarriz. Foto Ura Iturralde

Y, en efecto, no hay que buscar ninguna historia ni argumentos ni personajes definidos, sino que todo en esta obra es ambiguo y deslizante. Algo que consiguen los dos intérpretes magníficamente, Leire Amonarriz y Alberto Almazán.

Foto Ura Iturralde

La obra se presentó en el Teatro Leidor, una sala de gran escenario y una plantea para más de 500 personas, y hay que decir que el público siguió en silencio y con atención la propuesta de El Lagarto Baila, dejándose llevar por lo que no eran más que poemas visuales que se iban cruzando y sucediendo, estableciendo conexiones formales entre ellos, siempre en base a mecanismos sensoriales.

Foto Ura Iturralde

Muy importante era la música, con sonidos a menudo ejecutados en directo por los mismo actores-bailarines, fundamentales para dar el sello poético del haiku en este caso sin palabras.  Un haiku elíptico para una percepción puramente sensorial, que hizo las delicias de grandes y chicos.

Eros, de Ixo Teatro

Ixo Teatro es una compañía conformada por alumnos de la Dantzerti, la Escuela Superior de Arte Dramático y Danza de Euskadi, lo que responde a este deseo de la actual dirección del TOPIC de establecer líneas de colaboración entre las dos entidades. Fundada por Arnatz Puertas y Luix Mitxelena, han debutado con esta obra titulada Eros y que se centra en una relación amorosa entre un chico y una chica. Una relación que nos habla de cómo nos enmascaramos en nuestros rituales de cortejo, fruto de las inseguridades típicas de la edad. Y para ello, qué mejor que recorrer al teatro de máscaras.

Los dos jóvenes enamorados. Foto Ura Iturralde

Con dirección y dramaturgia de Arnatz Puertas, y con el apoyo de Izar Pizarro como ayudante de dirección, el elenco está formado por Nagore Cenizo-Arroyo, Aitor Echarte, Itxaso Gil, Luix Mitxelena y Leire Ormazabal.

Eros. Foto Ura Iturralde

Ya desde el principio, con la irrupción en la platea de Eros, el dios del amor, cuya imagen era la de un niño con barba, que parecía un putto juguetón, barbudo y muy bien nutrido escapado de algún retablo barroco, nos dimos cuenta de que estábamos ante un registro de comicidad subida, aunque luego se viera que el drama se colaba por entre sus rendijas.

Cronos. Foto Ura Iturralde

Eros, provisto de una máscara parecida a las de las Comedia del Arte, pero con rasgos caricaturescos y unos exagerados párpados pintados de rojo, clava sus flechas a dos jóvenes estudiantes que llevan también unas máscaras casi neutras, expresión del desconcierto y de la inseguridad de sus almas enmascaradas. Por cierto, muy acertadas las máscaras, creadas todas ellas por Javier Tirado.

Ares excita a la pelea. Foto Ura Iturralde

Los demás personajes son Kronos, Ares y Dionisio, además de Adonis, siempre armado de su espejo y enamorado de sí mismo, y por ello, bien relacionado con Narciso, uno de los mitos que más acosa a la juventud y por extensión al mundo actual. Todos ellos juegan según sus intereses, desgarrando a la pobre pareja, simples peonzas en manos de esos arquetipos que los gobiernan desde su interior. La ventaja para el público es que nosotros los vemos deambulando e interfiriendo desde el exterior de la sufrida pareja, lo que permite distinguir muy bien los males que les aquejan y a la vez sonreír o reírnos directamente de sus cuitas.

Pequeña batalla de dioses. Foto Ura Iturralde

Sin duda es esta doble percepción de lo que les ocurre dentro pero que el juego de las máscaras nos muestra fuera de ellos, lo más interesante del montaje, una doble percepción que siempre se agradece cuando nos enfrentamos a los dramas habituales de la vida. Igualmente, destaca la divertida interpretación de las máscaras, con las exageraciones propias de la Comedia del Arte, mientras la pareja cumple a la perfección con sus cometidos zigzagueantes de amarse y desamarse.

Cada uno por su cuenta. Foto Ura Iturralde

Por supuesto Eros acaba vencedor, y los dos jóvenes estudiantes pueden por fin liberarse de sus máscaras y de camuflar sus inseguridades, para aceptar de este modo la realidad siempre plural y contradictoria que nos caracteriza.

La compañía sin sus máscaras. Foto Ura Iturralde

La obra, resuelta con frescura y con una excelente interpretación de las máscaras, gustó mucho al público del TOPIC, que no paró de reírse y aplaudir, especialmente cuando bajó el telón de la pieza y los actores salieron a saludar.